Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




lunes, 13 de mayo de 2019

Reseña de la conferencia de GABRIELA ESEBBAG






Gabriela Esebbag nos introdujo en el corazón de la cuestión de la adolescencia. Trenzó, a lo largo de su conferencia, los hilos de su reflexión teórica sobre la adolescencia con cuatro casos clínicos –mucho más desarrollados que meras viñetas clínicas. Nos abstendremos de reseñar los casos clínicos, a riesgo de no poder reflejar esa fusión de la teoría y la clínica de su ponencia.

Esebbag señaló que se han dado de la adolescencia muchas definiciones. Ella se quedó con la de Lacadée: “la adolescencia es la más delicada de las transiciones”. No hay una adolescencia, precisó, sino “adolescencias”; solo se puede hablar de “adolescentes” en plural. De hecho no se trata de una categoría biológica, sino de un constructo social y, además, de un período que se prolonga en la actualidad cada vez más.

Esebbag precisó que Freud no habla de “adolescencia” sino de “pubertad”, pues lo fundamental en ella es el nuevo quantum de pulsiones que desestabiliza la presunta resolución de la infancia.  El niño se había limitado hasta entonces al goce autoerótico; el púber ha de hacer pasar su goce por un objeto exterior. No obstante sabemos que sólo se goza del cuerpo propio. Puesto que no hay relación sexual, se goza con el cuerpo del Otro, no del cuerpo del Otro. Si bien la adolescencia es del orden de la transición (de la niñez a la edad adulta), hay que evitar toda fantasía de una “maduración” sexual. Lo que hay en la pubertad es un enfrentamiento con la diferencia sexual, una escansión en historia de la sexualidad del sujeto. En este sentido, la pubertad constituye un corte, y un corte importante; no todo está jugado en la infancia como creyó inicialmente el psicoanálisis. La pubertad es fundamental en la constitución del sujeto. Tiene lugar una intromisión del adulto en el niño, una fractura en el cuerpo y respecto a los ideales, una reconfiguración del narcisismo, la constitución de otro cuerpo, otro acceso al goce: en definitiva, tiene lugar una auténtica metamorfosis.

Hablar de adolescencia es hablar del cuerpo, dijo Graciela Esebbag. No del organismo sino del cuerpo, ese cuerpo que no es mi cuerpo, sino que viene mediatizado por el deseo y la mirada del Otro. Se pone de manifiesto en la adolescencia que algo falla del estadio del espejo, pues el cuerpo parece estar siempre listo a fragmentarse. Por un lado, la unidad imaginaria del cuerpo, como una envoltura; por otro lado, la palabra; pero la palabra agujerea el cuerpo. Además, irrumpe lo real, desestabilizando las identificaciones de los Otros parentales. La figura imaginaria empieza a temblar. A menudo se ve en la pubertad una agitación corporal, independientemente de si hay una estructura psicótica o neurótica -observación fundamnetal-. El joven ama, cuida su cuerpo por un lado; sin embargo por otro lado lo  maltrata. Se hace cortes en el cuerpo; busca los límites en el borde del cuerpo, busca una separación, sostener un  límite, contener el goce.

No lo tiene fácil el adolescente en el mundo de hoy en día. Han desaparecido los ritos de pasaje que intervenían incluso a veces en el cuerpo, como, por ejemplo, con la circuncisión. El adolescente de hoy se enfrenta a un mundo líquido, como señala Miller, dijo Graciela Esebbag. Lo digital extiende permanentemente el mundo de los posibles. El adolescente es perturbado hasta al vértigo por tener que hacer elecciones sin cesar. De allí que algunos de ellos opten por la dilación indefinida, uno de los síntomas de los jóvenes de nuestra época. Antes, el saber estaba depositado en los adultos; en cambio ahora el joven lo tiene “en el bolsillo”. El saber ya no es un objeto del Otro; no tiene que ir a buscarlo al campo del Otro; no necesita seducirlo, ni someterse a él para obtenerlo. Esta mutación de la relación con el Otro tiene su peso. No es que el Otro no exista, pero está debilitado, afirmó Graciela Esebbag. La caída del padre crea desorientación. Los registros simbólicos que decían cómo ser un hombre o una mujer retroceden cada día un poco más. La desorientación generalizada se manifiesta en esos “no sé”, “me da igual” que repiten una y otra vez los jóvenes. El fracaso escolar, los trastornos de la alimentación, las falsas salidas por conductas adictivas, están asociados a esta desorientación básica. Bandas y sectas ofrecen a los adolescentes desorientados un lugar de pertenencia y un pseudo nombre.

¿Cómo pensar la clínica con los adolescentes en la actualidad? En lugar de rechazar las  marcas, los significantes que trae el joven, hay que extraer de ellos los significantes que puedan ordenar, orientar hacia el futuro. Más allá de un diagnóstico estructural, hay que buscar una red de significantes que permita funcionar. Esebbag ilustró todas sus afirmaciones con referencias clínicas de una claridad excepcional. Y terminó su conferencia con un nota preciosa de optimismo: La adolescencia tiene siempre algo de una crisis, un derrumbe subjetivo. Los casos parecen más graves de lo que son.

El Grup de Treball Psicoanalític del Garraf agradece a Graciela Esebbag de corazón su conferencia y el entramado tan apretado de teoría y clínica que tejió, dando testimonio de lo vivo de la teoría y la praxis psicoanalítica lacaniana.

Alín Salom

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