Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




domingo, 18 de diciembre de 2016

LOS DESENCADENAMIENTOS EN LAS PSICOSIS ORDINARIAS


El tema ha sido trabajado, en la reunión de diciembre de 2016, a partir de las siguientes lecturas:  

(1) Jacques-Alain MILLER & otros: La psicosis ordinaria, Buenos Aires: Paidós, 2003.
Capítulos: (a)"Enganches, desenganches, reenganches" (pp. 17-43)
(b) "Psicosis fuerte o débil" (pp. 237-240)

(2) Jacques LACAN: Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI, 1971.
"Postscriptum" a "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis"


Exposición de Pilar RUIZ

Nos acercaremos, primero, al concepto clásico de desencadenamiento; en segundo lugar, a la distinción que establece Miller entre la psicosis fuerte y la psicosis débil y la problemática del desencadenamiento; en tercer lugar abordaremos las viñetas clínicas del primer tramo de la Convención de Antibes.

  1. Concepto clásico de desencadenamiento (Lacan, 1958)
      En “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”,  Lacan dice que “para que la psicosis se desencadene es necesario que el Nombre-del-Padre,  forcluido, es decir sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto”1.
Es preciso que este Un-padre vaya a ese lugar adonde el sujeto no había podido llamarlo antes. Para ello este Un-padre ha de situarse en posición tercera en alguna relación que tenga por base la pareja imaginaria (a-a’), yo-objeto o ideal-realidad. No tiene por qué ser el padre real.
     Habría que buscar el comienzo de la psicosis en ese tipo de coyunturas dramáticas: para la mujer que acaba de dar a luz, el Un-padre aparece bajo la figura de su esposo-padre. Para la penitente, bajo el del confesor. Para la muchacha enamorada en el encuentro con el padre del muchacho.
En resumen, este primer Lacan estructuralista pone de relieve que lo que mantiene el equilibrio psicológico del sujeto es el NdP y la significación fálica aparejada. Podríamos decir que es optimista en cuanto a las ventajas de lo simbólico del lenguaje.

  1. Psicosis fuerte, psicosis débil  (Miller, 1998)
      Miller expone dos hipótesis respecto al desencadenamiento de las psicosis y distingue entre psicosis fuerte y débil2.
      Primera hipótesis. La afirmación de que hay desencadenamiento cuando hay un contraste marcado entre el antes y el después no es siempre cierta. No siempre hay un contraste marcado. Miller prefiere señalar la oposición entre el  tipo fuerte (chêne, roble) y el tipo débil (roseau, caña). Cuando hay forclusión y el sujeto elabora un pseudo NdP y un pseudo Falo, el caso se presenta como normal. Si el síntoma es del tipo fuerte, y la tormenta llega, el desencadenamiento es patente. Si la estructura tiene más bien el aspecto débil y el sujeto elabora un síntoma que se desliza a la deriva, el caso no se presta a un franco desencadenamiento.
      La otra hipótesis es considerar que siempre hay un desencadenamiento, que no se vio quizás por ser muy precoz. Se produjo pero hubo restitución de la estructura imaginaria, según el lenguaje de “De una cuestión preliminar”.
      Miller concluye:
1º Que las psicosis ordinarias son psicosis del tipo débil o que, al menos, el contraste entre el antes y el después no es tan marcado.
2º Que el estadio del espejo, cuando no está organizado por lo simbólico, es un estado de orden psicótico, habitado por un sufrimiento primordial, kleinoide. Cuando se retrocedió tópicamente al estadio del espejo, hay psicosis. Ese estadio ilustra la tesis de la psicosis nativa.
3º Que hay que remitirse al último Lacan. En “De una cuestión preliminar…” lo que ordena el mundo para Lacan es el NdP. Es lo que hace que cada cosa tenga su lugar; que nuestros pensamientos estén en nuestras cabezas y no en otro lado; que estén más o menos en armonía la cabeza y el cuerpo. Es el NdP concebido como Otro del Otro. Cuando finalmente elabora que no hay Otro del Otro, el concepto de forclusión del NdP ya no sirve y lo reemplaza por el de fuera del discurso. De manera que lo divisorio es el discurso. El último Lacan ya no apuesta por la fuerza simbólica del lenguaje, sino por el lenguaje como goce que puede ser invasivo, parasitario. 
      Finalmente, decir que Miller reivindica que haya diferentes clínicas según se vea que lo particular del caso está en consonancia con una construcción teórica o con una parte de ella.

  1. El neodesencadenamiento
      Es el término utilizado como actualización del de desencadenamiento. Esta nominación está apoyada en la clínica y en herramientas conceptuales del último Lacan, el de la clínica borromea de los tres registros RSI y el Sinthome.  Va más allá de la clínica estructuralista. Estos conceptos son más útiles que el de forclusión para dar cuenta de muchos casos y de sus tratamientos, porque alientan la pregunta de qué mantiene o podría mantener juntos los tres registros RSI.

Enganche-desenganche-reenganche
      Estos términos están relacionados con el de neodesencadenamiento y dan cuenta de una clínica orientada a localizar lo que en determinado momento se “desengancha” en un sujeto en relación con el Otro. Ya que esto aclara, retrospectivamente, el elemento que hacía de “enganche”, para dirigir la cura hacia un posible “reenganche”.
 Estos neodesencadenamientos corresponden a la desaparición de lo que era denominado el “punto de basta” para un sujeto. Al desprendimiento del “broche”. Lo que Lacan denomina “el síntoma” en el sentido en que el NdP se considera una forma tradicional y heredada adecuada a las neurosis.
      En los casos denominados de psicosis ordinaria, la clínica de los nudos hace imposible decidir entre P0 (forclusión del NdP ) o F0 ( ausencia de significación fálica ). Mientras que parece más adecuado localizar la relación con lo real del goce y también estudiar la función que para el sujeto tienen cada uno de los tres registros RSI y la parte que cada uno desempeña en el anudamiento sintomático.
Además, “neodesencadenamiento” no designa solamente el desencadenamiento psicótico; sino que permite interrogar cómo el sujeto se desengancha del lazo social (discurso) para engancharse con su goce. Este es el desenganche.
Por otra parte, “neodesencadenamiento” sirve para reagrupar formas clínicas variadas que se distinguen de la forma típica de desencadenamiento, cuyo paradigma es la “psicosis schreberiana”, la del encuentro con Un-padre.

Tipos de desencadenamientos
      Según Lacan, éstos se pueden clasificar según la temporalidad, diacronía o según su coyuntura,  sincronía.

A.     Formas clínicas según la diacronía
      Son aquellas en las que no hay un desencadenamiento espectacular, sino pequeños desenganches. Tienen una temporalidad extendida, no puntual. Después de revelada la psicosis, es posible localizar signos precursores y trastornos de evolución progresiva. Es el caso de revelación de fenómenos elementales o psicosis probadas en personas que por tratamientos de sustitución habían sido privadas de su larga práctica toxicómana. Estos sujetos testimoniaron que la adicción encubría dificultades de tipo psicótico, sin desencadenamiento típico. Habían permanecido asintomáticos por el tapón que coloca la droga en la división subjetiva del sujeto y por la identificación con el significante “toxicómano” en el campo de lo social.

B.     Formas clínicas según la sincronía
      Son aquellas en las que lo que domina en el momento mismo del desencadenamiento es el encuentro fortuito de un goce –goce del Otro y, u Otro goce– y la imposibilidad del sujeto para simbolizarlo y subjetivarlo. De manera que el sujeto no puede atar con palabras el goce, sea placer o dolor, y experimenta “el agujero” como tal.
      En estos casos, la significación fálica parece abolida F0; pero no se puede suponer un P0 porque no se da el encuentro con Un-padre y hay una aparente eficiencia de la figura paterna. A lo sumo podría deducirse P0 a partir de la suposición teórica de que es la condición lógica y necesaria de la ausencia de significación fálica.
      Los casos así agrupados son aquellos en los que predominan los trastornos de la relación con lo simbólico. Se centran en una experiencia que debe entenderse como confrontación con un goce del Otro que el sujeto considera totalmente enigmático, porque sólo le asigna el lugar de objeto y amenaza su vida psíquica, “su propia existencia”, según algunos analizantes.

Viñetas clínicas

A.  Desenganches sucesivos. Desenganche del lazo social, del Discurso.

1r caso. Un caso de compulsión pedofílica3
Se trata de un hombre que consulta a un analista porque desconfía del suyo y quiere dejarlo. Es algo que ya había hecho otras veces y quiere evitar la repetición.
Recuerda tres anécdotas como las marcas de su destino: en su infancia, la negativa de su madre a dejarlo solo para hacer sus necesidades, ligada al goce de su mirada cuando éstas se producían; en su adolescencia, la extraña petrificación del padre cuando lo llamó para que lo protegiera de una seducción homosexual; cuando es padre, la irrupción mortificante de una compulsión pedofílica. Digamos que él no ocupa el lugar simbólico de padre, sino que reproduce la relación incestuosa con la madre.
Estos rasgos clínicos, distintos en el tiempo, sugieren un desenganche escalonado en la historia del sujeto y están referidos a situaciones diferentes. El intento de resistir a la captación de la mirada materna cedió ante el desmoronamiento de la llamada al padre. Su estructura psicótica se jugó cuando cayó el padre por no saber hablar.
Este sujeto obtuvo algún saber en sus diversos análisis, pero no pudo situar el goce devastador que lo invade periódicamente.

2º caso. Joven anoréxica y cleptómana 4
Esta joven, enfrentada con su anorexia, desarrolló un síntoma de cleptomanía que tiene distintas vertientes:
-          Roba cosas que no sirven para nada a fin de acumular reservas que no deben disminuir por “miedo a que falte”. En la vertiente significante vemos el deslizamiento entre comer nada y robar sustitutos de comida.
-          El acto se realiza desafiando y provocando al Otro para interrogar a la ley ya que lleva los objetos robados de manera que puedan ser vistos.
-          En la vertiente pulsional, lo que empuja al acto de robar es enunciado como: “Es más fuerte que yo”, “Nunca es suficiente”, “Es una bulimia-cleptomanía, “¿Sólo robé esto?”. Mientras que lo relativo a la comida es siempre muy poco y considerado demasiado.
Respecto a la pulsión oral, la demanda al Otro no está simbolizada. Algo se desenganchó en su estructura.
Cuando aparece el Otro de la ley, se sustrae sucesivamente al límite que intenta marcarle.
-          Padres: la mención de la ley y la cárcel no logran apaciguar la deriva. Contesta que no es libre y que en la cárcel estaría mejor que el psiquiátrico porque no la obligarían a comer.
-          Personal de vigilancia: al llamarle a atención diciendo que enviarían a los perros, responde que sólo tendrían un hueso para roer.
-          Comisaría: “nunca tuve miedo a los policías, lo que me molestaba era llegar tarde para comer”.
Esta muchacha se desengancha del lazo social, se sustrae a la ley, para engancharse en el goce.
La anorexia se constituye como un partenaire-síntoma. Sus palabras son: “A veces me pregunto qué me quedaría si me saco de encima este síntoma”. Lo que está en juego es la pulsión de muerte que la carcome interiormente. Dice: “Me fascina la violencia, los dramas en directo por TV, los terremotos donde se muestran cantidades de imágenes de muertos y heridos. Me parece que nunca hay suficientes muertos”.

B.   Formas atípicas de la coyuntura de desencadenamiento. Encuentro con un goce enigmático más que con Un-padre.

1r caso. Marie-Pierre5
Esta mujer acude al análisis tras 17 años de cuidados psiquiátricos. Se dice marcada por la sensación de “deshabitar su vida”, a pesar de lo cual intentaba representar los papeles familiares “normales”, pero fracasaba porque los sentía como imitación de algo ajeno.
Sus repetidos estados depresivos los vivía como un refugio del mundo y, a la vez, como un estado de muerte. Cuando su madre iba a verla, veía superpuestas la figura de la muerte a la de su madre.
Su desocialización quedaba enmascarada por la dependencia de los padres que recibían el subsidio por adulto discapacitado y cuidaban de ella y de su hijo, de cuyo nacimiento se siente tan ajena como si lo hubiera parido su madre.
Su vida está marcada por los intentos de enfrentar la situación que originó su primera descompensación que fue la relación con los hombres. Una y otra vez se enfrenta con la carencia de un fantasma que dé cuenta del deseo sexual para poder enmarcar su relación con lo real.
En la cura intenta construir algo que funcione como fantasma para restaurar la imagen del cuerpo propio. Sus elaboraciones borran la presencia de hombre e intenta crearse una figura narsicizada, envuelta por un aura fálica de recuerdos de niña radiante. Dice que se sentiría feliz fuera de la civilización, donde no hubiera marcas de lo masculino y lo femenino. Sería mujer sin maquillaje, sin zapatos, sin hombre: sola y única.
La descompensación inicial ocurrió en su primera relación sexual con un muchacho del que creía estar enamorada porque era lo que los otros le decían. El momento de la penetración fue vivido como un balanceo en la nada. Lo describe como observadora de las maniobras que hacen los hombres y el extraño interés que muestran por los pedazos de su anatomía. Siente una desfalicización radical y un rebajamiento insostenible. De repente, está fuera de su cuerpo al que se le levanta una estatua.
La figura paterna aparece mínimamente, ella dice “insignificante”. Se podría deducir P0 como lo que está detrás de lo que se ve, que es la ausencia de significación fálica que se revela súbitamente en cada penetración y que es responsable de la regresión a la “hiancia mortífera del estadio del espejo”, Lacan. La petrificación de Marie-Pierre es efecto de F0. Ella misma subraya el “como una piedra” y la identificación con la virgen santa y madre que la sustentaba hasta el encuentro con el órgano masculino.

2º caso. La joven manipulada. Encuentro con un goce enigmático6
Se trata de una joven vista durante su internación causada por un acceso delirante. Se decía físicamente manipulada por sus vecinos de la ciudad universitaria.
El episodio psicótico se inició tras la primera relación sexual y lo describe como la invasión de una sensación extraña en su cuerpo. El orgasmo no fue reconocido como tal y la confrontó con un real imposible de simbolizar al que respondió con un delirio: una manipulación corporal persecutoria. Se trata del encuentro con un goce enigmático por falta de significación fálica F0, más que del encuentro con Un-padre.

3º caso. La joven del dealer, el traficante7
Esta joven había sufrido un episodio delirante aquietado con neurolépticos. Caracterizaron la cura la extremada defensa y la poca curiosidad y deseo de saber de la paciente.
Había tenido dos relaciones oficiales y anodinas que no la habían marcado.
El desencadenamiento se produjo a raíz de una tercera relación con un muchacho que “no era como es debido”, era un dealer. La relación era clandestina e iba recelando de él progresivamente. No sabía qué quería de ella. Ante el enigma de su deseo, su respuesta delirante fue que el joven estaba metido en la mafia y que no le deseaba el bien.  Cuando él insistió en verla, se agudizó la idea de un complot en su contra. Al mismo tiempo, tuvo alucinaciones verbales en las que una voz femenina, la reina de un mundo paralelo, la condenaba a un destino funesto: ser dominada por ese hombre como instrumento de una persecución organizada.
Pasó unos meses de estabilidad y trabajo, pero la pregunta de una amiga sobre cuándo iba a enamorarse, le produjo un nuevo desencadenamiento, un segundo episodio delirante-persecutorio. La relación con el analista se volvió hostil y desafiante y con la inspectora de su departamento de trabajo se hizo intolerable.
Interrumpió la cura brutalmente porque deseaba libertad para conducir su vida.
En este caso, el enigma del deseo del Otro confronta al sujeto con algo a lo que no puede responder. En un primer momento es el deseo de un hombre lo que suscita el delirio de una malevolencia organizada desde el mundo-Otro, donde reina una figura femenina todopoderosa. En el segundo tiempo, la pregunta de la amiga despierta el tema aplazado. En ambos casos, el encuentro con un real es el modo de desencadenamiento de una respuesta psicótica.

4º caso. La Señora P. “Ante todo que nada cambie”8
La señora P. cuenta que todo empezó cuando vio la película Les mots pour le dire y se reconoció en ella. Inició entrevistas con una psiquiatra que duraron varios años hasta que pidió ir un poco más lejos y fue derivada a un análisis. La cuestión de la estructura no se planteó de entrada porque fue enviada como una histérica.
Tras cuatro años de análisis, el lugar concedido al analista parece ser el de receptáculo de sus quejas de ahí el “ante todo que nada cambie”. La variabilidad de su estado siempre responde a sus dificultades con los otros. Principalmente con su madre: “Hace de todo por alienarme, yo no puedo controlarlo y exploto” . “Estoy mal porque estoy en un posenojo / pospelea”. En el trabajo se siente manipuladora y manipulada. No soporta a los vecinos porque hacen ruido. Se muda de casa porque “allí no se es anónimo”, pero la nueva vecina también es ruidosa.  No entiende por qué está tan alerta y lo oye todo.
Su historia comenzó como niña no deseada. “Tienes suerte, pudiste elegir”, le dijo la madre cuando se provocó un aborto. Cuando tenía 15 años, oyeron ruidos en el negocio familiar, su padre sorprendió al ladrón y fue asesinado. Recuerda un grito y tiene grandes dificultades  para situarlo en el tiempo.
Este hecho podría hacer pensar en los olvidos histéricos, pero no es un trauma que prepararía la neurosis, sino más bien un neodesencadenamiento, forma particular de entrada en la psicosis, porque nada se desencadenó, ni cambió. Al contrario, todo se congeló, de modo que a partir de allí siguió construyendo su vida de manera muy normativa.
Terminó bachillerato. Hizo un examen administrativo. Se fue de casa rápidamente y vive de su oficio con un compañero con el que tiene un hijo. No hay en ella ningún deseo, sólo angustia.
Su posición respecto del Otro es siempre una identificación-alienación situada en lo imaginario; el otro le permite vivir: madre, terapeuta, analista.
“Para poder vivir tendría que ser anónima”. Según ella la solución sería vivir en la casa de su marido y llevar su apellido, pero eso supondría desaparecer detrás de este hombre-compañero del que lo único que conoce es que es euroasiático. Nunca refiere la sexualidad como un problema. De vez en cuando quiere tener relaciones con algún colega sin ningún estado de ánimo. No hay exclusión de la genitalidad, sino forclusión de la significación fálica.
Tras ver la película Mejor imposible con J. Nicholson, le pareció que podría escribir una novela con su vida porque según dice las palabras le encantan, la alivian, la calman. Pero son palabras que operan de manera metonímica, brotan sin parar, sin pausa. No permiten la metaforización. No llama a una respuesta del lado del Otro.
Observamos que no describe problemas con el cuerpo y parece que no hay desencadenamiento.  Siente angustia y dificultad para historiarse.

C.  Viñetas de la clínica del autismo

1r caso. Noël9
Este niño fue un bebé normal. A los seis meses, empezó a pronunciar sílabas repetidas, entre ellas “mama”. Después, el lenguaje se detuvo y la mirada se perdió. Parecía no notar la presencia de su madre; sin embargo, lanzaba alaridos cuando se ausentaba. Hubo desencadenamiento de una psicosis-autista que sucedió cuando tendría que haberse constituido la experiencia del espejo. El deseo hubiera debido orientarse después de los primeros intercambios de miradas.
El rechazo de la voz y la mirada recuerdan un desenganche del Otro del significante y del Otro del cuerpo y de la imagen. Los primeros signos patológicos de Noël, ignorar la presencia y gritar la ausencia de madre, sugieren que conciernen al primer intervalo simbólico de la presencia y de la ausencia de la madre. La psicosis se inició con una falta radical de todo proceso primario de simbolización.
El niño fue llevado a un analista a los seis años. No miraba, emitía alaridos, padecía alucinaciones, pero dibujaba planos. Noël tuvo una reacción inesperada después de una sesión en que el analista fue a otra habitación para recoger la lapicera que faltaba. Al finalizar, Noël quiso entrar en la habitación dando muestras de júbilo. La siguiente sesión no pudo realizarse por un retraso. El analista quedó algo preocupado y al mirar por la ventana vio que Noël lo miraba por primera vez. En adelante, la mirada fue intencional de vez en cuando. El graznido dio paso a un lenguaje esquizofrénico y la lapicera le sirvió para su trabajo de escritura y de delimitación geográfica y corporal.
Se puede plantear la hipótesis de que las sesiones confrontan al niño con cierta transferencia, con una falta que percibe en el analista y que se refiere al objeto lapicera.

2º caso. Mickael10
Tiene ocho años, no habla y presenta rasgos clásicos de autismo. Según sus padres, tuvo una evolución normal. Empezó a decir algunas palabras; pero todo se detuvo hacia los dos años y medio, el día en que su madre lo dejó cuatro horas en la guardería. Cuando lo recogió, manifestó su cólera hacia ella y desde ese momento no habló más. La madre contó que nunca antes lo había dejado más de cinco minutos de tiempo real.
El desenganche se refiere al uso de la lengua para establecer lazo social. Es como si hubiera pensado: si hablar la lengua materna conduce a la escuela que me separa tanto tiempo de mi madre para juntarme con desconocidos, prefiero desengancharme de la lengua.
Mickael no está en la lengua, pero está en el lenguaje, como lo indica el hecho de taparse los oídos. También muestra algunos efectos del lenguaje en su cuerpo, como su interés por los agujeros de la nariz. La pregunta importante es cómo podría operarse una tentativa de enganche sabiendo que el tratamiento lo introduciría en el traumatismo del que quiso librarse.

Notas
1. Jacques LACAN, Escritos. Barcelona, RBA, 2006, p. 558.
2. Jacques-Alain MILLER y otros: La psicosis ordinaria. Buenos Aires, Paidós, 2014, pp. 237 y ss.
3. Op. cit., p. 22.
4. Op. cit., p. 23.
5. Op. cit., p. 26.
6. Op. cit., p. 30.
7. Op. cit., p. 31.
8. Op. cit., p. 33.
9. Op. cit., p. 36.
10. Op. cit., p. 38.


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    Cabe, en definitiva, destacar las siguientes cuestiones tratadas en la reunión :


  •      La cuestión del desencadenamiento en las psicosis ordinarias parece más complejo que en las psicosis extraordinarias. En este estadio de la Conversación clínica de Antibes, hasta donde hemos leído, Miller incluso toma en cuenta la posibilidad de que no haya desencadenamiento. Pero la balanza parece inclinarse más bien del lado de que sí suele haber desencadenamiento, pero luego un reanudamiento que lo eclipsa. Es decir, hay una estructura de “enganche, desenganche, reenganche” –lo cual solo se puede conceptualizar mediante una clínica borromea. Cuestión clínica: es valioso ubicar en la cura qué hace de enganche en relación al Otro, para un sujeto, para poder dirigir la cura hacia el reenganche.


  •    La otra cuestión respecto al desencadenamiento es que no todos los desencadenamientos en la psicosis ordinaria responden a la coyuntura dramática, schreberiana, en que el sujeto psicótico se ve confrontado, en oposición simbólica, a Un-padre. Hay más bien desencadenamientos producidos por la confrontación con un goce del Otro o un goce Otro. El encuentro sexual parece provocar a veces un desencadenamiento. El psicótico ordinario se ve en la imposibilidad de simbolizarlo y subjetivarlo de algún modo. El goce resulta absolutamente enigmático, por la falta de significación fálica. Elocuentes fueron los casos de mujeres jóvenes, expuestos por Pilar, que se brotan tras el primer encuentro sexual, o bien que no dejan de confrontarse con la no relación sexual, como mariposas atraídas por el fuego (la metáfora es del texto). Así que en muchas psicosis ordinarias, destaca más Φ0 que P0. No obstante, el texto menciona también un caso de psicosis ordinaria donde la sexualidad no es ningún problema: no hay exclusión de la genitalidad, sino forclusión de la significación fálica.


  •      Llaman la atención en las psicosis ordinarias los síntomas siguientes: la sensación de estar ausentes de sí mismos, de deshabitar su vida, su “ser desertado”, su "pura ausencia”, su desocialización enmascarada, sus intentos de representar papeles normales, hacer lo conveniente, sus dificultades con los otros por su posición de identificación-alienación situada totalmente en lo imaginario, la falta de deseo, el plus de angustia, y, en general, el “pfuit”, la fuga del sentido. De allí que a veces las palabras broten sin parar, sin pausa posible, sin llamar a una respuesta del lado del Otro. Por otro lado, los desenganches del lazo social resultan ser enganches a la pulsión (lo cual se ve particularmente claro en el caso de la anoréxica).


  •      El tema que provocó cierta controversia fue el estadio del espejo, en tanto ilustra “la tesis de la psicosis nativa”. Dice Miller : “En segundo lugar, no olvidemos que el estadio del espejo ‘De una cuestión preliminar…’ no es el que Lacan describía inicialmente, es un estadio del espejo casi psicótico. Cuando no está organizado por lo simbólico, es un estado de orden psicótico, habitado por un sufrimiento primordial, kleinoide. Cuando se retrocedió tópicamente al estadio del espejo, es la psicosis. Dicho de otra manera, ese estadio ilustra la tesis de la psicosis nativa.” Queda, pues, por investigar la cuestión del estadio del espejo más a fondo.

                                                                                                                       Alín Salom