Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




martes, 2 de junio de 2020

Reseña de la conferencia de GUY BRIOLE: Goce, deseo y amor en femenino: esbozos en análisis



Guy Briole introdujo el tema de su conferencia con una referencia a la feminización del mundo en la actualidad. El lugar tradicional del hombre ha quedado impugnado, su autoridad desvalorizada. Pero hay muchos hombres a quienes esta feminización no les va mal; soportan mal el mundo, no saben cómo reaccionar en él. Tampoco a todas las mujeres les va bien esta feminización del mundo. En todo caso, confrontados a los cambios, ellas toman ese mundo à bras le corps, lo abrazan con todo el cuerpo, lo toman a su cargo; ellos parecen más bien haber perdido la brújula. “Siempre hay que reinventar lo masculino –no sin lo femenino”. Así comenzó Guy Briole su conferencia, brindándonos un aforismo.

Abordó el tema del goce, el deseo y el amor en femenino, a partir  de la literatura y la clínica, exponiendo viñetas donde la posición femenina se perfila con claridad.

Primera viñeta clínica: Un hombre quiere conservar el amor de su mujer; se precipita a convertirla en madre. Hace caer sobre la mujer la sombra de la madre. Así escapa a la castración, eludiendo mostrarse deseante. Se recluye en la paternidad, pues “para el hombre también, el hijo puede hacer de tapón”.

Segunda viñeta clínica: Otro hombre se siente corroído por los celos. ¿Cómo se atreve su mujer, a la que ha hecho madre tres veces, a clamar su insatisfacción en tanto que mujer! ¿Cómo puede ella hacernos eso?, se pregunta ese “padremadre”. Él la quiere “admirable”, como madre; ella quiere ser “admirada” o por lo menos “mirada” como mujer. Ella no consiente que caiga la sombra de la madre sobre la mujer que es.

Primera puntuación teórica: Se suele creer que la mujer plena es la madre. Pero, para el psicoanálisis, una verdadera mujer no es la madre. Es más bien Medea. La madre “tiene”, está del lado de la abundancia; en cambio la verdadera mujer es, por excelencia, la que “no tiene”; la que hace algo con ese “no tener”, por ejemplo, del lado de los semblantes. A la madre se demanda; a la mujer se desea. La mujer es deseada, reprobada y di-famada. Medea no admite dejar a Jasón ir a desear a otra parte; no se satisface con ser la mujer dejada caer.

Segunda puntuación teórica: Temporalidades. El amor es atemporal, en cambio el goce del lado masculino es temporal. El goce del lado masculino es un goce escandido; cuando se acaba se acaba; en cambio el goce del lado femenino no se satisface con la escansión: ¡eso no puede acabar así!; el amor toma el relevo. La temporalidad de la histeria es suspender el goce, para prolongar el deseo y eternizar el amor, como amor insatisfecho. Del lado masculino, se trata más bien de suspender el goce, retrasarlo. En la actualidad, por un lado, se va hacia el goce con gadgets; por otro lado, se pide amor; lo pulsional se rinde, se sacrifica en el altar del no-todo.

Primera viñeta literaria: Belle et bête de Marcela Iacub. Ella mantiene una relación con un hombre. Sabemos que se trata de Dominique Strauss-Khan, del cual dice que es parte hombre y parte cerdo. En el mundo actual se ha desarrollado una “utopía generosa”: un derecho a gozar, una fraternidad en el goce. Pero para que subsista esta fraternidad, es necesario que exista la parte deseante del hombre, es necesario el fantasma del hombre-cerdo, defiende con valentía Iacub. El fantasma no está para ser realizado, está para fantasear. Si matamos al cerdo, la sociedad ya no puede ser fraternal; en todo caso, será sororal. Ella le deja un pedazo de su cuerpo al cerdo, su libra de carne en términos shakespearianos: un trozo del lóbulo de la oreja.

Tercera viñeta clínica: Ella lidia con una sexualidad que la desborda. Casada con un hombre guapo, bueno y brillante, con el cual, sin embargo, su cuerpo no está concernido, ella desea a otro hombre, un amante ordinario. Se queda embarazada. Le atormenta la paternidad, cuando por fechas no cabría ninguna duda. Tiene el hijo, que resulta ser el vivo retrato de su marido. Ella intenta proyectar la sombra de la madre sobre la mujer. Pero no lo consigue: el hijo no la colma. Involucra cada vez más a su madre en los cuidados del niño, se distancia del análisis, cierra a cal y canto el inconsciente, dispuesta a volver al galope de la mujer que hay en ella. Algunas veces cae la sombra de la madre sobre la mujer, pero otras veces es la sombra de la mujer la que cae sobre la madre.

Segunda viñeta literaria: La vida sexual de Catherine M de Catherine Millet y Celos de la misma autora. La vida sexual de Catherine M es una escritura sobre lo real del sexo, sin velo. Muchos hombres rugen  contra esa hembra indómita que reduce al hombre viril al estatuto de un sextoy activado, de un hombre-dildo. Otros hombres –incluso algunos de ellos psicoanalistas– se vanaglorian de haber abierto y cerrado el libro en el espacio de un relámpago. No hay que confundir a M con Millet y de nada sirve hacerle el vudú al fetiche que se ha fabricado de ella. En todo caso el libro es un testimonio de una generación. Sorprendentemente, en su libro posterior, Celos, Millet relata la espiral infernal de los celos donde se hunde a pesar de la libertad pactada con su pareja. Le atormentan las aventuras que Claude tiene con otras mujeres, sobre todo la mentira de Claude que la exilia de él, que pone de manifiesto hasta qué punto ella le es indiferente y la deja en el peor de los lugares: el lugar de la observadora. 

Cuarta viñeta clínica: Luna, mujer de la noche, declara: “tengo un problema con los hombres”. Partida entre un intelectual que la eleva a lo sublime y un latino que la confronta con lo peor de la “decadencia sexual” –pasión, celos, vigilancia, amenazas de muerte y rencuentros inolvidables– no puede salir del ciclo infernal de desenfreno y alcohol.  En medio está El aleluya de Georges Bataille, texto que la conmueve hasta las lágrimas, “la agarra por las tripas”, donde ella se descubre a sí misma en “la orgía anónima”, vibra en la “desnudez sucia [que] se promete al suplicio de los gritos”…
La última puntuación teórica vertió sobre el amor: El amor no puede darse por hecho; hace falta que uno ponga algo de sí para que el lazo se mantenga vivo y deseable. El amor es ante todo una cuestión de saber, de querer saber –como demuestra la transferencia. Guy Briole puntualizó con maestría: “el psicoanálisis no promete un nuevo amor entre los hombres y las mujeres. Al contrario, confirma lo imposible de la relación entre los sexos y que el amor es lo que viene a hacer objeción a esta relación que no hay; el amor es una pantalla puesta sobre este imposible.” ¡Sí!, “podría existir un amor diferente del hecho de que uno, el hombre o la mujer, quisiera saber algo más del otro, de lo que le ocurre, de lo que desea. Es decir, hacer del otro su interlocutor/interlocutora y no su partenaire síntoma”.  Diciendo que se trataba de una cuestión abierta, terminó su su conferencia Guy Briole.  
El Grupo del Garraf se siente privilegiado y agradece al Dr. Guy Briole su generosidad, al impartir desde París, en pleno confinamiento, esta espléndida conferencia. Seguiremos trabajando sus textos.

Alín Salom

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