Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




lunes, 24 de febrero de 2020

Reseña de la conferencia de JOSEP MARIA PANÉS


   “Modalidades del rechazo de lo femenino”



Josep Maria Panés abrió su conferencia con una salva de fórmulas lapidarias, yendo a las cuestiones elementales que están en la raíz misma del tema.

La cuestión del o el no, la aceptación o el rechazo, es absolutamente fundamental en la constitución de la subjetividad[1]. Por un lado está el inaugural del sujeto, la Bejahung, por el que consiente a la alienación, consiente eventualmente hablar y, por otro lado, está toda la serie de los noes: el no de la represión, el no de la denegación, el no de la forclusión, en fin, el no del rechazo. Dice Miller, en una conferencia que se titula precisamente “Modalidades del rechazo”, que una vida humana se puede pensar y esquematizar como el conjunto de los síes y los noes que uno pronuncia en la vida[2]: ¿a qué uno ha dicho , a qué uno ha dicho que no? ¿Qué ha aceptado y qué ha rechazado?

Antes del rechazo de la feminidad, hay otro rechazo primordial: el rechazo al saber, que es otro nombre del inconsciente. Estamos todos habitados por el rechazo del saber. ¿Y el rechazo de la feminidad? Lo damos por hecho.  Pero ¿no hay también un rechazo de la masculinidad? ¡Sí! ¿Y un rechazo de la homosexualidad? Sin duda. También hay homofobia, transfobia, lgtbfobia, etc. El rechazo a las identidades sexuales es una condición inherente a la relación del ser hablante con la sexualidad. El rechazo parece palpitar en el corazón de la sexualidad; recae sobre cada una de las modalidades de goce. El rechazo de la feminidad es una modalidad particular de un rechazo más amplio de la sexualidad. Algo en la sexualidad suscita rechazo. Freud decía: “por extraño que parezca, habremos de sospechar que en la naturaleza misma del instinto sexual existe algo desfavorable a la emergencia de una plena satisfacción”[3]. En la sexualidad hay algo traumático, incompatible con la armonía, la homeostasis, algo que suscita incomodidad, disgusto, rechazo. Y Lacan dice algo similar en el “Atolondradicho”: “no hay relación sexual”. Eso es lo que agujerea la satisfacción, la hace imposible. Es difícil sostener esta tesis fuera del ámbito del psicoanálisis. Uno no se la imagina en los periódicos. Salvo tal vez en Buenos Aires, donde podría aparecer el titular: Última hora: ¡se suspende el Mobile World Congress y, además, no hay relación sexual! Sería cuestión de proponer que se celebrase un día mundial, dijo jocosamente Panés; así conmemoraríamos que no hay relación sexual

¿Quién rechaza y qué rechaza? fueron las siguientes preguntas que planteó Panés. El agente puede ser hombre o mujer. El objeto del rechazo puede ser la falta o el goce femenino. Alrededor de estos ejes surgen diferentes modalidades de rechazo.

Si el agente del rechazo es un hombre y el objeto del rechazo es la falta, se ve el hombre ante la amenaza de castración. Por ejemplo, en la clínica aparecen a veces niños que describen el susto que se pegan, cuando descubren la diferencia sexual: sembli que li ho hagin tallat…, le susurraba a JMP un niño. La diferencia sexual introduce en lo imaginario una falta. La mujer encarna la dimensión de la falta y, por ende, de lo deseante y demandante –con la  subsiguiente angustia que suele generar el deseo del Otro. El hombre, como propietario asustado, al rechazar la falta, lo que hace es proteger su tener.

Si el objeto del rechazo es, no la falta, sino el goce, estamos ante un rechazo similar al racismo. ¿Pero por qué el otro goce genera rechazo? El hombre ataca una modalidad de goce, la femenina, que le resulta extraña o, mejor dicho, extrañamente íntima. Él desconoce, extimiza su propio goce femenino que es más bien íntimísimo. El rechazo es una operación de exclusión interna. El neurótico quiere desconocer su propio goce. Cuando el hombre de las ratas rechaza la crueldad (de la tortura de introducir ratas por el ano), Freud dice que detecta en su cara los signos de un goce desconocido para él. Según Miller, el trayecto de un análisis se puede plantear como el camino necesario para que un sujeto se reconcilie con su goce. Eso que yo venía imputando al otro y me hacía sufrir, esa “maldad” es mía; ese goce es mío –descubre el analizante. La mujer se presta a encarnar, a hacer surgir en el mundo esta dimensión de lo éxtimo. El rechazo de la falta en la mujer, el rechazo del goce femenino son elementos de la neurosis obsesiva. Sabemos cómo trata el obsesivo el objeto: lo desdobla, o más bien lo escinde entre la madre y la puta. Sobrestima o bien degrada a la mujer. No solo la degradación genera malestar; también lo hace la sobrestimación. Se abren ante la mujer sobrestimada dos caminos: o bien acepta y sufre ese ideal a la  altura del cual ella tiene que mantenerse –y  puede quedar aplastada bajo el peso del ideal–, o bien hace caer el velo y confronta al hombre con la falsedad de sus idealizaciones, con la mentira de sus sublimaciones. La mujer es la hora de la verdad para el hombre, dijo Panés, con una fórmula lapidaria. ¡Wow!

Si el agente del rechazo es una mujer y el objeto del rechazo es la feminidad, el rechazo puede manifestarse como odio de sí. Algunas mujeres asumen la difamación, retoman a su cuenta la calumnia de las mujeres, que suele venir del lado masculino. Dicen: “todas una víboras…”, “ten cuidado con las mujeres, hijo…”, etc.[4]  Ahí la mujer difama su propio goce como mujer y se excluye de la serie. Algunas veces el sujeto capta el alcance de lo que dice, en el análisis.

En cambio, si el rechazo recae sobre la falta, va articulado a un discurso sobre el agravio comparativo, a un discurso de demanda de justicia distributiva, etc. (adquiere un sesgo feminista, entiendo). Hacer de hombre, rivalizar con el hombre son consecuencias de esta posición. En este tipo rechazo de la feminidad estamos el campo de la histeria, señaló Panés.

La falta puede ser abordada de otra forma por una mujer. Ella puede servirse del atractivo erótico de la falta. “Parecer ser el falo a partir de la nada”, voilà el talento de la posición femenina, dijo Panés.

Panés dedicó la última parte de su conferencia a Las tribulaciones del joven Werther de Goethe. Se trata de una obra de juventud de Goethe, basada en elementos autobiográficos. Como en la novela, Goethe se enamoró de la novia de un amigo al cual admiraba; como en la novela sufrió graves tribulaciones. Pero no se suicidó sino que escribió el Werther y posiblemente fue la escritura la que le permitió a Goethe separarse de ese goce mortífero, le libró del pasaje al acto. En todo caso Werther es un alter ego de Goethe[5]. La constelación era clásica: una mujer como falso enlace entre dos hombres. La novela tuvo consecuencias: causó una auténtica epidemia de suicidios.

Goethe fue en su infancia un niño rebelde; intentó oponerse a un padre de una severidad extrema, que pretendía formar a sus hijos de acuerdo con los más altos ideales de la cultura en todos los campos. En algún momento hay un corte y Goethe consiente “la inmisión del adulto en el niño”, es decir, hace suyo el ideal del padre. Si buscó refugio en la madre, no lo encontró: la madre no era especialmente acogedora. Algunas veces, el pasaje al acto suicida puede estar inscrito en el inconsciente del sujeto, si experimenta algo del orden de un rechazo primordial en su llegada al mundo, en el Otro, dijo Panés.

En Las tribulaciones del joven Werther, Goethe construye los parámetros románticos (y neurótico obsesivos) de la sobrestimación de la mujer. Charlotte aparece, como es de esperar, encarnando una figura materna, una mujer del lado del tener. En cuanto Werther la ve repartiendo pan a unos niños, se queda prendado de ella[6]. Panés llevó a cabo un análisis pormenorizado de la novela, que desafortunadamente no podemos retomar en todo su detalle en el marco de una reseña. Señalemos solamente que comentó la coyuntura que desencadena el pasaje al acto, cómo Charlotte intenta alejar a Werther y, además, le hace una interpretación: “Por qué he de ser yo, precisamente yo…, que pertenezco a otro hombre?” “Temo que la imposibilidad de obtener mi amor es lo que exalta vuestra pasión”, etc. Encima lo conmina a “ser un hombre”[7], cuando él se ve reducido a encarnar el objeto caído. En fin… Panés ilustró magníficamente el sentido de la afirmación de Lacan (siguiendo a Freud) según el cual “el artista siempre precede”[8] al psicoanálisis. Vimos cómo efectivamente el artista le desbroza el camino también en este terreno de las modalidades del rechazo de lo femenino.

Josep Maria Panés impartió esta conferencia precisamente el día de San Valentín, día de los enamorados. Y nos trajo la siguiente anécdota. Es una festividad cristiana; no es una festividad consumista, recién inventada, como podría creerse. Parece que existió como celebración y liturgia desde el siglo V y tiene un lado ilustrativo. La Iglesia estaba interesada en suprimir unas fiestas paganas: las lupercales. Los jóvenes sacrificaban en estas fiestas animales; luego fabricaban unas correas con la piel del animal sacrificado e iban azotando con esas correas ensangrentadas a las mujeres que se cruzaban por su camino. Para aumentar su fertilidad… Parece que había un gran apego popular a las lupercales. Para velar tanto real, el Vaticano recuperó la historia de ese santo, Valentín, que en el siglo III ascendió a mártir. En época en que el emperador Claudio había prohibido la liturgia cristiana, Valentín seguía celebrando matrimonios. El antropólogo Walter Burkert, al plantear la cuestión de los sacrificios, tan centrales en las religiones, define al hombre como homo necans, hombre que mata. ¿Cómo no! Incluso a sí mismo…

Josep Maria Panés sorprendió una vez más al Grupo con la excelencia de su conferencia, que se supera de año en año, y encima va acompañada de una modestia, una sobriedad, una discreción en la generosidad, por su parte, que nos alucina cada vez que tenemos el honor y el placer de recibirlo. Le estamos inmensamente agradecidos.

Alín Salom



[1] Panés, con mucho sentido del humor, se entretuvo en comentar las consecuencias de decir sí a una invitación a dar una conferencia. Cuando uno dice “sí” a una invitación a una conferencia, y no la rechaza, eso tiene consecuencias… Nuestro estimado Panés lleva tiempo cargando con las consecuencias de consentir a las demandas de nuestro Grupo.

[2] La cita precisa es: “Eso que llamamos una vida, en el sentido de una biografía, se puede resumir mediante esos dos significantes, el “sí” y el “no”, cuándo uno ha dicho que “sí” y cuándo uno ha dicho que “no”; no se necesitan muchas más palabras (Jacques-Alain MILLER, “Modalidades del rechazo”, Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España, Madrid, RBA, 2006, p. 272).

[3] Sigmund FREUD, “Una degradación de la vida erótica”, Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981, vol. II,  p. 1716.

[4] Un ejercicio espectacular de difamación es la canción del rapero Porta: “Las niñas de hoy en día todas son unas guarras” (observación exterior a la conferencia).

[5] La novela parte de dos líneas de acontecimientos. Por un lado, Goethe se enamora de la novia de un amigo al cual admira; por  otro lado, ese mismo amigo presta sus pistolas a otra persona, externa al triángulo, un hombre que finalmente se suicida, porque también él está capturado en un triángulo amoroso muy doloroso. Goethe junta las dos líneas.

[6] “Atravesé el patio y avancé hacia la casa: cuando hube subido la escalinata y llegué a la puerta contemplaron mis ojos el espectáculo más encantador que he visto en mi vida. En el vestíbulo, seis niños, desde dos hasta once años de edad, saltaban alrededor de una hermosa joven, de mediana estatura, vestida con un sencillo vestido blanco, adornado con lazos de color rosa en las mangas y en el pecho. Tenía en la mano un pan moreno, del que a cada uno de los niños cortaba un pedazo proporcionado a su edad y a su apetito. Les repartía las rebanadas con el mayor agrado y ellos, gritando, le daban las gracias, después de haber tenido un buen rato las manitas levantadas, aun antes de que el pan estuviese cortado.” (Madrid: Alianza, 1974, pp. 31-32)

[7] “Os suplico –añadió cogiéndole la mano– que procuréis dominaros. Vuestro talento, vuestras relaciones, vuestra instrucción os tienen reservados muchos goces. Sed hombre… y triunfaréis de esa fatal inclinación que os arrastra hacia una mujer que todo lo que puede hacer por vos es compadecerlos. […] Tened calma –le dijo–. ¿No comprendéis que corréis voluntariamente a vuestra ruina? ¿Por qué he de ser yo, precisamente yo…, que pertenezco a otro hombre?... ¡Ah! Temo que la imposibilidad de obtener mi amor es lo que exalta vuestra pasión. Werther retiró su mano y miró a Carlota con disgusto” (ed. cit., pp. 126-127).

[8] “La única ventaja que un psicoanalista tiene derecho a sacar de su posición, aun cuando esta le fuera pues reconocida como tal, es la de recordar con Freud que en su materia, el artista siempre lo precede, y que no tiene por qué hacerse entonces el psicólogo allí donde el artista le abre el camino.” LACAN, Jacques, “Homenaje a Marguerite Duras”, Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 211.

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