Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




sábado, 25 de febrero de 2023

 

Freud abrió un camino nuevo para la interpretación del sueño

Pilar Ruiz Gimeno

Y lo hizo desligándolo del pensamiento mágico y la interpretación de oráculos o profetas y conectándolo con el inconsciente. Fue en 1900, con La interpretación de los sueños. Volvió a retomar su estudio en Introducción al psicoanálisis, 1916, (2ª parte) y en Nuevas lecciones de introducción al psicoanálisis, 1933.

Comentaremos dos de los textos de orientación del Congreso de AMP de 2020 cuyo tema fue “El sueño, su interpretación y su uso en la cura lacaniana”. Éstos son: de M-H Brousse El artificio, reverso de la ficción ¿Qué hay de nuevo sobre el sueño 120 años después? y ¿La vida es sueño? de Manuel Zlotnik.

Ambos coinciden en señalar las diferencias entre la posición de Freud sobre del analista intérprete del inconsciente descifrable y transferencial y el inconsciente intérprete de Lacan. No reniegan completamente del método freudiano; pero sí de la búsqueda de sentido. Ambos tratan el acercamiento al sueño por lo real lacaniano y convienen en que el mismo sueño tiene diversos usos o interpretaciones.

M.-H. Brousse comienza destacando que Freud expusiera un modelo teórico universal analizando sus propios sueños en su primera obra. Por su parte, Zlotnik se fija en las Nuevas lecciones para valorar la versión revisada y mejorada que presentó Freud de su teoría y de su método de interpretación, que consiste en escuchar el relato del paciente sin reflexionar ni atender al contenido manifiesto; después, proponer al sujeto que olvide el conjunto del texto narrado y se fije en los elementos singulares o “piezas sueltas”, comunicando las asociaciones que libremente se le ocurran. El sueño es interpretado siguiendo las reglas de desciframiento de la metáfora y metonimia. El analista interviene para dar sentido cuando las asociaciones del paciente no pueden más que rozar los pensamientos oníricos más profundos. Dice Bousse que el sueño produce, por una parte, efectos de saber “agujereado”; es decir, que aparecen y desaparecen rápidamente porque lindan con el no-querer-saber. Y por otra, efectos de cuerpo como movimientos, placer sexual, felicidad, angustia, etc. que son interpretación en acto.

Zlotnik recoge la afirmación de Lacan de que la interpretación del analista recubre el hecho de que ya el inconsciente en sus formaciones procede mediante la interpretación y lo hace mejor que el analista porque está en su naturaleza descontextualizar frases, hacer alusiones, enigmas... Miller ilustra esta afirmación con el sueño de un analista que le dice a su paciente que tiene una analizante que habla menos que ella y hace un buen análisis y que no ha habido grandes oradoras en la historia. La paciente retorna con el sueño de “la lengua de vaca” que muchas personas van pasándose y meciendo como un bebé. Él propone este sueño como modelo de respuesta del inconsciente, como realización del deseo de la paciente de ser cuidada ante la inoportuna intervención del analista refiriéndose a otra paciente y a la historia de la retórica. Añade que es un ejemplo paradigmático de que el inconsciente interpreta, de ahí la prudencia del silencio del analista, y también de que no es el buen camino para un verdadero despertar para el sujeto porque seguirá soñando de otra forma, demandando al analista que interprete los aspectos en que el inconsciente no pueda hacerlo.

M.-H. B. también dice que el sueño es parte central del análisis en la época del inconsciente real y lo ejemplifica a partir de su investigación de un corpus de sueños de testimonios de pase. Sus conclusiones son:

1. que no hay testimonio sin relato de sueños y que están presentes al inicio (tiempo de ver), en la cura (de comprender) y al final del análisis proporcionando elementos de la conclusión.

2. que funcionan las diferentes modalidades de interpretación. El silencio del analista “no hay nadie” es la que mejor se aproxima al sueño y el corte produce efecto sorpresa que descoloca la homeostasis a la que tiende el sueño, seguir soñando.

3. que el análisis del sueño ha de ser bajo transferencia porque incluye al Otro en el encuentro con lo real de la muerte misma porque lo más íntimo de la relación del padre con el hijo es que él es el embajador de la muerte para cualquier padre. De modo que el sujeto aun estando vivo, se ve siendo un ser para la muerte. (La muerte del padre deja al hijo a la intemperie; la muerte del hijo deja al padre en su muerte).

Miller plantea que el sueño como formación del inconsciente hace un tratamiento de la forclusión. Así lo imaginario del sueño puede prestar una imagen angustiosa a lo simbólico forcluido, a la muerte en este caso, porque ningún sujeto puede decir qué se encontró allí ya que la muerte es inimaginable e indecible.

Zlotnik expone que algunos sueños relacionados con el fin de análisis de AES apuntan a una aproximación al despertar (“Gracias a lo simbólico, el despertar total es la muerte para el cuerpo”i). Entonces se pregunta en primer lugar, si es el inconsciente intérprete el que al final del análisis se anuda al inconsciente real en favor del despertar o es que el inconsciente con sus formaciones funciona siempre igual; y en segundo lugar, si el analizante en su final de análisis capta fragmentos del sueño en la perspectiva del despertar que antes no podía captar. Puede valer como ejemplo el sueño de B. Seyneave.


En el último párrafo, Zlotnik se refiere a La vida es sueño de Calderón para interpretar el cambio de actitud de Segismundo como un despertar en el sentido lacaniano. Se trata de una perspectiva intrigante ya que no cabe dudar de que el deseo de Calderón se orientaba a respaldar las dos instituciones fundamentales de la época: la Iglesia, defendiendo el libre albedrío frente a la predestinación y la monarquía, mostrando el valor social del rey frente a los intereses personales o privados.

Comentario de algunos aspectos de La vida es sueño para comprender el despertar de Segismundo.

La acción más interesante de la obra despliega dramáticamente un poemilla de la lírica tradicional SXV-XVI.

Soñaba que yo tenía

alegre mi corazón,

mas a la fe, madre mía,

que los sueños, sueños son.

Esto nos lleva a suponer que la rotunda afirmación calderoniana debía de ser un lugar común y podríamos pensar que había un sentir de época al respecto cuando leemos en La Tempestad, 1611, Shakespeare:

We are such stuff as dreams are made on, and our little life is rounded with a sleep.

Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño.

La obra de Calderón es un drama o comedia de 1635 que sucede en un universo cristiano sostenido por la creencia en el más allá y en el Dios Providencia. A diferencia de la tragedia antigua que era de destino, la cristiana lo es de la libertad y los héroes han de expiar la culpa de vivir, la del pecado original. “Pues el delito mayor / del hombre es haber nacido”. Los elementos del conflicto son: el héroe trágico es portador de un destino aciago que causará la destrucción del padre-rey, la madre-reina, el reino y de él. Para evitar que el hado se cumpla, Segismundo es encerrado e incomunicado. El destino es vencido mediante un acto de soberana libertad. La acción gira en torno a dos conflictos dialécticos el de la libertad y el destino y el de la duda sobre lo que es realidad y lo que es ficción o sueño.

1er Conflicto: Libertad versus destino

El famosísimo primer soliloquio de Segismundo muestra la angustia de no entender el sentido de su existencia privado de libertad. “¿Qué ley, justicia o razón / negar a los hombres sabe / privilegio tan suave / excepción tan principal /que Dios le ha dado a un cristal / a un pez, a un bruto y a un ave?” La respuesta la da el padre y rey Basilio por el lado del destino: su esposa Clorilene soñó “que rompía /sus entrañas, atrevido / un monstruo en forma de hombre / y entre su sangre teñido, / le daba muerte”. Esto se cumpliói, los astros lo confirmaron y Basilio aplicó el castigo; pero, movido por la duda, puso a prueba a Segismundo quien fue conducido a palacio drogado. En el trono se comportó violentamente arrojando a un criado por la ventana e intentando forzar a Rosaura. Tras lo cual, nuevamente drogado, fue devuelto a prisión donde sueña su deseo de ser Príncipe y vengador de Clotaldo y de su padre. Vv. 2063 y 2072-77

2º Conflicto: Vida real versus sueño

En el acto III, la dialéctica libertad, destino se enlaza con la de vida real, sueño. Antes de la experiencia, las cosas estaban claras para Segismundo: los sueños eran acontecimientos privados que interrumpían la desdichada vigilia en compañía de Clotaldo. Ahora ya no: “Porque si ha sido soñado / lo que vi palpable y cierto, / lo que veo será incierto, / y no es mucho que, rendido, / pues veo estando dormido / que sueñe estando despierto”. La ficción (“teatro dentro del teatro”) tramada por Basilio tendrá el efecto de que la vida se contagie de la inconsistencia de los sueños y provoque que Segismundo ya no esté seguro de lo que es interno y externo y le genere la duda existencial del quién soy yo. Sin embargo, algo lo orienta en su confusión: “Sólo a una mujer amaba; / que fue verdad, creo yo, / en que todo se acabó, / y esto no se acaba”. Pueden hacerle dudar de sus sentidos; pero no, de lo que ha tocado su cuerpo.

En este punto se produce un cambio radical en su actitud (peripecia): “Es verdad; pues reprimamos / esta fiera condición, / esta furia, esta ambición, / por si alguna vez soñamos. / Y sí haremosii, pues estamos / en mundo tan singular / que el vivir sólo es soñar; / y la experiencia me enseña / que el hombre que vive sueña / lo que es hasta despertar”. Creo que hay dos factores que podrían haber operado esa mudanza inexplicable de Segismundo: primero, el reconocimiento del sentimiento amoroso que lo anuda con la realidad y segundo, la experiencia radical de vivir la vida como sueño, es decir, obrando cegado por las pulsiones sexual y de muerte que le enseña que, en la realidad, los actos tienen consecuencias y que más vale ser prudente. “¿Qué os espanta, / si fue mi maestro un sueño, [...] y así llegué a saber / que toda la dicha humana, / en fin, pasa como sueño”.

Sucede que el pueblo se levanta en armas, libera a Segismundo y su ejército vence a Basilio que se entrega al hijo-rey: “Cumpla el hado su homenaje…” Si la obra acabara aquí, sería una tragedia pues ilustraría el determinismo del destino. La libertad se habría visto derrotada por el hombre que cae en la trampa queriendo evitarla. Tipo Edipo. Pero no sucede la catástrofe sino que asistimos al minuto de la elección de Segismundo: “Señor, levanta”. Con estas palabras gana su vida: se sitúa en el presente, deja atrás el pasado y se proyecta hacia el futuro como rey. Vence al destino y a sus pulsiones, ”vencerme a mí”, dice. En la oscuridad de la prisión-caverna, Segismundo era “un vivo cadáver, un esqueleto muertoi, un compuesto de hombre y fiera”, atrapado por la culpa y la furia; pero consigue despertar a la autoconsciencia y responsabilidad moral. Por esto creo que Zlotnik dice que Segismundo puede salir del sueño y las tinieblas cuando asume quién es, porque despertar es la luz.

Podríamos concluir que Calderón tiene convicciones y hace que Segismundo se ajuste a las convenciones de su época y si primero actúa movido por su apetencia: “Nada me parece justo en siendo contra mi gusto”, después lo hace impelido por el sentido del deber y sacrifica su deseo por Rosaura: “más a un príncipe le toca / el dar honor que el quitarle”; “es fuerza, / en pena tan rigurosa, / que no mire tu hermosura / quien ha de mirar tu honra”. Es decir, despertó del sueño de prisionero para soñarse como un buen rey: “Sueña el rey que es rey, y vive / con este engaño mandando, disponiendo y gobernando”. Y al final: “¿quién por vanagloria humana / pierde una divina gloria?