Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




miércoles, 29 de mayo de 2019

Reseña de la conferencia de EUGENIO DÍAZ




Eugenio Díaz dividió su conferencia en dos batientes: una primera parte sobre el malestar en el cuerpo y una segunda parte sobre la cuestión de la dirección de la cura.

No hay cuerpo sin malestar
Eugenio Díaz comenzó por señalar que hablar de malestar en el cuerpo implica una redundancia: siempre que hablamos del cuerpo, hablamos de malestar. El cuerpo del bienestar es el cuerpo idealizado: el del deseo, el del narcisismo. En cambio el cuerpo real es el cuerpo del malestar: el de la conversión en la histeria, el del lenguaje de órganos en la esquizofrenia, etc. Incluso en la neurosis obsesiva, donde el malestar se sitúa más del lado del pensamiento, hay malestar en el cuerpo: hay insomnio, hay ratas que amenazan con penetrar en el cuerpo… Por tanto, no se puede separar el malestar del cuerpo. En los términos de Lacan: “El goce es una propiedad del cuerpo” –del ser hablante.

¿Distinguir o no distinguir entre cuerpo y organismo? Consecuencias
A continuación Eugenio Díaz señaló que la distinción entre cuerpo y organismo es esencial para el psicoanálisis. Aparece en Freud, ya en 1905, cuando diferencia entre pulsión e instinto, cuando escribe que en el cuerpo hay algo interrumpido por la acción de lo psíquico. Aparece también en el primer Lacan, a pesar de que  ha sido acusado de no tratar el cuerpo. Sin embargo, Lacan señaló desde un principio que, para que hubiese un cuerpo, debía haber un organismo más una imagen. Más adelante el cuerpo se vuelve mucho más importante: en las conferencias norteamericanas, Lacan señala, en 1975, que el concepto de cuerpo es uno de los fundamentos del psicoanálisis. Y este concepto lo diferencia de la ciencia y la psicología, que identifican al sujeto con su organismo.

La confusión entre cuerpo y organismo tiene consecuencias nefastas, porque elimina el inconsciente. Contra esta confusión se erige el próximo encuentro de Pipol. La confusión cuerpo/organismo lleva a no querer saber nada del goce y permite psicopatologizar la vida cotidiana: si su cerebro (organismo) es toxicómano, ¿qué puede hacer el sujeto? ¿Qué puede hacer alguien, si tiene el lóbulo frontal dañado? En definitiva, la confusión cuerpo/organismo conduce a desresponsabilizar al sujeto. El propio Putnam, el científico que formuló una teoría absolutamente mecánica de la mente, como si fuera una máquina que funciona a base de inputs y outputs, se desdijo de su propia teoría. Hasta a él le pareció demasiado reduccionista. Quizá le entró la angustia, dice Eric Laurent.

No es lo mismo afirmar que el sujeto es su cerebro, es decir, su organismo, como lo hacen las neurociencias y la psicología, que recorrer el camino que propone el psicoanálisis. Y este camino dice:

“El Otro del ser hablante es el cuerpo.” 

No el organismo, sino el cuerpo es el Otro del ser hablante. Las neurociencias y el psicoanálisis son dos caminos antagónicos. El ser humano, para las neurociencias, es un autómata probabilístico. En cambio, para el psicoanálisis, el ser humano es un cuerpo hablante, un  cuerpo perturbado por el lenguaje, un cuerpo marcado, un cuerpo con cicatrices, pedúnculos, marcado por el trauma, traumatizado, troumatizado, irreductible, incurable, ¡y por suerte! agregó Eugenio Díaz.

La dirección de la cura frente al malestar en el cuerpo
El trauma es lo que nos salva de ser animales o máquinas. El trauma es incurable como tal y eso se puede vislumbrar a través del análisis. Eugenio Díaz expuso un caso clínico con el cual quedó esta afirmación clarísima. En definitiva, se puede dar vueltas y vueltas al sentido en un análisis, como si uno fuera a encontrar así el origen de su trauma. Pero en el fondo, todos los supuestos orígenes son espurios; el auténtico origen del trauma es el propio lenguaje. El cuerpo está radicalmente perturbado por el lenguaje. El sinthome es el modo en que cada uno se las arregla con el trauma de ser hablante.

Orientarse hacia lo real es orientarse hacia el cuerpo

–dijo Eugenio Díaz con una fórmula lapidaria. Ésta es la dirección de la cura frente al malestar en el cuerpo. Aunque se tenga que pasar por el guiñol del Edipo, tarde o temprano hay que ir al rasgo sufriente, al rasgo rebelde –¿dónde?– ¡en el cuerpo! No hay dirección de la cura sin que el cuerpo esté implicado –tanto el cuerpo del analizante como del analista. La cuestión que se plantea en última instancia en un análisis es: ¿dónde las palabras se localizan en el cuerpo? De lo que se trata es de localizar las marcas de los decires. La dirección de la cura apunta a un saber hacer de otro modo con el síntoma en el cuerpo: el sinthome se sitúa precisamente ahí.

Los tres paradigmas del cuerpo
Eugenio Díaz señaló que tres paradigmas ordenan el pensamiento lacaniano respecto al cuerpo. En un primer tiempo, el cuerpo es imaginario; el cuerpo es el del estadio del espejo. El cuerpo es la bella forma que los hombres adoran. ¿Quién soy yo? Dibujo, pues, los contornos de mi ser.

En un segundo tiempo, el cuerpo se hace simbólico, en el pensamiento lacaniano. El significante separa del cuerpo. Es un estrago, pero lo necesitamos.

En un tercer tiempo el cuerpo se hace real. No se goza del cuerpo, sino que es el cuerpo el que goza. En definitiva, el cuerpo da la dimensión de sujeto.

Eugenio Díaz retomó también el testimonio de la AE Araceli Fuentes, cuyo texto El misterio del cuerpo hablante hemos trabajado este año: “Un empuje a decir irrefrenable es el cuerpo” -citó.


No podemos retomar los casos y las viñetas clínicas con las que Eugenio Díaz ilustró magníficamente la teoría; pero sí podemos retomar algunas de las referencias bibliográficas a las que nos remitió, aquellas que alcanzamos a apuntar:

  •     Pierre BRUNO: “El dicho –sobre la esquizofrenia–”, Freudiana, 9 (1993).
  •        Jacques-Alain MILLER: El Ser y el Uno, en parte en Freudiana, 73-78 (2015-2016).
  •     Mauricio TARRAB: “Notas sobre el cuerpo”, Metáfora 3 (2004), on-line.


Cuando creíamos ingenua y zafiamente que habíamos agotado el ciclo de nuestro trabajo este curso, vino Eugenio Díaz y nos dejó asombrados con esta última vuelta de tuerca a la problemática del cuerpo, ¡aclarándonos tantas cosas que no habíamos entendido o no habíamos hecho más que rozar a lo largo del año! Le estamos profundamente agradecidos.

MIRIAM PÉREZ y ALÍN SALOM

lunes, 13 de mayo de 2019

Reseña de la conferencia de GABRIELA ESEBBAG






Gabriela Esebbag nos introdujo en el corazón de la cuestión de la adolescencia. Trenzó, a lo largo de su conferencia, los hilos de su reflexión teórica sobre la adolescencia con cuatro casos clínicos –mucho más desarrollados que meras viñetas clínicas. Nos abstendremos de reseñar los casos clínicos, a riesgo de no poder reflejar esa fusión de la teoría y la clínica de su ponencia.

Esebbag señaló que se han dado de la adolescencia muchas definiciones. Ella se quedó con la de Lacadée: “la adolescencia es la más delicada de las transiciones”. No hay una adolescencia, precisó, sino “adolescencias”; solo se puede hablar de “adolescentes” en plural. De hecho no se trata de una categoría biológica, sino de un constructo social y, además, de un período que se prolonga en la actualidad cada vez más.

Esebbag precisó que Freud no habla de “adolescencia” sino de “pubertad”, pues lo fundamental en ella es el nuevo quantum de pulsiones que desestabiliza la presunta resolución de la infancia.  El niño se había limitado hasta entonces al goce autoerótico; el púber ha de hacer pasar su goce por un objeto exterior. No obstante sabemos que sólo se goza del cuerpo propio. Puesto que no hay relación sexual, se goza con el cuerpo del Otro, no del cuerpo del Otro. Si bien la adolescencia es del orden de la transición (de la niñez a la edad adulta), hay que evitar toda fantasía de una “maduración” sexual. Lo que hay en la pubertad es un enfrentamiento con la diferencia sexual, una escansión en historia de la sexualidad del sujeto. En este sentido, la pubertad constituye un corte, y un corte importante; no todo está jugado en la infancia como creyó inicialmente el psicoanálisis. La pubertad es fundamental en la constitución del sujeto. Tiene lugar una intromisión del adulto en el niño, una fractura en el cuerpo y respecto a los ideales, una reconfiguración del narcisismo, la constitución de otro cuerpo, otro acceso al goce: en definitiva, tiene lugar una auténtica metamorfosis.

Hablar de adolescencia es hablar del cuerpo, dijo Graciela Esebbag. No del organismo sino del cuerpo, ese cuerpo que no es mi cuerpo, sino que viene mediatizado por el deseo y la mirada del Otro. Se pone de manifiesto en la adolescencia que algo falla del estadio del espejo, pues el cuerpo parece estar siempre listo a fragmentarse. Por un lado, la unidad imaginaria del cuerpo, como una envoltura; por otro lado, la palabra; pero la palabra agujerea el cuerpo. Además, irrumpe lo real, desestabilizando las identificaciones de los Otros parentales. La figura imaginaria empieza a temblar. A menudo se ve en la pubertad una agitación corporal, independientemente de si hay una estructura psicótica o neurótica -observación fundamnetal-. El joven ama, cuida su cuerpo por un lado; sin embargo por otro lado lo  maltrata. Se hace cortes en el cuerpo; busca los límites en el borde del cuerpo, busca una separación, sostener un  límite, contener el goce.

No lo tiene fácil el adolescente en el mundo de hoy en día. Han desaparecido los ritos de pasaje que intervenían incluso a veces en el cuerpo, como, por ejemplo, con la circuncisión. El adolescente de hoy se enfrenta a un mundo líquido, como señala Miller, dijo Graciela Esebbag. Lo digital extiende permanentemente el mundo de los posibles. El adolescente es perturbado hasta al vértigo por tener que hacer elecciones sin cesar. De allí que algunos de ellos opten por la dilación indefinida, uno de los síntomas de los jóvenes de nuestra época. Antes, el saber estaba depositado en los adultos; en cambio ahora el joven lo tiene “en el bolsillo”. El saber ya no es un objeto del Otro; no tiene que ir a buscarlo al campo del Otro; no necesita seducirlo, ni someterse a él para obtenerlo. Esta mutación de la relación con el Otro tiene su peso. No es que el Otro no exista, pero está debilitado, afirmó Graciela Esebbag. La caída del padre crea desorientación. Los registros simbólicos que decían cómo ser un hombre o una mujer retroceden cada día un poco más. La desorientación generalizada se manifiesta en esos “no sé”, “me da igual” que repiten una y otra vez los jóvenes. El fracaso escolar, los trastornos de la alimentación, las falsas salidas por conductas adictivas, están asociados a esta desorientación básica. Bandas y sectas ofrecen a los adolescentes desorientados un lugar de pertenencia y un pseudo nombre.

¿Cómo pensar la clínica con los adolescentes en la actualidad? En lugar de rechazar las  marcas, los significantes que trae el joven, hay que extraer de ellos los significantes que puedan ordenar, orientar hacia el futuro. Más allá de un diagnóstico estructural, hay que buscar una red de significantes que permita funcionar. Esebbag ilustró todas sus afirmaciones con referencias clínicas de una claridad excepcional. Y terminó su conferencia con un nota preciosa de optimismo: La adolescencia tiene siempre algo de una crisis, un derrumbe subjetivo. Los casos parecen más graves de lo que son.

El Grup de Treball Psicoanalític del Garraf agradece a Graciela Esebbag de corazón su conferencia y el entramado tan apretado de teoría y clínica que tejió, dando testimonio de lo vivo de la teoría y la praxis psicoanalítica lacaniana.

Alín Salom