Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




miércoles, 18 de diciembre de 2019


DEL MASOQUISMO FEMENINO A LA PRIVACIÓN

Patricia Montozzi




Antes de meternos de lleno en esta cuestión del masoquismo (femenino) propongo pasar por algunos artículos de Freud que constituyen la columna vertebral del masoquismo.

En “Pulsiones y destinos de Pulsión” (1915) Freud piensa el masoquismo es como un sadismo vuelto hacia el propio yo, en el cual el objeto de la pulsión, es decir “aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta”, ha cambiado la vía. Este cambio de objeto coincide con un trastorno de la meta activa –martirizar– en meta pasiva –ser martirizado–.  Así se puede pensar que el masoquismo deviene secundariamente del sadismo, de la siguiente forma:
  •     El sadismo es una acción violenta hacia otra persona como objeto
  •     Este objeto es resignado y sustituido por la persona propia (cambio de meta activa en pasiva)

Me parece que, aquí Freud dice que el infligir dolor no constituye una meta originaria de la pulsión mientras que sí lo son las sensaciones placenteras provenientes del dolor  “una vez que el sentir dolores se ha convertido en una meta masoquista, puede surgir retrogresivamente la meta sádica de infligir dolores, produciéndolos en otro, uno mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que sufre”. Se entiende por qué Freud en 1924 dirá que el sádico goza de manera masoquista.

El segundo momento del masoquismo en la obra de Freud se sitúa en “Pegan a un niño” (1920). Hago un punteo de los momentos.

Primera fase: “Pegan a un niño”. El niño azotado nunca es el fantaseador. Es otro niño, generalmente un hermano si lo hay. La persona que pega es al inicio un adulto indeterminado que posteriormente se vuelve reconocible en la figura del padre. Esta fase se recuerda conscientemente y se la puede llamar sádica, aunque el fantaseador nunca es el que pega. Se formula como: “El padre le pega al niño”; y Freud añadirá: “El padre pega al niño que yo odio”.

En la segunda fase, la persona que pega sigue siendo el padre, pero el azotado es el propio niño fantaseador. Esto tiene un carácter masoquista. Se formula como “Yo soy azotado por el padre”. A diferencia de la anterior se formula en voz pasiva: “soy azotado”; no “el padre me pega” –habría  inversión sujeto-objeto–.

Freud deriva la fantasía masoquista inconsciente del segundo tiempo “mi padre me pega” a una torsión de la primera fantasía, “el padre pega a un niño”, la cual estaba sostenida por el influjo de las mociones eróticas hacia el padre, haciendo recaer el odio del mismo hacia el otro niño.

¿Qué es lo importante de esta fantasía? Que es una construcción en análisis, pues la paciente no la recordaba conscientemente, o sea,  era efecto de la represión. Ahora, la transformación regresiva es producida por la conciencia de culpa que ha producido el complejo de castración  y la represión opera sobre los impulsos eróticos incestuosos, lo que hace surgir el castigo bajo la forma de “mi padre me pega”. Esta fantasía es la expresión de  la conciencia de culpabilidad en la cual sucumbe el amor al padre y que transforma el sadismo en masoquismo. Freud explica que la represión ha puesto en marcha una regresión a la fase sádico-anal de la vida sexual, sustituyendo “mi padre me ama” por “mi padre me pega”.

La Tercera fase se aproxima a la primera. Es consciente. La persona que pega nunca es el padre es otro  -un maestro. Los azotados son ahora muchos niños, varones, y el fantaseador no sale en la escena. “Seguramente estoy mirando”.

Lacan, en el capítulo XIII del Seminario 5, Las formaciones del inconsciente (pág. 250), dice que es el sujeto mismo quien es abolido por el efecto del significante, porque en este fantasma de fustigación, el látigo es un significante privilegiado. “El carácter fundamental del fantasma masoquista tal como existe efectivamente en el sujeto es la existencia del látigo”.

Hay un doble valor del significante: amor y castigo:

“Siempre hay en el fantasma masoquista un lado degradante y profano que implica, al mismo tiempo, la dimensión del reconocimiento y la forma prohibida de relación del sujeto con el sujeto paterno, esto es lo que constituye el fondo de la parte desconocida del fantasma”.

En el Seminario El Reverso del psicoanálisis, Lacan señala el tiempo central  o sea el segundo tiempo del padre. Lo más importante es que no se nombra al que pega y que hay que distinguir el enunciado del fantasma, el tú me pegas.

“El tú me pegas es una mitad del sujeto, es la fórmula que constituye su vínculo con el goce. Sin duda, recibe su propio mensaje en forma invertida –aquí significa su propio goce bajo la forma del goce del otro”.

Por tanto, la fantasía seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica, pero no debe olvidarse que el niño fantaseador nunca es el que pega.

En “El problema económico del masoquismo” (1924) Freud advierte que el dolor y el displacer pueden convertirse en metas dando lugar a la tendencia masoquista en la vida pulsional de los seres humanos, porque bajo su empuje el aparato psíquico queda bajo el primado de la pulsión de muerte. De esta manera sería un más allá del principio de placer. El sadismo no es un peligro para Freud, porque la pulsión de muerte se traslada hacia fuera poniéndola al servicio de la función sexual satisfaciéndose en objetos en vez de tomar el propio cuerpo. Aquí Freud plantea de forma decidida que hay un masoquismo primario u original que se da a partir de la mezcla  de las pulsiones y donde “la pulsión de muerte no es derivada hacia el exterior, permaneciendo en el yo y además ligada libidinosamente  tomando a éste por objeto, lo cual conlleva un monto placentero.”

Finalmente dice de este masoquismo originario que es constitutivo, como huella fundante entre Eros y Thánatos. A partir de aquí se puede constituir el masoquismo erógeno como estructura perversa propiamente dicha. El sujeto se hace instrumento del otro para ser pisoteado/degradado, etc.

Según Freud, este masoquismo erógeno adquirirá diferentes revestimientos según la etapa libidinal que atraviese el sujeto. Oral: ser devorado por el padre; sádico-anal: ser castigado por el padre; fálica: ser castrado/poseído o parir (versión femenina).

Laurent, nos dice que el fantasma “pegan a un niño” en su versión femenina asegura una distribución justa del goce”. Significa que protege al sujeto de que el goce no se fije, o sea de un masoquismo erógeno.-

¿Cómo sería el proceso del recorrido pulsional?

a)    Masoquismo erógeno originario: la pulsión de muerte permanece en el interior del organismo, siendo ligada libidinosamente.
b)    Sadismo: la pulsión de muerte es desviada hacia el exterior, poniéndose al servicio de la función sexual.
c)    Masoquismo moral, vuelta de la pulsión de muerte hacia la persona propia sin pasividad, a través de la voz del martirio o autoreproche.
d)    Masoquismo erógeno como superestructura psíquica donde se busca a otro que martirice, porque  el sujeto se ha hecho  objeto de goce del Otro.

Viñeta clínica …

Vamos de lleno al  concepto de masoquismo femenino. Freud se preguntó: ¿qué quiere la mujer? Ella quiere sufrir…

Cuál sería la diferencia entre  la posición masoquista y la posición femenina. Preguntamos qué hay de común entre un masoquista y una mujer en la pareja que forma con el partenaire, supuesto deseante. El uno y la otra se ponen en la posición de objeto. Y ponemos al analista. Quiero decir que los tres hacen semblante de objeto. Este semblante de objeto, se vincula al deseo, pero es el mismo deseo en cada caso. ..

El ser mujer supone una división entre lo que es para el Otro y lo que ella es como sujeto del deseo. Lacan, señala que su lugar en la pareja sexual no tiene en cuenta su deseo si no el deseo del otro. Para ella basta que se deje desear en el sentido del consentimiento. Este SER PARA EL OTRO de la mujer, a lo largo de su enseñanza, Lacan,  lo designó con diversas fórmulas, –ser el falo, ser el objeto– y finalmente en 1975, ser el Síntoma. Pero todas  estas fórmulas dejan de lado el deseo de aquella o aquel que vienen a ocupar el lugar de objeto.  

A la mujer le es difícil aislar su deseo dado que si lo pensamos desde el consentimiento, éste es el límite de su deseo. Es una forma de pensarlo.
El hacer de objeto de la mujer, hay que pensarlo desde un lugar imaginario o sea con el estatuto del semblante de objeto, que nos derivaría  claramente a toda la línea de la mascarada femenina.

¿Qué hay del Masoquista? Lacan lo nombra como un humorista (ya veremos con que tiene que ver esto).

Pensemos el lugar de objeto, en cada caso. El masoquista se quiere objeto rebajado, humillado él se hace desecho. La mujer, muy al contrario, se llena de brillo fálico para ser el objeto agalmático con el otro y despertar su deseo. El analista, en este  hacer semblante de objeto, pasa a través de la metamorfosis de la transferencia: primero agalma en tanto que SSS  y al final objeto de desecho.

¿Por qué el objeto agálmico cautiva el deseo? Porque su poder está en la falta que incluye. Se puede pensar en una mascarada,  justamente porque simula  la falta a través de la mascarada para recubrirla. Pero también existe una mascarada masoquista que hace ostentación de la falta o del dolor, hasta  la insuficiencia.

Lacan dice que el masoquismo femenino “es un fantasma del deseo del hombre”. Se produce por el entrecruzamiento de la forma erotómana del amor femenino y  las condiciones del deseo del hombre, que requieren que el objeto tenga la significación de la castración. Por ello se puede entender la falta de límite en las concesiones de las mujeres con el fantasma masculino. Aquí se pensaría toda la línea del sacrificio que está dispuesta a hacer una mujer por un hombre,  por ejemplo.

En la mascarada la mujer se somete a las condiciones de amor del otro pero hay que remarcar que a causa de la represión esto opera a ciegas, no sabemos los deseos que esconde el inconsciente. Lo que  sí favorece esto es la condición de estar castrada.

En el  masoquista, la cosa cambia. Sabemos que aquí no opera nada inconsciente, no hay nada librado al azar; muy al contrario, es la condición de goce. El masoquista es el amo y arma la escena.

¿Qué es lo que busca una mujer? El sesgo del amor en el otro. Un masoquista busca el punto de angustia donde desfallecen los semblantes, donde cada uno retrocede. En ese sentido está la cuestión del retroceso y la simulación, el pacto masoquista  (propuesta de 24/7).  Creo que esto nos da la pista de la  diferencia y por qué Lacan habla del masoquista como un humorista.

Retomo la  primera  frase sobre el sufrir de la mujer en Freud, para ver en Lacan el Seminario 21 donde él critica esta posición.  En relación a esa asignación tan localizada en el ser de la mujer con el dolor en lugar del placer y pondrá en duda el  asociar esto en relación al ser, y esta será la fuerza del concepto de privación  que introduce Lacan, poder dar cuenta del goce particular que tiene una mujer al despojarse del registro del tener, sin que eso de cuenta de ningún masoquismo.

 La privación

Introducido por Lacan en los años 50, intentando abrir diferencias en relación a la frustración (el término acuñado por los analistas anglosajones). Intenta diferenciar estos conceptos localizando en la privación algo que no es del registro del tener y que se puede demandar. Hay un registro en el que no se demanda y que es el ser, a través de todo un recorrido. El recorrido del deseo, que no es deseo de tener, porque el deseo se soporta en la  –la metonimia de la carencia de ser– o, dicho de otro modo, es la metonimia de la falta en tener.

Lacan hace de la privación el instrumento para repensar el ser de las mujeres tal como fue dejado por el masoquismo. Aquí es donde Lacan prefiere el término estrago más que masoquismo para las mujeres.

Siempre en la línea de que las mujeres se encuentran protegidas de la amenaza de castración, en ese sentido pueden  ir más lejos, en relación al dolor y por devoción al amor. Así un hombre puede ejercer estrago sobre una mujer y no por eso ella es masoquista.  Poner su cuerpo en un límite más allá,  que asegure el goce del otro, en el que se  aseguran que el tú me pegas les vuelve en forma invertida.

Se puede ir un poco más allá, sí, en lo que Lacan llamó, la locura femenina propiciada por  el estilo erotómano del amor y no fetichista del  hombre que sí tiene un límite.

Referencias Bibliográficas

FREUD, S., “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras Completas, vol. XIV, Buenos
Aires: Amorrortu, 1978.
FREUD, S., “Pegan a un Niño”, Obras completas, vol XVII, Buenos Aires: Amorrortu,
1979.
FREUD, S., “El problema económico del masoquismo”, Obras completas, vol. XIX, 
Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
LACAN, J., “El fantasma más allá del principio de placer”, El seminario, Libro 5,
Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires: Paidós, 1999.
LAURENT, E., “Del masoquismo femenino a la privación, El psicoanálisis y la elección
de las mujeres, Buenos Aires: Tres Haches, 2019. 
SOLER, C., “La mujer ¿Masoquista?”, Lo que dijo Lacan de las mujeres, Buenos
Aires: Paidós, 2013.
FERNÁNDEZ BLANCO, M., “Feminicidio”, https://elp.org.es/feminicidio/
(20/09/2019).



 ¿MASOQUISMO FEMENINO? SÍNTESIS

Alín Salom


La cuestión del masoquismo femenino es un tema controvertido. Ha habido posturas opuestas al respecto, en la querella del falo. Cuando, más adelante, Lacan reelabora la cuestión de la feminidad, lleva a cabo un desplazamiento de conceptos.

En “El problema económico del masoquismo” (1924) Freud afirmaba que hay un tipo de masoquismo que es femenino, y es “fácilmente asequible a la observación”: sujetos masculinos fantasean encontrarse en “una situación característica de la feminidad: ser castrado, soportar el coito o parir” (O.C., p. 2754). Freud parecía sugerir que consentir a la feminidad implicaba asumir cierta dosis de masoquismo. Sólo destacaremos dos posturas que hubo en la querella del falo: la de Deutsche y la de Horney. Una de ellas radicalizó la postura freudiana, la otra la rechazó. Helen Deutsche llevó aún más lejos la postura freudiana. Declaró que la feminidad estaba constituida por cuatro rasgos: pasividad, narcisismo, maternidad y masoquismo. Dijo que el masoquismo era “la más fuerte de todas las formas de amor” y que el parto era una orgía de placer masoquista (!). Agregó una idea interesante: el fantasma fundamental en las mujeres no es “pegan a un niño”, sino “violan o prostituyen a una niña”. En cambio Karen Horney sostuvo una posición muy actual, tentadora: factores culturales hacen que las mujeres acepten maltratos.

Lacan no habla de masoquismo femenino, sino de estrago. No habla de castración en la mujer, sino de privación del falo simbólico. No habla de goce masoquista, sino de goce Otro. Para Lacan el masoquismo femenino no es ni biológico, ni constitutivo de la feminidad, ni cultural. Es un fantasma masculino. Ellos gozan imaginándose que a ellas les gusta que las maltraten. ¿Y ellas? 

A la mujer no le falta nada en lo real, sí en lo simbólico –si es que ella consiente esta posición–. Ella sacrifica el tener el falo para ser el falo del hombre. Es una estrategia frente a la falta. Para ser el falo de él, ella se tiene que prestar a su fantasma. Para ser el falo, ella necesita del amor del hombre. Ahí es donde se queda ella enganchada al amor, a una sobrevaloración del amor, una especie de erotomanía, una religión del amor. Ahí es donde aparece la posibilidad de la deriva hacia el estrago. Ella busca ser un objeto agalma, simulando la falta si hace falta. Pero puede verse reducida a un objeto de desecho, un objeto palea. Aun así le resulta particularmente difícil desengancharse del amor. Le va el ser en ello. Manuel Fernández Blanco, en el artículo “El feminicidio” que hemos trabajado, lo explica así: “La posición sexual clásica de la mujer era la de prestarse a la perversión polimorfa del hombre, lo que la conduce a la mascarada y en ocasiones al sin límite, al estrago, cuando lo ilimitado de las concesiones que puede hacer para un hombre ‘de su cuerpo, de su alma, de sus bienes’ no encuentra el límite por la ausencia del signo de amor.”

Por lo demás, tampoco hay que quedarse fascinado con el estrago. Conviene tener presente que la demanda de amor de ella apunta a un Otro castrado. Ella demanda que él pase por la falta, que le dé lo que no tiene, es decir, que confiese su falta, en definitiva, que asuma su castración. De ahí la resistencia de los hombres a enamorarse, su agresividad para con el objeto de su amor –que los castra, los confronta con su falta y con el goce femenino que excede al goce fálico–. Y pobre de él si se enfrenta con la verdadera mujer, una Medea o una Madeleine Gide. Ella  horadará en él un agujero si deja de responder a su demanda de amor; no admitirá quedar como un objeto palea. Ellas, en general, pretenden hacer del amor un todo, para evitar enfrentarse con la no relación sexual.



lunes, 25 de noviembre de 2019

Reseña de la conferencia de MYRIAM CHANG: "La querella del falo y su desenredo en Lacan" - 15 de noviembre 2019

Myriam Chang comenzó su conferencia señalando qué está en juego en la querella del falo que tiene lugar a principios del siglo XX en el movimiento psicoanalítico: la diferencia sexual y, en concreto, la sexualidad femenina. 


Dedicó el primer batiente de su conferencia a Freud. Expuso el planteamiento freudiano respecto a la diferencia sexual en los años 1920-1930: hay en el niño un primer momento de indiferenciación; un segundo momento de observación de la diferencia en términos de “hay o no hay falo”; un tercer momento de defensa o desmentido de la falta; un cuarto momento de caída de la defensa y constatación de la castración de la madre y un quinto momento de desenlace: el niño acepta la castración y sale del Edipo; en cambio la niña acepta la castración y entra en el Edipo. Voilà el planteamiento freudiano.

Myriam Chang señaló que el Edipo no es, entonces, un tiempo cronológico, sino un tiempo lógico, jalonado por el instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir. No obstante, la conclusión deriva de “una insondable decisión del ser”, donde queda elegido una modalidad de defensa concreta: ya sea la represión, ya sea la denegación, ya sea la forclusión. Así es como se definirá no solo la estructura clínica del sujeto, sino también su “ser para el sexo”.

Lo que importa entonces, más que el complejo de Edipo, es el complejo de castración. Y más que la castración del sujeto, lo que entra en juego es la castración materna, la cual pone en juego la mujer que hay en la madre. Myriam Chang hizo allí un paréntesis lacaniano: el niño está muy interesado en la relación entre sus padres; se ha de confrontar con la “no relación sexual”; pero estas figuras enmascaran el misterio de su unión o de su desunión.

Volvimos tras este paréntesis a Freud. En la querella del falo Freud sostiene la primacía del falo, pero reduciéndola a tener o no tener el falo. La niña le parece igual de orientada que el niño por el significante del falo y pasa, como él, por la castración. La diferencia es que para ella castración no es una amenaza sino un hecho consumado. Surge entonces en la mujer la envidia del pene, la cual desemboca en tres consecuencias: (1) un sentimiento de inferioridad, o sea, una herida narcisista contra la cual la mujer probablemente se va a revolver; (2) celos, que suelen desempeñar un papel importante en la vida anímica de la mujer; y (3) un estrago, un desasimiento de la madre.

Según Freud, ante esta coyuntura tres posibilidades se abren ante la niña: (1) una renuncia a la sexualidad en general; (2) un complejo de masculinidad que puede eventualmente concretarse en homosexualidad; o bien (3) una orientación hacia el padre y hacia la maternidad, acompañada de una posición masoquista en relación con los hombres. Todo ello forma una constelación que se yergue ante Freud como un “continente negro”.

Myriam Chang dedicó el segundo batiente de su conferencia a la disensión surgida respecto a este planteamiento de Freud. Surge en el interior mismo del movimiento psicoanalítico una reivindicación feminista, una puesta en tela de juicio de la posición freudiana. Algunas psicoanalistas denuncian la injusticia que resulta de hacer de la falta fálica el núcleo del ser femenino. Karen Horney atribuye el penisneid a un factor meramente cultural; Josephine Müller da primacía a la vagina, insiste en que hay una investidura de la vagina, prefálica, preclitoridiana; Melanie Klein invierte la tesis freudiana afirmando que hay una posición femenina primaria no solo en la niña sino también en el niño, debida a la receptividad de la primera relación con el seno, la cual estructura todas las relaciones objetales futuras, tanto del niño como de la niña. Klein rechaza la primacía del falo, que queda como un objeto pulsional más, entre otros. Del otro lado, Jeanne Lampl de Groot, Helen Deutsch y Joan Rivière hasta cierto punto apoyan la visión freudiana, es decir, el papel predominante del clítoris y la tesis de la ignorancia de la vagina en la niña.

El tercer batiente de la conferencia fue dedicada al desenredo de la querella del falo por Lacan. En primer lugar, Lacan aclara que el falo es el significante lógico (no un mero elemento anatómico) de la diferencia sexual. En segundo lugar, Lacan señala que no solo se puede tener o no tener el falo (lado masculino), sino que se puede ser el falo (lado femenino). En tercer lugar, Lacan ubica lo femenino al final de su enseñanza del lado de un no-todo fálico, un goce imposible de regular y que hace a la mujer  Otra para sí misma. Un goce en más, que divide tanto a hombres como a mujeres, dijo Myriam Chang. La mediación fálica no drena lo que puede manifestarse de pulsional en las mujeres. 


En Lacan, dijo Myriam Chang, ¡para una mujer la relación con la castración no es lo esencial! Éste es el peine que desenreda la querella del falo. Ella tiene acceso a un goce que se sitúa más allá: un goce de fuera de lo simbólico, que surge del vacío que deja la forclusión del significante de la mujer.

A continuación, Myriam Chang desarrolló un cuarto batiente extremadamente interesante  en torno al tema de la maternidad y el estrago en la hija. La mujer no existe, en cambio la Madre sí. El goce de una mujer es Otro, en cambio el goce de la madre es fálico. La mujer representa la falta; en cambio la madre representa la riqueza, la abundancia, lo pleno que desborda, como señala Miller en Donc. La mujer no tiene, sufre y solo puede dar los signos de su falta.

Myriam Chang trajo a colación el testimonio de pase de Hélène Bonnaud, mortificada por el relato de una madre que contaba que gritaba de dolor cuando le daba el pecho a su hija a causa de un absceso. 

Chang recogió también la reflexión de François Ansermet en torno a la compleja nebulosa de la maternidad. Ansermet distingue entre deseos que suelen ser confundidos: el deseo de estar embarazada, el deseo de llegar a ser madre, el deseo de tener un niño. No son lo mismo. ¿Todos esos deseos responden a una decisión? ¿Un deseo? ¿Una voluntad? ¿Ella tiene un niño con un hombre? ¿Con otra mujer? ¿Con una tecnología? ¿Con ella misma? ¿Por qué devenir madre? ¿Cuál es la causa de este deseo? Hay allí una constelación de enigmas. Myriam Chang señaló que el ejemplo más extremo del enigma del amor materno es, como lo menciona Éric Laurent, el filicidio.

Myriam Chang presentó un hermoso texto de Rosa Montero donde la escritora explica cómo una generación de mujeres en España, entre las cuales ella misma se ubica, vivió bajo el influjo de madres que soportaron la pesada carga del patriarcado, asistieron a un movimiento de emancipación femenina de la cual no pudieron participar y educaron a sus hijas “soplando en sus oídos un susurro poderoso de protesta: “No te cases, no tengas hijos, sé libre, por mí”. “Haz todo lo que yo no pude hacer”, susurraron esas madres. Es así como Rosa Montero y muchas mujeres de su generación se abstuvieron de tener hijos.

Myriam Chang recogió también las “Dos notas sobre la feminidad” de Rose-Paule Vinciguerra, donde el estrago madre-hija pasa unas veces por las vías de una complicidad de tipo conyugal, otras veces por las de una fascinación horrorizada de la madre frente a la falta fálica de la hija.

Myriam Chang nos habló de la escritora Natalia Ginzburg que señala el pozo de melancolía donde las mujeres tienen la mala costumbre de caer. Pueden hablar de sus hijos y mucho, pero de este pozo no pueden decir nada. Pueden intentar nombrarlo diciendo: nariz fea, boca fea, piernas feas, aburrimiento, hijos sí, hijos no... A lo cual podríamos añadir: no tengo nada que ponerme, nada me queda bien, etc., etc., etc.  Dice Lacan: “ella está entre centro y ausencia”, o sea, en el centro de la función fálica y en la ausencia de centro de sí misma, nos explicó Myriam Chang. Siente un goce del que no dice nada, donde se experimenta como Otra para sí misma, donde permanece en la ignorancia y necesariamente en la soledad. Contrasta en ella ese estar más allá de la castración, “como pez en el agua”, con el estrago que padece en relación a la madre. ¡Ravage, ruina, daño, asolamiento!: relación tormentosa con la madre que aparece en muchos casos. ¡Poderosa ligazón preedípica, para decirlo en términos freudianos, que ata la hija a la madre, a pesar de que la considera como agente primordial de castración, a pesar de que le reprocha no haberla amado lo suficiente. Ella demanda a la madre más substancia. Mas la feminidad es imposible de compartir. Y para Lacan, nos explicó Myriam Chang, lo que da fuerza y magnitud al estrago es precisamente ese “Otro goce”.

Myriam Chang terminó su conferencia señalando que el estrago es lo más difícil para el final de análisis, para una mujer. Dependerá de ella el “refutarse, inconsistirse, indemostrarse, indecidirse”, dice Lacan en el “Atolondradicho”. En definitiva, tolerar la inconsistencia de la feminidad.

Myriam Chang tejió con delicadeza en su conferencia referencias analíticas con viñetas clínicas y referencias literarias. No solo impartió esta magnífica conferencia, sino que tuvo la amabilidad de compartir con nosotros sus notas, seguidas por una bibliografía extensa y precisa, que se prolonga en una serie de obras literarias en torno al tema del estrago madre-hija –bibliografía que ponemos inmediatamente a disposición del Grupo y el lector. Estamos infinitamente agradecidos a Myriam Chang.


BIBLIOGRAFÍA


BONNAUD, Hélène,             “Anatomía de un decir”, Freudiana, nº 64, 2012, p. 119.
FREUD, Sigmund,                 “La organización genital infantil”, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1984, vol. XIX, pp. 143-149.
“El final del complejo de Edipo, Obras Completas, ed. cit., vol. XIX, pp. 179-187.
“Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, Obras Completas, ed. cit., vol. XIX, pp. 261-276.
“Sobre la sexualidad femenina”, Obras Completas, ed., cit., vol. XXI, pp. 223-244.
“Conferencia 33. La feminidad”, Obras Completas, ed. cit., vol. XXII, pp. 104-125.
LACAN, Jacques,                  “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, Escritos, México, Siglo XXI, 1971, vol. 2.
“La significación del falo”, Escritos, ed. cit., vol. 2.
“De una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis”, Escritos, ed. cit., vol. 2.
El Seminario 4, Las relaciones de objeto, Barcelona, Paidós, 1994, p. 73.
El Seminario 20, Aun, Barcelona, Paidós, 1981, cap. VII.
“El Atolondradicho”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 489.
LAURENT, Eric,                   “El amor loco de una madre, Presentación de enfermos del año 2000. Consecuencias, nº 5, 2010.
MILLER, Jacques-Alain,       Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011.
MONRIBOT, Patrick,            Lo infantil en el diván. La cura del pequeño neurótico, Granada, EUG, 2012.
PALOMERA, Vicente,           Las psicosis ordinarias: sus orígenes, su presente y su futuro, Granada, EUG, 2010, p. 59.
POZO, Juan del,                     “La querella del falo”, on-line:  http://www.foropsicoanaliticopaisvasco.org/liburutegi/2014/QUERELLA_FALOapuntes_juan-del-pozo.pdf
VINCIGUERRA, Rose-Paule, “Deux notes sur la féminité”, on-line :


Literatura relativa al tema de las mujeres y del estrago madre-hija

FERRANTE, Elena,                 El amor molesto. Barcelona, Lumen, 2018.
                                             La hija oscura. Barcelona, Lumen, 2018.
SCHROBSDORFF, Angelika,   Tú no eres como otras madres, Periférica & Errata naturae, 2016.
GINZBURG, Natalia,              Léxico familiar, Barcelona, Lumen, 2016.
                                             A propósito de las mujeres, Barcelona, Lumen, 2017.
GORNICK, Vivian,                 Apegos feroces, Madrid, Sexto piso, 2017.
FLYNN, Gillian,                     Heridas abiertas, Madrid, El Andén, 2007.
DE VINGAN, Delphine,          Nada se opone a la noche, Barcelona, Anagrama, 2012.
STROUT, Elizabeth,               Me llamo Lucy Barton, Barcelona Duomo, 2016.
SCHNEIDER, Helga,               Déjame ir madre, Barcelona, Salamandra, 2002.
KYUNG-SOOK Shin,              Por favor cuida de mamá, Barcelona, Grijalbo, 2011.
KASISCHKE, Laura,              Una noche de invierno, Barcelona, Salamandra, 2017.




sábado, 26 de octubre de 2019

Taller de lectura: "¿Qué es una mujer?" de Marie-Hélène Brousse





Reseña de la lectura  de 
“¿Qué es una mujer?” de Marie-Hélène Brousse

Pilar Ruiz


La conferencia ¿Qué es una mujer? fue pronunciada por Marie-Hélène Brousse en Montreal en el 2000. En ella expone cómo Lacan revoluciona el psicoanálisis con el concepto de “goce femenino”, después de explicar que el discurso analítico ha abordado la cuestión de la diferencia sexual por el lado de las apariencias y de las identificaciones.

Los niveles de las apariencias son tres. La biología que no tiene saber sobre qué es una mujer, ni un hombre, en cuanto al sujeto del inconsciente; aunque esto no quiere decir que el real biológico no cuente para nada en la diferencia de los sexos. Se ha definido lo femenino por lo biológico porque los caracteres sexuales secundarios de la mujer son los de la madre; sin embargo, la clínica de pacientes demuestra que ser madre muchas veces no es la manera de sentirse más mujer sino menos.

La máscara o mascarada. Joan Rivière1 desarrolló la tesis de que la feminidad es la máscara defensiva que usan ciertas mujeres para esconder la masculinidad, evitar la angustia y la venganza de los hombres. La máscara femenina está ligada a la transmisión de las insignias y los emblemas maternales, como joyas, zapatos, ropa… Lacan tomó este concepto para explorar lo imaginario y lo simbólico en Los Escritos y en Los Seminarios a partir del “parecer”. Todo sujeto humano ha de hablar para entrar en la sexualidad, lo que supone una pérdida de real biológico porque el lenguaje es metafórico. De esta forma, la sexualidad es del orden del parecer, del malentendido. Del lado masculino consiste en la protección y del femenino en la máscara.

El semblante es el discurso. Es la manera de funcionar de lo simbólico. No se opone a lo real sino que es la única manera de acceder a él, luego sería en relación a lo real lo que la máscara en relación a la feminidad.

Definir la sexualidad a partir del lenguaje supone admitir que no hay más que un significante del deseo con el que constituir dos posiciones sexuales: una fetichista, del lado niño y hombre y otra erotomaníaca, del lado mujer. Con este término resalta la importancia del amor en la sexualidad femenina.

En cuanto a las identificaciones, tampoco permiten situarse como mujer. Freud descubrió que las histéricas parten de una identificación masculina al deseo de un hombre por una mujer en su búsqueda de una figura ideal femenina ya que se ven a sí mismas como privadas.

El goce no todo

En Encore, Lacan estudió la sexualidad desde una lógica diferente a la aristotélica. Se refirió a dos tipos de funcionamiento: el masculino o fálico que se funda en la lógica de lo universal sustentada en la excepción paterna. Todos sometidos a la prohibición del incesto. Dado que la sexualidad humana pasa por el lenguaje, responde al universal de la castración, lo que implica un funcionamiento de tipo universalista y clasificatorio para todos los seres hablantes sea cual sea su biología. El otro modelo de funcionamiento lógico es el del “no todo” (no todo fálico) en algunos sujetos, estén del lado hombre o mujer. Se entrevé un goce suplementario al goce sexual clásico que implica al órgano. 

Esta lógica del “no todo” está más allá de lo sexual. Supone un corte en el interior mismo de los sujetos que, por ejemplo, permite pensar la separación entre la mujer y la madre. El significante madre es universal, por tanto funcionaría del lado fálico, dentro del sistema simbólico que organiza las estructuras de parentesco. Pero una mujer puede no ser toda madre y que lo que quede fuera responda a otra lógica. Éste sería el caso de Medea para quien lo importante era la satisfacción inefable de ser una mujer para Jasón, no la madre de sus hijos a quienes sacrifica, sin sentimiento de culpa, cuando es abandonada. Al dejar a Jasón con vida, pero sin hijos, lo arranca del orden simbólico en el que estaba inscrito. Su odio apunta al sujeto, no a la persona. MHB también ilustra esta posición con el caso del hombre cuya mujer no le concede el divorcio para que pueda casarse con otra y tener hijos, sino que lo insta a tener hijos bastardos.

Lacan dice que ese goce enigmático no es sexual. Hay que buscarlo del lado del amor y el odio y en la escritura. Si se quiere entender el goce femenino hay que recurrir a los místicos, a los trovadores, a los poetas petrarquistas y a ciertos sujetos en análisis. Ellos demuestran que se obtiene un goce del amor y no del órgano o del encuentro sexual. Es decir, que dan cuenta de un goce más allá del falo. Es el goce del lenguaje que se manifiesta más en la escritura que en la palabra.

En resumen, hay un goce masculino para todos los hablantes y otro suplementario y enigmático. De este goce femenino no podemos establecer los límites como en el universal de la castración que está definido por la prohibición y en el que el deseo es el reverso de la ley. El goce femenino no hace lazo, no se busca sino que se encuentra y el principio de satisfacción está en el sin límite.


Notas

1.      Rivière, Joan, Womanliness as a Mascarade, 1929.


miércoles, 24 de julio de 2019

PROGRAMA GTPG 2019-2020



MÓDULO DE INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS LACANIANO
ACTIVIDAD DECLARADA EN LA SECCIÓN CLÍNICA DE BARCELONA DEL INSTITUTO DEL CAMPO FREUDIANO


FEMINIDADES


Feminidad y masculinidad están en pleno proceso de cuestionamiento y reacomodamiento en la actualidad líquida, actualidad licuada por diversos elementos: un feminismo cada vez más robusto que va calando en la sociedad, un movimiento LGTBIQ cada vez más reconocido (véase el éxito de las celebraciones del orgullo), la nueva tecnología médica que permite modificar las anatomías, el reconocimiento legal del “derecho a la identidad sexual”, etc., etc. El discurso está cambiando: una mujer acaba de ser nombrada “general” de Las Fuerzas Armadas Españolas (11/07/2019).
Ahora bien, el rechazo de la feminidad sigue presente en los discursos nostálgicos del orden del Padre. ¿Acaso no lo está también a menudo en los discursos de emancipación?

Por otro lado, parece haber cierto movimiento en las capas profundas del discurso psicoanalítico, desde hace ya algún tiempo, con la extensión por parte del último Lacan del goce femenino al parlêtre como tal, es decir, a todos los sujetos parasitados por el lenguaje. Si los dos goces, masculino y femenino, están tanto en hombres como en mujeres, vuelve a plantearse la pregunta por el estatuto epistemológico de la diferencia sexual. En efecto, “no sabemos qué son el hombre y la mujer”, dice Lacan en …o peor, en 1972. En la actualidad, la diferencia sexual ya no sutura la falta de proporción sexual.

Alentadas por las muchas jornadas que últimamente tocan el tema de la feminidad en la AMP (“Mujeres y discursos” de la FCPOL en Barcelona, “La discordia entre los sexos a la luz del psicoanálisis” en Valencia y en París “Mujeres en psicoanálisis), hemos decidido intentar elucidar a lo largo del curso 2019-2020 las declinaciones de la feminidad y del rechazo de la feminidad (que se extiende desde la fascinación al odio y aparece en todas las estructuras clínicas), las dos lógicas, los dos goces, las consecuencias de encarnar el Otro y los estragos diversos asociados a la feminidad. Intentaremos situar la divergencia entre el discurso analítico y el discurso feminista. Nos preguntaremos también por las virilidades que se construyen en la actualidad.


20 de septiembre              
Sesión preliminar. Taller de lectura y organización
MANUEL FERNÁNDEZ BLANCO: “No sabemos qué son el hombre y la mujer”
Expone: Carme Fernández

18 de octubre                    
Sesión de apertura. Taller de lectura: la feminidad
MARIE-HÉLÈNE BROUSSE: "¿Qué es una mujer?"
Expone: 

15 de noviembre               
Conferencia a cargo de MYRIAM CHANG
La querella del falo y su desenredo en Lacan

13 de diciembre                
Taller de lectura: el masoquismo femenino
ERIC LAURENT: “Del masoquismo femenino a la privación”
Viñeta clínica
Expone: Patricia Montozzi

10 de enero                        
Taller de lectura: Psicoanálisis y feminismos.
MARIE-HÉLÈNE BROUSSE: “El nuevo feminismo, lacaniano”
PIERRE-GILLES GUÉGUEN: "¿Por qué el psicoanálisis se ha vuelto insoportable para las feministas?"
VIRGINIE DESPENTES: Teoría King Kong, segundo capítulo.
Expone: Alín Salom

14 de febrero                     
Conferencia a cargo de JOSEP MARIA PANÉS
Modalidades del rechazo de la feminidad

20 de marzo           
Taller de lectura: La feminidad contemporánea
LÊDA GUIMARÃES: “¡No se apasione! La máscara de la feminidad contemporánea”
Expone: Agnès Wehr

24 de abril               
Taller de lectura: Maternidades
MARIE-HÉLÈNE BROUSSE: “El reverso de las madres” (?)
Viñeta clínica
Expone: Rosa Antolín

8 de mayo               
Taller de lectura: Virilidades                    
JACQUES-ALAIN MILLER: “Buenos días sabiduría”
ÓSCAR ZACK: “La virilidad cuestionada”
Viñeta clínica
Expone: Mayka Giménez

22 de mayo             
Sesión de clausura: Conferencia a cargo de GUY BRIOLE
Dos lógicas, dos goces en el parlêtre. ¿Qué diferencia, entonces, el hombre y la mujer?

19 de junio              
Conclusiones y proyectos






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