Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




martes, 16 de junio de 2020

El reverso de las madres




GUY BRIOLE : "El reverso de las madres, hoy" 

Reseña de ROSA ANTOLÍN



Para poder orientarme en la lectura de “El reverso de las madres, hoy” de Guy Briole, tomé tres conceptos a partir de tres textos:

1. La pulsión

S. Freud, Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Lección 32: La angustia y la vida instintiva: “La causa más ordinaria de la neurosis de angustia es la excitación frustrada. Una excitación libidinosa es provocada, pero no satisfecha, no utilizada, y en lugar de esta libido desviada de su utilización surge la angustia. Creí, incluso, justificado decir que esta libido insatisfecha se transforma directamente en angustia”. “Sabemos cuánto nos alejamos con ello de la opinión general; pero hemos de mantener firmemente que el miedo a la castración es uno de los motores más frecuentes y energéticos de la represión y, con ello, de la producción de neurosis.” “Es exacto que el niño sufre angustia ante una exigencia de su libido, en este caso ante el amor a su madre, tratándose, por tanto, realmente, de un caso de angustia neurótica.” “Pero no hemos dicho todavía cuál es el peligro real que el niño teme como consecuencia de su enamoramiento de la madre. Es el castigo de la castración, la pérdida de su miembro.”

2. La relación de objeto

Lacan, Seminario 4, La Relación de objeto: “El objeto genital, por llamarlo por su nombre, es la mujer”. “¿Qué fue lo que aportó Freud, siempre tan solo, sobre este tema? … La idea de un objeto armónico, que por su naturaleza consuma la relación sujeto-objeto, la experiencia la contradice perfectamente, no ya la experiencia analítica, sino incluso la experiencia común de las relaciones entre el hombre y la mujer. …ay en este registro una hiancia, algo que no va, lo cual no significa que eso baste para definirlo”.

3. Lo sintomático de la familia

Lacan, “Nota sobre el niño”: “En una palabra, el niño, en la relación dual con la madre, le da, accesible sin mediación, lo que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia, apareciendo en lo real. De ello lo que resulta es que, cuanto más real hace presente, mayor es el soborno al que está entregado en el fantasma.”

En la causalidad del sujeto, en la neurosis, el sujeto siente angustia ante la circulación de la propia libido, que se pone en juego en relación con el objeto. El sujeto reprime la verdad de su pulsión, ante la amenaza de castración, y crea síntomas sustitutivos, transformado la modalidad de satisfacción. El sujeto no renuncia nunca a la pulsión. En la constitución subjetiva, la separación de objeto, genera la falta. Generando la matriz simbólica donde, como ser parlante, se enraizará el orden simbólico.
La relación del sujeto con el objeto no es armónica, lo perdido (imaginario), no se puede volver a encontrar igual, esta hiancia, esta ranura, esta falta, queda inscrita, queda en potencia la posibilidad de inscribirse en lo simbólico, en el discurso. Eso pasa en la neurosis.

Así la función de la madre ya está en juego. En cada madre en su relación con el niño, se pondrá en juego la relación con el “Objeto de satisfacción HIJO”.  Esta pondrá a circular su propia fantasía libidinal, tendrá que vérselas con su propia falta en ser, su castración y su respuesta particular ante ella.  Ese objeto niño, conviene que no sea todo real. Conviene que la madre puede generar una hiancia en el sujeto, esta madre frustradora, potencialmente simbólica.  Esta madre no toda respondida ahí, en el objeto hijo, descompletada, en la medida que busca en otra parte, la del deseo.  Así  el intento de poder ser reconocida en el hombre, como una mujer. 

A partir de aquí pude situar el texto “El reverso de las madres hoy” de Guy Briole.

Inicia el artículo señalando que según J.-A. Miller, para Lacan  el ser mujer es aquello opuesto a ser madre.Una verdadera mujer no es la madre”. Señalando así ya una cierta oposición entre la mujer y la madre. Briole señala que para el sentido común, la madre es la verdadera mujer, una mujer realizada, y lo determinante para ello será tener un hijo. El sentido común rechaza la castración. En la medida que el objeto, obtura la falta en ser de la madre, obtura su falta. Para el Psicoanálisis la madre y la mujer están en lógicas distintas, esto es fundamental. La madre sería la mujer plena”. Briole parte de la argumentación que plantea J.-A. Miller: La madre está en la lógica de la que tiene y la mujer en la lógica de la que no tiene, está en la lógica de la falta, lo cual no quiere decir que a ella le falte nada, está en la lógica de la ausencia. La feminidad como testigo de la ausencia del ser, así cada respuesta es singular.

·         “La madre está del lado de la que tiene; está del lado de la abundancia;
·         La mujer, la “verdadera mujer” es, por excelencia, la que no tiene; es la que hace algo con ese “no tener”, por ejemplo, del lado de los semblantes.”

En esta oposición también señala la madre como a quien se demanda, porqué ella tiene. Esto se podría enlazar con la idea de la omnipotencia de la madre que nos indica Lacan, en el Seminario 4, pág. 71: “esa omnipotencia es de madre. … es ella la que es omnipotente, en ese momento ella puede dar cualquier cosa…” Esta omnipotencia de la madre le permite dar o no, responder o no. Puede no tenerlo todo, tener carencias, no responder;  y a la mujer se la desea, es el objeto de deseo y esto le permitirá  gozar de un hombre. La mujer que, a través de ser ese objeto de deseo, consigue ella misma gozar de su sexualidad, (a través de un lazo sexuado). En este lugar ella es la mujer fatal, la de la sexualidad. “… dit-fâme, sobre lo que dice de la fâme, la fama, la mala reputación.” Briole. Este punto de la sexualidad como algo traumático, podríamos pensarlo también como el rechazo a  la sexualidad.

Briole apunta a la elección de goce, como elemento fundamental para el lazo sexuado. Si bien no existe la relación sexual, sí existe un lazo sexuado, M.-H. Brousse. Podríamos formularlo como: de qué goza una madre?; ¿de qué goza una mujer? Y de cómo en este goce está implicado el partenaire; ¿de qué goza un padre?; ¿de qué goza un hombre?  Briole nos dice: “Un hombre siempre tiene algo que perder; digamos que un hijo no ocupa el lugar del falo de la misma manera para un padre que para una madre. El cara a cara está entre una mujer decidida a la posibilidad de perder y un hombre enredado en lo insoportable de pensar la pérdida.” Es decir un hombre que cree tener y puede hacer con la pérdida, y una mujer cree que no tiene y que también puede hacer con la pérdida.

Briole nos pondrá varios ejemplos, modalidades de encuentros.

 Satisfacerse con perder. Medea

J.-A. Miller añade con Lacan que “una verdadera mujer, siempre será Medea”. Entiendo que una mujer es aquella que sostiene a un hombre castrado, también en falta, donde  ella sea causa de su deseo. Pero Briole, con el caso de Medea va más allá.

Dice que hay mujeres que al ser madres no soportan la transformación del hombre en padre. Hay mujeres que hacen lo que sea para privar al padre, castrarlo, para tener al hombre. “Allí, ya no estamos del lado madre, donde este hombre del deseo perdido podría ser recuperado como un hijo más, dejándole ir a desear a otra parte”. Briole apunta que “una mujer que no tiene, no tiene nada que perder”. Pareciera que en esa posición, hay una satisfacción extrema en el perder, una mujer que se satisface en el perder, para hacer surgir el deseo de su hombre.  La posición de Medea, la que no tiene nada, la que para ser no tiene que tener.  Así entiendo el título del apartado. Es como si el hijo, para Medea, fuera todo real, por lo tanto para ser mujer lo tiene que matar. “De ello lo que resulta es que, cuanto más real hace presente, mayor es el soborno al que está entregado en el fantasma” (“Nota sobre el niño”, Lacan).

Viñeta: Una mujer que vive la llegada de su hija a la adolescencia, como un momento donde esta reclama actividades con su padre. La madre   empieza a tener celos de su hija como mujer y la difama, su cuerpo, su ropa, la  mirada hacia los chicos. Sexualidad difamada. Reclama a su marido, que solo tiene tiempo para estar con su hija, “al final ella conseguirá que nos separemos” dice. El padre intenta aplacar a esta mujer, dirá que no sabe cómo calmarla, que no hay manera que entienda a la “niña”. Aquí se ha roto el arreglo al que hace referencia Briole, un arreglo que toca el deseo en la pareja.

Hacerla madre           
                                         
Un hombre que escapa a la castración haciendo madre a una mujer, alude a su castración no teniendo que sostener el deseo hacia una mujer. Sostener el deseo, es complicado, pero no sostenerlo es peor, la relación sexual es la muerte, no hay solución.

Un hijo puede estar en el lugar de tapón a la falta en ser, para la mujer/madre y también para el hombre/padre. 

Viñeta: Un niño de 9 años que es el rey de la casa, su padre se queja de que su mujer, a la que llama mama, no lo mima lo suficiente, “es solo un niño, dirá”. El padre juega con él, ríe, parece un compañero de juegos de su hijo. Su mujer se queja de que su hijo quiere siempre dormirse con ella, y al padre esto no le parece mal, “solo es un niño”. Pasado un tiempo el  padre dirá” creo que lo que pasa es que mi hijo me hace pensar en mi, mi madre nunca me dio los mimos que yo necesitaba, pero a mi hijo no le hago ningún bien” Para este hombre ser padre, es una forma de poner un tapón a la falta en ser, a su propia castración, su mujer es una madre para su hijo y para él. Podríamos decir que elude su castración. Esta mujer pone en crisis el arreglo cuando ya no quiere más dormir con su hijo. Quiere su casa como su reino pero quiere dormir con su marido. Una madre no toda, que para este hijo se le hará insoportable.  

Briole: “Lacan no dudaba en situar la función del padre real sobre la vertiente castradora de su presencia efectiva, “afanándose en […] la madre” un padre real, tiene que poder estar castrado, para poder ser deseante de una mujer, la función de lo real que permite la falta en ser, la castración, posibilitando la sustitución simbólica.  

Un padremadre 

Briole muestra el caso de un hombre que haciendo a su mujer madre, obtura su propia castración, su falta, obturando así su deseo. Haciendo de esa mujer una madre admirable.  El desarreglo aparece en el momento en que él se reconoce como un hombre celoso, aparece el reverso del padre irreprochable. El desarreglo: “el diálogo de sordos de esta pareja: allí donde él la quiere admirable, en la vertiente madre, ella busca ser admirada”. El detonante  se produce cuando él advierte los celos, que causan su deseo,  “este deseo surge en él cuando toma conciencia de que ya el deseo no está más en su mujer; ¡ella no lo desea más! La mujer ha reventado a la madre, se hace evidente que ella podría desear en otra parte”.

Briole dirá que hay una confusión de papeles. Este padremadre está completo no expone su castración, pero su reverso es el hombre celoso que culpa a la rebelde de desear, de ser una mujer. LA desea cuando ella desea en otra parte, podríamos preguntarnos ¿qué desea realmente este hombre? Para este hombre.  “La sombra de la madre ha caído sobre la mujer”, la madre tapa a la mujer. Pero “no hay solapamiento entre el llegar-a-ser-madre y el ser-mujer”. Hay ahí un imposible, para esta  mujer el llegar a ser madre no ha solapado el ser mujer, no ha resuelto, no ha tapado su falta, y en un momento aparece el deseo en ella y los celos en él.

Viñeta: Un hombre reclama a su mujer en el lugar de madre, cumplidora de su deber y  una mujer que responde a ese lugar. Para esta pareja el sentido de la vida es ser padres y formar una familia. El desarreglo aparece cuando la hija pone en falta a esta madre, del lado del fracaso, un odio hacia la madre, que permite el surgimiento de la mujer (no todo lo puede esta madre). Este padre protector y productor culpa a la madre de su error, la neurosis de la hija, es vivida por este hombre como un fracaso de la madre. Una madre no toda, que es insoportable para este hombre que quiere ser todo padremadre. El reverso de este padre protector es este hombre que culpa a la mujer por no ser una buena madre. ¿Dónde está el deseo en esta pareja? 

Maternidad/feminidad: un anudamiento

Briole plantea que puede haber un anudamiento desde la feminidad a la maternidad, un pasaje dice él, que implica una solución, un cumplimiento. La feminidad en su falta, se resolvería con un hijo, la maternidad. Pero esta idea de la culminación de la feminidad con  la maternidad, tiene que ver no con un anhelo, sino con el rechazo mismo de la feminidad. No obstante Briole apunta al hecho de que esto no se puede resolver tan fácilmente. “Eso puede entenderse como una amenaza apenas velada: ellas no escaparán a su destino de mujer”. El rechazo a la feminidad no se puede obviar en lo que se manifiesta en el propio cuerpo con el embarazo. Entonces se pone en juego este enfrentamiento a lo real de la falta en el propio cuerpo de la mujer, con la maternidad. “De hecho el sujeto femenino tendrá que aprender con su propio cuerpo”. Como  el embarazo ya implica una transformación/ deformación  del cuerpo, este  pone a la mujer en crisis ante el ideal de belleza y la integridad de su cuerpo  como mujer al ser madre.  Explica el caso de una mujer que decide ser madre por segunda vez y esta división entre ser mujer o ser madre, me parece destacable como esta mujer no culpa al hijo de no poder ser una mujer, es una intervención quirúrgica que viene a proteger a este hijo, no siempre es así. Briole dirá que “con esta analizante, queda en evidencia cómo no todo de la sombra de la madre ha caído sobre la mujer.”
La maternidad como límite a la feminidad            

Presenta una viñeta de una mujer con una pulsión  sexual desbordada. Esta mujer que tiene un marido, no es en la relación sexual con él, en la que encuentra un lugar para canalizar su libido, es con su amante con el que ella goza, un amante ordinario que la lleva a una relación sexual donde se siente viva, pero también advierte algo imparable, insaciable en esa relación. Un hijo, la maternidad, podría poner un límite. Límite por el lado de saciarla, aunque “la razón no resiste frente a lo pulsional, que la vuelve a colocar en los brazos de su amante y relanza la duda: ¿quién es el padre?” ¿Quién es el hombre causa de su deseo? Esta mujer muestra cómo el inconsciente va, gobierna; cómo la mujer vuelve. Ser madre, llega un momento que no colma la sexualidad de la mujer. ¿Qué quiere esa mujer? Es la pregunta que vuelve, no resuelta en ¿qué quiere una madre?, que siempre será un hijo. Pero ¿qué quiere la mujer que está detrás de cada madre?

El caso ilustra bien: la mujer, por el lado del deseo, del ser deseada, del goce sexual, lo que implica estar  en posición de falta y búsqueda; la madre, del lado de la completud, del tapón con el objeto hijo. Y cómo la lógica madre/mujer no se puede  solapar (sombra). Hay arreglos que permiten vivir a media voz, momentos de ilusión donde pareciera que la relación sexual existe. Los arreglos serán siempre eso, y cada uno se las tiene que ver con su goce. J.-A. Miller pone de relieve que no hay solapamiento entre el “llegar-a-ser-madre” y el “ser-mujer”. Hay ahí un imposible. 

El rechazo inconsciente a la maternidad

Briole nos habla del rechazo de la maternidad como rechazo de la división subjetiva, rechazo del inconsciente, rechazo del cuerpo en tanto soporte donde  “se manifiesta el afecto reprimido y donde pueden desplegarse las identificaciones”. Diferencia a Freud y Lacan: el primero daba por sentado que la maternidad no era algo natural y Lacan insiste en el rechazo al cuerpo. Para Lacan, en el sujeto histérico, este rechazo es doble. Es, a la vez, un rechazo de saber lo que ocurre en el cuerpo la bella indiferencia– y un rechazo del cuerpo; es decir, el sujeto de este cuerpo rechaza el cuerpo”.

J.-A. Miller distingue tres modalidades de rechazo del cuerpo:


1.       el rechazo del cuerpo del Otro, que conduce a una problemática sexual;
2.       el rechazo del cuerpo en su propio cuerpo, con los embrollos de la reproducción de la vida, por lo tanto, de la maternidad;
3.       el rechazo del propio cuerpo, con asco.”

Briole apunta un caso que permite ver los efectos en el cuerpo a partir  de la transformación del cuerpo con el embarazo de una mujer. Aparecen las tres formas de rechazo: Rechazo al cuerpo del otro “el embarazo ha apagado el deseo del partenaire;  rechazo del cuerpo en su propio cuerpo “descubre que ella produce anticuerpos antifetales” y el rechazo a su propio cuerpo “ya no se siente deseable”. Cada sujeto femenino se las tiene que ver con su cuerpo, que siempre pone en juego la finitud.
Entonces Briole nos va a transmitir sus reflexiones sobre qué pasa con la maternidad en el momento actual y en el porvenir.  La modernidad de la maternidad.
Apunta al hecho de que los avatares del rechazo inconsciente de la maternidad hoy se pueden eludir con un forzamiento por el lado de la ciencia, un empuje del yo/superyó, del lado del razonamiento, del derecho, de la ley, dirá Briole. No del lado del deseo. Para que fuera por el lado del deseo, la mujer tendría que vérselas con el deseo de la mujer que fue su madre. Resolver algo de esa transmisión generacional, como dice Briole, del lado del discurso de la Historia/Histeria.

“En cierto modo, aquello que puede llevar a una mujer, como decíamos, a elegir romper con la cadena generacional, enmascarándolo con el feminismo propio del siglo XXI, interroga lo que queda sin resolver en el lazo de esta mujer con el deseo que podía animar a su madre. El odio hacia la madre, cuando viene a explicitarse en la cura, está dirigida hacia la mujer que ella era”.

No obstante, por un lado, como sujetos que hablamos, sujetos al lenguaje, alienados al lenguaje, aparece la división subjetiva inevitablemente y, por otro lado,  en el encuentro con el cuerpo aparece la división en lo real que implica el goce. Hay un encuentro incalculable de cada mujer con su cuerpo en la maternidad, así como es incalculable e incontrolable el lugar donde el hijo va a parar, siendo siempre “allí donde no se le espera”. Entonces la privatización de lo femenino, mujer “fuera de todo”, no del lado del “no todo”, fuera del lazo con el Otro, esta degradación del deseo, no podrá resolver la cuestión de la subjetividad. Responder ante lo que Lacan decía que éramos todos: “cada uno el aborto de lo que fue, para quienes le engendraron, causa del deseo”. No hay sujeto más que como efecto de lenguaje: ningún niño ha nacido sin haber tenido que vérselas con este tráfico de sus afables progenitores y, ellos mismos, los progenitores, atrapados en el discurso que supone la inclusión de la generación anterior.
                                                   

martes, 2 de junio de 2020

Reseña de la conferencia de GUY BRIOLE: Goce, deseo y amor en femenino: esbozos en análisis



Guy Briole introdujo el tema de su conferencia con una referencia a la feminización del mundo en la actualidad. El lugar tradicional del hombre ha quedado impugnado, su autoridad desvalorizada. Pero hay muchos hombres a quienes esta feminización no les va mal; soportan mal el mundo, no saben cómo reaccionar en él. Tampoco a todas las mujeres les va bien esta feminización del mundo. En todo caso, confrontados a los cambios, ellas toman ese mundo à bras le corps, lo abrazan con todo el cuerpo, lo toman a su cargo; ellos parecen más bien haber perdido la brújula. “Siempre hay que reinventar lo masculino –no sin lo femenino”. Así comenzó Guy Briole su conferencia, brindándonos un aforismo.

Abordó el tema del goce, el deseo y el amor en femenino, a partir  de la literatura y la clínica, exponiendo viñetas donde la posición femenina se perfila con claridad.

Primera viñeta clínica: Un hombre quiere conservar el amor de su mujer; se precipita a convertirla en madre. Hace caer sobre la mujer la sombra de la madre. Así escapa a la castración, eludiendo mostrarse deseante. Se recluye en la paternidad, pues “para el hombre también, el hijo puede hacer de tapón”.

Segunda viñeta clínica: Otro hombre se siente corroído por los celos. ¿Cómo se atreve su mujer, a la que ha hecho madre tres veces, a clamar su insatisfacción en tanto que mujer! ¿Cómo puede ella hacernos eso?, se pregunta ese “padremadre”. Él la quiere “admirable”, como madre; ella quiere ser “admirada” o por lo menos “mirada” como mujer. Ella no consiente que caiga la sombra de la madre sobre la mujer que es.

Primera puntuación teórica: Se suele creer que la mujer plena es la madre. Pero, para el psicoanálisis, una verdadera mujer no es la madre. Es más bien Medea. La madre “tiene”, está del lado de la abundancia; en cambio la verdadera mujer es, por excelencia, la que “no tiene”; la que hace algo con ese “no tener”, por ejemplo, del lado de los semblantes. A la madre se demanda; a la mujer se desea. La mujer es deseada, reprobada y di-famada. Medea no admite dejar a Jasón ir a desear a otra parte; no se satisface con ser la mujer dejada caer.

Segunda puntuación teórica: Temporalidades. El amor es atemporal, en cambio el goce del lado masculino es temporal. El goce del lado masculino es un goce escandido; cuando se acaba se acaba; en cambio el goce del lado femenino no se satisface con la escansión: ¡eso no puede acabar así!; el amor toma el relevo. La temporalidad de la histeria es suspender el goce, para prolongar el deseo y eternizar el amor, como amor insatisfecho. Del lado masculino, se trata más bien de suspender el goce, retrasarlo. En la actualidad, por un lado, se va hacia el goce con gadgets; por otro lado, se pide amor; lo pulsional se rinde, se sacrifica en el altar del no-todo.

Primera viñeta literaria: Belle et bête de Marcela Iacub. Ella mantiene una relación con un hombre. Sabemos que se trata de Dominique Strauss-Khan, del cual dice que es parte hombre y parte cerdo. En el mundo actual se ha desarrollado una “utopía generosa”: un derecho a gozar, una fraternidad en el goce. Pero para que subsista esta fraternidad, es necesario que exista la parte deseante del hombre, es necesario el fantasma del hombre-cerdo, defiende con valentía Iacub. El fantasma no está para ser realizado, está para fantasear. Si matamos al cerdo, la sociedad ya no puede ser fraternal; en todo caso, será sororal. Ella le deja un pedazo de su cuerpo al cerdo, su libra de carne en términos shakespearianos: un trozo del lóbulo de la oreja.

Tercera viñeta clínica: Ella lidia con una sexualidad que la desborda. Casada con un hombre guapo, bueno y brillante, con el cual, sin embargo, su cuerpo no está concernido, ella desea a otro hombre, un amante ordinario. Se queda embarazada. Le atormenta la paternidad, cuando por fechas no cabría ninguna duda. Tiene el hijo, que resulta ser el vivo retrato de su marido. Ella intenta proyectar la sombra de la madre sobre la mujer. Pero no lo consigue: el hijo no la colma. Involucra cada vez más a su madre en los cuidados del niño, se distancia del análisis, cierra a cal y canto el inconsciente, dispuesta a volver al galope de la mujer que hay en ella. Algunas veces cae la sombra de la madre sobre la mujer, pero otras veces es la sombra de la mujer la que cae sobre la madre.

Segunda viñeta literaria: La vida sexual de Catherine M de Catherine Millet y Celos de la misma autora. La vida sexual de Catherine M es una escritura sobre lo real del sexo, sin velo. Muchos hombres rugen  contra esa hembra indómita que reduce al hombre viril al estatuto de un sextoy activado, de un hombre-dildo. Otros hombres –incluso algunos de ellos psicoanalistas– se vanaglorian de haber abierto y cerrado el libro en el espacio de un relámpago. No hay que confundir a M con Millet y de nada sirve hacerle el vudú al fetiche que se ha fabricado de ella. En todo caso el libro es un testimonio de una generación. Sorprendentemente, en su libro posterior, Celos, Millet relata la espiral infernal de los celos donde se hunde a pesar de la libertad pactada con su pareja. Le atormentan las aventuras que Claude tiene con otras mujeres, sobre todo la mentira de Claude que la exilia de él, que pone de manifiesto hasta qué punto ella le es indiferente y la deja en el peor de los lugares: el lugar de la observadora. 

Cuarta viñeta clínica: Luna, mujer de la noche, declara: “tengo un problema con los hombres”. Partida entre un intelectual que la eleva a lo sublime y un latino que la confronta con lo peor de la “decadencia sexual” –pasión, celos, vigilancia, amenazas de muerte y rencuentros inolvidables– no puede salir del ciclo infernal de desenfreno y alcohol.  En medio está El aleluya de Georges Bataille, texto que la conmueve hasta las lágrimas, “la agarra por las tripas”, donde ella se descubre a sí misma en “la orgía anónima”, vibra en la “desnudez sucia [que] se promete al suplicio de los gritos”…
La última puntuación teórica vertió sobre el amor: El amor no puede darse por hecho; hace falta que uno ponga algo de sí para que el lazo se mantenga vivo y deseable. El amor es ante todo una cuestión de saber, de querer saber –como demuestra la transferencia. Guy Briole puntualizó con maestría: “el psicoanálisis no promete un nuevo amor entre los hombres y las mujeres. Al contrario, confirma lo imposible de la relación entre los sexos y que el amor es lo que viene a hacer objeción a esta relación que no hay; el amor es una pantalla puesta sobre este imposible.” ¡Sí!, “podría existir un amor diferente del hecho de que uno, el hombre o la mujer, quisiera saber algo más del otro, de lo que le ocurre, de lo que desea. Es decir, hacer del otro su interlocutor/interlocutora y no su partenaire síntoma”.  Diciendo que se trataba de una cuestión abierta, terminó su su conferencia Guy Briole.  
El Grupo del Garraf se siente privilegiado y agradece al Dr. Guy Briole su generosidad, al impartir desde París, en pleno confinamiento, esta espléndida conferencia. Seguiremos trabajando sus textos.

Alín Salom