Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




jueves, 7 de junio de 2018

"Todo el mundo está loco" Reseña de la CONFERENCIA de MARTA SERRA




Marta Serra comenzó su conferencia señalándonos que ya hace 40 años desde que Lacan declaró que todo el mundo está loco y que todo el mundo delira. Lo hizo en 1978, tres años antes de morir. La afirmación pertenece, pues, al último Lacan. Pero la idea ya estaba en los inicios del psicoanálisis. Freud dice que "toda persona normal lo es solo en promedio"1, y Miller lo reformula del modo siguiente: “Ante el loco, el delirante, recuerda que tú también fuiste analizante y hablabas de lo que no existe”2. 

¿Por qué estamos todos locos? ¿Por qué todos deliramos, hablamos de lo que no existe? Porque no existe la relación sexual, lo cual nos aboca a todos a la invención de algo que venga al lugar de eso que no existe. No hay relación sexual, pero hay relaciones sexuales. 

Marta Serra anudó la explicación del “todos locos” a la no existencia de la relación sexual.  Dividió su ponencia en dos batientes: una mala noticia y una buena noticia.


La mala noticia

“No hay relación sexual”.
No la hay porque el lenguaje desnaturaliza al ser humano, porque lo simbólico afecta al cuerpo. Sobre el cuerpo del niño, hablado y hablador, se fijan puntos de satisfacción que no tienen nada que ver con la necesidad. Surgen zonas erógenas; y  cada uno encuentra sus maneras de gozar. Hay dos tipos de satisfacciones: (1) las que caen del lado del placer y que suelen ser conscientes; (2) las que caen del lado del sufrimiento y en este caso la satisfacción suele ser inconsciente. A esta segunda satisfacción Lacan llama “goce”. Hay en el goce un empuje a la muerte.

Para todo sujeto hay un encuentro más o menos traumático con la sexualidad. Las histéricas de Freud relataban encuentros traumáticos con padres perversos, que abusaban de ellas, relatos que Freud acabó situando en la fantasía.  Por bien que lo hagan, “los padres son inocentemente traumáticos”, dijo Lacan. Y nadie puede prever qué será lo traumático para cada infans, cómo será el encuentro entre el cuerpo y el lenguaje, qué hará marca. La cuestión es que no hay ser humano que se haga solo; se hace siempre entre otros y a partir de sus dichos. Es el lenguaje el que nos humaniza. Lacan juega con la expresión “l’être humain”, pluralizándolo y convirtiéndolo en  les trumains.

Los animales están programados: qué comerán, con quién se aparearán, etc. Su vida está determinada por su organismo. En cambio los seres humanos estamos desprogramados. No se puede anticipar qué relación tendrá cada uno con su cuerpo, su orientación sexual, ni siquiera qué le traumatizará. Los padres ponen inyecciones de simbólico; intentan orientar a los hijos. Los hijos, tanto si siguen sus indicaciones como si los odian, están bien orientados. Necesitamos esta orientación, porque estamos desprogramados. No hay relación sexual; luego cada uno ha de construir su modalidad de goce. Ésta es la mala noticia.

La buena noticia

La buena noticia es que las palabras producen efectos. Recortamos algunos significantes, los articulamos entre sí y encontramos un sentido a la vida. Cuando la vida no tiene sentido para un sujeto es difícil soportarla.

El nombre ya es una primera palabra que ubica al ser humano en la filiación –aunque a veces se percibe claramente cómo incluso ese nombre no sirve para ello, porque es tomado por los progenitores de algo ajeno a la familia, a su deseo, a su historia.

El lenguaje ordena el mundo y hace acontecer el cuerpo. El lenguaje recorta los objetos en la realidad –la cual, fuera del lenguaje, no es más que un continuum.

El lenguaje es imprescindible para acceder a lo humano. Marca el cuerpo, introduce una manera de gozar singular para cada sujeto. El ser humano deviene hablante por ser hablado. El sujeto queda ligado a los decires de los padres. El niño es como una parabólica, dijo Marta Serra; todo el mundo tiene escenas, significantes (que pueden ser frases enteras) que lo han marcado. Ésos son sus S1, sus significantes amo. Y el inconsciente no es más que un enjambre (essaim) de S1 –por cierto, essaim y S1 suenan igual en francés. 


La decisión insondable del sujeto y el límite de la interpretación

¿Por qué un S1 y no otro? Hay un punto de contingencia en la constitución del sujeto; está “la insondable decisión del ser”. No se puede saber qué marcará, qué traumatizará a un niño –¡cuán cómodo sería saberlo! Ocurre a veces que situaciones horribles encontradas en la vida no producen traumatismo y, en cambio, una frase, una mirada, un pequeño mal encuentro, sí. El sujeto es imprevisible; no se sabe, por ejemplo, qué uso hará de lo que ha encontrado en la vida más que a posteriori...

De allí que la tarea de desciframiento en el análisis no sea infinita. La cuestión es que hay un momento en que el cuerpo se anuda al lenguaje. Y ese momento originario no es interpretable. Esta afirmación, también podemos dejarla, en el fondo, en el batiente de “la buena noticia”.

De la verdad a la varidad

¿Qué construye uno en un análisis, entonces? Se construye una “verdad mentirosa”, la historia del sujeto, de lo que, para él, fue crucial en su erección de ser viviente hablante.

Pero eso no cambia su modalidad de goce.

No se trata, en el psicoanálisis lacaniano de “normalizar” a la gente ni de adaptarla a la sociedad. De todos modos no funciona: el goce no se deja domesticar, normalizar con el lenguaje –como creían inicialmente tanto Freud como el primer Lacan. Pero la clínica lacaniana, orientada hacia lo real, le lleva a uno  a saber lo que uno es, a ser lo que uno es, dijo Marta Serra, con una fórmula casi pindárica.

En un análisis, una verdad se sustituye a otra, y otra se acumula con una anterior para producir una nueva manera de abordar lo que ya pasó, pero que, a pesar de que ya pasó, aún seguía pesando en el presente.

El psicoanálisis lacaniano permite estar advertido de lo que uno es; le permite al sujeto descubrir su punto de real, conocer sus puntos de goce, su verdad singular propia. No hay aquí un objetivo terapéutico; la cura viene en todo caso por añadidura.

El goce se produce en el cuerpo; se necesita un cuerpo para gozar, porque es nuestra única consistencia. Pero se goza también de las palabras, del significante. Ese es el goce de los hablantes.

Todos deliramos, pero a veces de modos parecidos. Unos tienen más facilidad, otros tienen más dificultad para dar sentido a su vida. Pero locos, lo estamos todos.


                          

¡Ha sido un auténtico privilegio escuchar esta conferencia de Marta Serra! Ha tenido un efecto de transferencia masiva y nos ha abierto el camino hacia el trabajo del curso siguiente.

Clausuramos así nuestro curso sobre el campo de las psicosis, asombrados de encontrarnos con conferencias cada vez más aclaratorios, más diáfanas, y con el entusiasmo de que el cambio cuantitativo en la comprensión de la teoría se convierte finalmente en un cambio cualitativo. Todo ello gracias a los auspicios de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y gracias a la  generosidad de todos los conferenciantes que han tenido a bien acercarse a nuestro rincón de provincias, conferenciantes todos ellos tan importantes que ya nos había dejado pasmados inicialmente que aceptaran nuestra invitación.  La ELP es, sin duda, un lugar especial.



Alín Salom

1. Freud, S., Análisis terminable e interminable. O. C., Madrid: Biblioteca nueva, 1981, vol. III, p. 3352.
2. Miller, J.-A., "Ironía", en Consecuencias, # 7 (Noviembre 2011).