Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




domingo, 13 de diciembre de 2020

MARCELO BARROS - El horror a la paternidad

Conferencia impartida por Marcelo Barros
el 11 de diciembre de 2020
al GTPG 
(Grup de Treball Psicoanalític del Garraf)







¿Es solo una cuestión de tiempo? 
Aclaraciones a las preguntas planteadas en este curso,
con cuasicitas del texto El horror a la paternidad de Marcelo Barros

 

“Como dijo Groucho, este exponente de la masculinidad: 
¡Tengo mis principios! Pero si no les gustan, los puedo cambiar”.
MARCELO BARROS, El horror al padre

 

No voy a hacer una reseña de la conferencia –está colgada–, sino que voy a recoger las respuestas que nos ha brindado Marcelo Barros, en su conferencia y su obra El horror a la paternidad, a algunas de las preguntas que teníamos, en el Grupo, abiertas. No pongo apenas comillas, porque resultarían cansinas de tan numerosas.

¿Qué es la posición viril?

No reside en una identificación imaginaria, como postulan las perspectivas de género. Tampoco reside en el goce fálico, sino que implica justamente una elaboración, un saber-hacer-ahí, en un cuerpo parasitado por este goce. De lo que se trata es de “poder estar ante el deseo de la mujer”, poder responder a este deseo. ¿Cómo? Con la división subjetiva, el recurso sintomático al falo o a sus sustitutos. “En esencia, esa posición supone el reconocimiento de la castración, a la vez que una presencia de ánimo ante ella” –apostilla ética bonita de Barros–.

La virilidad fallida

Ante la mujer y la muerte (dos figuras ctónicas para el hombre, Medusas las dos) hay dos respuestas posibles en el varón. Una respuesta es petrificarse, endurecerse, hacerse falo (virilidad fallida). En esta posición converge la impotencia del sujeto infantilizado y la omnipotencia de quien se presenta como “un poronga”[1], dice Barros. La otra respuesta posible (la virilidad lograda) es la que hemos citado arriba, la de dividirse subjetivamente y recurrir al falo y a sus sustitutos.

 La época de el hombre que no existe

Hay un clima de confrontación entre los sexos actualmente y un clima de demonización y denigración de lo masculino. Lo masculino ha pasado a tener una connotación negativa. La posición viril se asocia sistemáticamente a una actitud de violencia y dominación. Como si ser hombre y ser maltratador fuera lo mismo. Se presenta al hombre como un autista que busca su satisfacción, sin importarle si la mujer lo desea o no, lo ama o no, goza con él o no. Al mismo tiempo, la sociedad capitalista, por un lado, precariza a los hombres y, por otro lado, los somete al imperativo de rendimiento. Hay que dar la talla, presentarse sin ninguna falta. Es fundamentalmente el capitalismo el que ha deconstruido y destituido al hombre. El capitalismo condena a la mayor parte de los hombres a la precariedad, los reduce a losers; el feminismo hace de ellos villanos –extraño combo. Se potencia el superyó masculino. Es difícil hallar modelos de masculinidad incorporables hoy en día. El falo es estigmatizado. El semblante viril se ha convertido en uno del que más vale no apropiarse. Es una época de ocaso del hombre. “El varón no tiene ningún futuro en la sociedad capitalista. Sólo es cuestión de tiempo”, dice Marcelo Barros. 

Destinos del hombre en la época del hombre que no existe

Barros pone énfasis en dos destinos (aunque no sean los únicos) para el hombre en la sociedad post-paterna (sociedad propiamente desvirilizada, más que feminizada). Un destino es la perversión (el abanico es amplio, va desde la pasividad a la violencia); el otro es el repliegue. ¿Dónde están, dónde se han metido los hombres?, se preguntan últimamente algunas mujeres. “Los que quedan están escondidos y hacen bien”, dice Barros. Respecto al aumento de casos de maltrato, Barros piensa que este aumento no se debe meramente a una mayor visibilización de los casos de maltrato de siempre, sino que hay una epidemia de maltrato. Cada vez hay más hombres que no toleran pasar por el cortejo que está exigido, no por el feminismo que tampoco tolera el cortejo, sino por el patriarcado; abandonan la escena y pasan a la violencia. Un feminismo neopuritano se empeña en ver en el cortejo un acoso, estableciendo un continuum  desde el flirteo al feminicidio.

¿En qué consiste la función paterna?

“Lo real del padre reside en la potencia de un deseo”; el padre es el que ha hecho de la mujer la causa del deseo. Por tanto paternidad y virilidad convergen. En cambio maternidad y feminidad divergen (hélas!).

¿En qué consiste la función paterna? Instaurar el no al consuelo fácil, a cualquier tipo de goce masturbatorio que satisface la pulsión sin pasar por un partenaire sexual. El no es necesario para que un hombre pueda hacer el amor. La función paterna va a contracorriente: en la era del goce resulta que el padre dice “no”. No se trata de una prohibición autoritaria, sino un fundamento de la dignidad del sujeto. La función del padre no tiene nada que ver con lo patriarcal, afirma Barros.

El horror al padre

El declive del hombre y el del padre son solidarios, porque el falo es un Nombre del Padre. El acceso a la masculinidad exige haber luchado con el padre[2], para luego poder servirse de él. Pero la figura del héroe (es siempre el que lucha contra el padre) es considerado hoy en día como una figura políticamente incorrecta, patriarcal, machista. El feminismo no tolera el lugar de la excepción.

El feminismo denuesta al padre como si fuera un amo. Pero el padre no es un amo, sino un esclavo[3]. Es el que trabaja para mantener a su familia, responsabilidad con la cual carga por mandato patriarcal. En la era postpaterna, los hombres tienden a retirarse cada vez más de la función paterna, porque la función en sí misma está desapareciendo. Hay un empuje al goce, no a prohibirlo. En esta coyuntura el rechazo al padre desemboca en el rechazo a ser padre. El rechazo a la paternidad no es solo una vicisitud individual, sino una tendencia cultural y afecta a la configuración del sujeto masculino. En la actualidad el padre queda a menudo reducido a “un diente del engranaje doméstico comandado por la madre”. Cree que está de más en la pareja madre-hijo que no se atreve a separar.  La supresión de la función paterna viene de la mano del capitalismo; no de un movimiento de emancipación cualquiera. El horror al padre es tal que el padre del futuro está en el congelador –en los bancos de semen–, dice Barros. Es solo una cuestión de tiempo.

 Depreciación cultural del acto sexual

La función sexual es en sí una función involutiva, como dejó claro Freud. Ahora bien, hay actualmente, además, una tendencia cultural a la devaluación del acto sexual. A la libido menguante la química no consigue reanimar. Signo de la devaluación es el hecho de que lo que une a las parejas hoy en día son los hijos y no la relación sexual. Conocemos la difusión masiva de la pornografía, el fantasma filmado, el coito exhibido, hecho espectáculo, accesible en internet con un clic. Nada muestra más claramente la ausencia de la relación sexual en lo real que esta profusión imaginaria de los cuerpos entregados a gozar, como dice Miller. La era postpaterna no es una era del deseo, sino una era del goce; el goce no está permitido, es obligatorio; no mengua, más bien prolifera. En detrimento del deseo. 

 Una ética de la masculinidad

Para Barros, falta una ética de la masculinidad acorde con los tiempos actuales, que tenga en cuenta la posición del hombre, sus puntos de vista, sus problemas con la sexualidad. El psicoanálisis lacaniano ha cultivado últimamente una religión del goce femenino. Sería interesante que se volviera a pensar la masculinidad en tiempos de “el hombre que no existe”.

Volveremos en nuestra próxima sesión de trabajo sobre El Hombre de las ratas.

Alín Salom



[1] En el argot argentino una poronga, en femenino, es una polla; y un poronga, en masculino, es algo así como un amo, un macho poderoso, un capo en lenguaje carcelario.

[2] Freud, S.: “La hostilidad hacia el padre es inevitable para cualquier niño que tenga la más mínima pretensión de masculinidad”. “El presidente Thomas Woodrow Wilson. Un estudio psicológico”.

[3] Lacan, J.: Seminario 17, El reverso del psicoanálisis.