Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola




lunes, 19 de noviembre de 2018

Reseña I del taller de lectura en torno a Joyce




JOYCE. DE UN CUERPO ABANDONADO COMO UNA CÁSCARA

Patricia Edith MONTOZZI



Introducción

 El Seminario  23, El Sinthome, fue el título que Lacan eligió para el seminario consagrado a Joyce, en los años 75/76. Escribió la palabra sinthome con una ortografía antigua que proviene del griego, introdujo así lo que Joyce tanto había usado: el equívoco entre el sonido que se oye y la grafía que se ve.

Sabemos que Lacan había frecuentado en su juventud unas reuniones en la casa de Adrienne Monnier donde asistió a la lectura del Ulises –dirá que la lectura de Joyce es agotadora, no suscita simpatía dado que no despierta ecos en nuestro inconsciente, que es el nuevo amo de lo ilegible,  dado que puso el punto final al sueño … de la literatura1.                               
                                                   
Jacques Aubert, dará un simposio internacional sobre Joyce en París, y Lacan volverá  a Joyce ya no desde lo literario sino desde la óptica del caso.

Tomando en parte el Retrato del artista adolescente, que es el análisis que se propone en su mayor parte, pensemos, que se ofreció él mismo como caso, dado que no se puede negar el rasgo autobiográfico de la novela. En qué puntos se apoya el análisis de Lacan? Por un lado, la relación de Joyce con su propio cuerpo y, por otro, su tipo de escritura.

El momento de Lacan: ya no era el Lacan de 1956, de la Instancia de la letra en el inconsciente, texto  ligado a la práctica freudiana  donde  la palabra revela un inconsciente  estructurado como un lenguaje y, por lo tanto, descifrable. Ahora Lacan abre un surco con Freud, no sólo  en la teoría también en la práctica.  Va hacia un nuevo camino que se puede pensar desde la novela de la asociación libre, a lo real como letra. Es el inconsciente vinculado a lo real y al uso del nudo borromeo, introducido algunos años antes. Lacan intenta entonces volver a pensar toda la experiencia analítica a partir de este nuevo esquematismo y en particular las categorías clínicas (neurosis, psicosis) y pensar, además,  en un psicoanálisis cuyo final sea posible. Sabemos que esto estaba pendiente en Freud, por lo que acabo de decir justamente: con la asociación libre bajo transferencia y el desciframiento de la práctica freudiana se puede seguir hasta el infinito. ¿Cómo  situar un final o valorar los cambios que puedan producirse en el deseo y los síntomas del analizante, sin convocar aquello que no es lenguaje sino lo real –lo real del goce!

Bien. Lacan asegura que en Joyce estaba presente la principal condición de la psicosis, la carencia del sinthome Padre;  pero  éste forjó un anudamiento con el saber hacer del artista. Palabras de Lacan: “considerar que el caso Joyce responde a un modo de suplir un des-anudamiento en el nudo”2.

Ahora bien, dentro de la propuesta del esquema del nudo, donde se traduce la estructura clínica en términos de anudamiento y desanudamiento, vale decir que Lacan al hablar de otro tipo  anudamiento excluye ya una respuesta binaria del sí o no que nos aseguraba el sinthome-padre. Introducirá entonces una idea de anudamiento diferente: la suplencia.

Lacan presenta el nudo borromeo con el nudo padre:

  “No es el hecho de que estén rotos lo simbólico, lo imaginario y lo real lo que define a la perversión, sino que estos ya son distintos, de manera que hay que suponer un cuarto…” Perversión –solo quiere decir versión hacia el padre– que en suma el padre es un síntoma o sinthome”3.

“uno puede prescindir del Nombre del Padre (…) con la condición de utilizarlo4.

A través de la pere-versión que es el padre–versión, la versión de un padre cuyo deseo y decir se inscriben en un modelo de relación con una mujer que compensa la no-relación proporción sexual5.



 Volviendo a Joyce, Lacan  no emplea en este seminario el término de psicosis para Joyce. Solo se pregunta si estaba loco o no. ¿Por qué? Porque el loco y el psicótico son cosas distintas. Lacan aborda la locura a través del fenómeno imaginario de la creencia. Define al loco como alguien que se cree lo que es. Si un hombre cualquiera se cree rey, está loco. No lo está menos un rey que se cree rey6. El neurótico  también cree, como el loco, pero más bien el neurótico cree en el Otro, cosa no menos delirante. Ahí es donde Lacan dirá que todos deliramos. Lo interesante  aquí es cómo él marca las dos maneras de fraguar lo imaginario y lo simbólico sobre lo real.

Sin cuerpo

Al final del seminario Lacan avanza su tesis sobre un lapsus del nudo que dejaría el imaginario joyceano desanudado, demasiado libre  de lo simbólico y real unidos. En la figura de la pag 148, se ve que no se anuda de manera borromea. Evidentemente hay un lapsus en el nudo.

El Imaginario es el cuerpo. Recordemos  en el estadio del espejo es donde se verifica  la imagen y, con ésta,  la forma del cuerpo propio que es el primer objeto de investidura libidinal y el primero en prestarse a una identificación; pero no es la última vez dado que, como dice Lacan, el sujeto permanece infatuado por su imagen, dado que  ella constituye el núcleo de su ego. El ego funciona de anclaje corporal. Está comprometido en las pasiones más comunes, en las conquistas del amor, en las contiendas de la ambición, en el odio, etc. Todos estos  afectos se manifiestan en el cuerpo, aunque provengan del  lenguaje que los ha incorporado.

Ahora bien, Lacan pone en relieve un fenómeno que Joyce atestigua como referido a Stephen, algo que es tenue que es el episodio donde el personaje del Retrato del artista adolescente recibe una paliza. ¿De dónde sacaría el autor esto sino de sí mismo? El relato nos cuenta que el joven fue castigado por sus compañeros por no haber cedido ante un diferendo literario y, a renglón seguido de ese episodio, percibe que su cólera se desvanece, en vez de ser al revés, entrar en cólera. Cualquiera que ame a su cuerpo y recibe un mínimo ataque , la hubiese sentido. Cito a Lacan:

 “Pero la forma en Joyce de dejar caer la relación con el propio cuerpo resulta completamente sospechosa para el analista porque la idea de sí mismo como cuerpo tiene un peso. Es precisamente lo que se  llama  el ego7.

En la relación con el cuerpo, la norma es que:

 “hay algo psíquico que se afecta, que reacciona, que no está separado.a diferencia de lo que testimonia Joyce después de haber recibido los bastonazos de sus cuatro o cinco compañeros, en Joyce solo hay algo que no pide más que irse, desprenderse como una cáscara” 8.

Hay que ser Lacan para extraer ese rasgo que si bien está muy afirmado, no ocupa más que algunas líneas. Pero sabemos que una vez despejado el rasgo, muchas otras indicaciones vienen a confirmar lo que se designa como el lapsus del nudo.

El nudo mal hecho9:



En relación a la ausencia de sentimiento de rencor después del episodio

Joyce escribe en el Retrato del artista adolescente:

Se preguntaba por qué no guardaba mala voluntad por  aquellos que le habían atormentado. No había olvidado en lo más mínimo su cobardía y su crueldad, pero la evocación del cuadro no le excitaba al enojo. A causa de esto, todas las descripciones de amores y de odios violentos que había encontrado en los libros le habían parecido fantásticas. Y aún aquella  noche, al regresar vacilante a casa a lo largo del camino de Jone, había sentido que había una fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro.”10

Volvemos a encontrar el rasgo de hacer evanescente la venganza narcisista, indicativo de cierta particularidad en la relación con el cuerpo propio sobre todo con el ego. Lo evanescente de su rabia en el momento de la paliza puede tener que ver con su indiferencia ante los semejantes. Joyce atestigua en Stephen un extraño desprendimiento: un egoísmo bien arraigado que califica más tarde como “redentor”, llegando hasta “el odio contra su entorno”. Él mismo señala que eso es raro, diciendo de su personaje que está separado por un abismo hasta de los miembros de la propia familia.

“Ni la vida de la juventud se había agitado en él como en ello. No había conocido ni el placer de la camaradería, ni la ruda salud viril, ni la piedad filial. Nada se agitaba en su alma fuera de una sensualidad fría, cruel y sin amor” 11.

Tener un cuerpo

Vuelvo al lapsus del nudo porque nos confronta nuevamente con el narcisismo: ese amor a uno mismo  del que Joyce carece sin lugar a dudas. Joyce tiene un narcisismo que sólo se causa a sí mismo. Lacan, dice que no es un santo está demasiado art-gulloso de su arte12. A partir de ahí habría que interrogar su arte. Lacan dirá: “hay que mantener que el hombre tiene un cuerpo, o sea que habla con su cuerpo”.  A partir de esto habría preguntarse entonces si Joyce hace  hablar a su arte con su cuerpo o no lo hace. Joyce tiene un cuerpo, pero no lo es.

Que significa, entonces, tener un cuerpo? Podemos decir que es servirse de él, poder hacer algo con él, pero también significa que se puede suspender su uso. Ciertos hablantes no  tienen  cuerpo. Lacan forjará el nuevo diagnóstico a partir de Joyce  que es la enfermedad de la mentalidad.

Digamos entonces que alguien sin cuerpo es cuando no hace nada con su cuerpo, no lo pone en juego en los emprendimientos de las sublimaciones narcisistas. A la inversa quien sí las emprende pondrá algo más que una imagen, pondrá lo real de su síntoma de goce como acontecimiento de cuerpo.

Según Lacan, Joyce logró hacer algo bien barato con su cuerpo13. Podríamos cargar esta expresión en la cuenta de un dejar caer el cuerpo propio. Pero si  uno vende caro su cuerpo, los usos son múltiples en relación al lazo  (manutención, erotización, promoción). Esto nos habla de una imagen libidinizada que forma parte del ego. Para lograr esto, hay  un tributo llamado castración, que es lo que hay que pagar para apropiarse del cuerpo, para poder servirse de él como instrumento de lazo social. Y Joyce más bien lo suspendió, dejó de lado ese poder.

Joyce no es un histérico, tampoco una mujer; no se sirve de su cuerpo ni para ofrecerlo ni para generar deseo, sustrayéndolo. Él quería otra cosa. Lacan dice que no quería tener nada, salvo el escabel del decir magistral 14. Joyce no ofrece su cuerpo, no se fabrica un síntoma escabel a partir de su cuerpo. Tampoco se hace síntoma del otro cuerpo, ya que su Nora no tuvo esa función.  Joyce no trató su lapsus del nudo sirviéndose de su cuerpo, tampoco es síntoma de otro cuerpo; es síntoma sin más. No fue suficiente gozar escribiendo; fue necesario que además publicara. No ofreció su cuerpo de carne, sino su cuerpo de palabras y de palabras ingeniosas. Entonces ¿qué podría hacer Joyce con una mujer?

Nudo con ego corrector15



 

Sin árbol genealógico

 En qué sentido es destacable el sinthome–suplencia de Joyce. Podríamos nombrar  dos aspectos: primero, referente al nombre que se ha dado y, segundo, a su propio arte. Dice Lacan en el Seminario 23:  

“Joyce carga con su padre. En la medida que debe sostener a este padre para que subsista, como se revela en el Ulysses, “este arte que(…) nos llega siempre como surgido del artesano, no solo hace que subsista su familia sino que la vuelve ilustre, al mismo tiempo vuelve célebre lo que él llama my country.”

Pero, Joyce no trabaja para el árbol genealógico más bien pretende abolirlo y constituirse  en el inicio como el origen mismo.  Las últimas palabras del Retrato del artista son:  

“Salgo a buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza”16.

Ese “salgo a buscar” es el momento cuando él pasa al acto; repudiando toda realidad , ese acto  se constituye como un inicio y se sublima como hacedor de una conciencia sin padre, que no nacerá de su descendencia carnal sino de la raza. El origen donde se sitúa Joyce será en la serie de joyceanos –lectores dedicados a su obra– que funcionarán como partenaires y de sobra está en el origen de su público. Ese nombre se sostiene en un ego corrector que restituye el anudamiento imaginario.

El cuerpo de ese ego no es el  cuerpo que tiene Joyce; es el cuerpo que él se adjudica es el cuerpo del libro que se hace ser.

De ahí que Lacan afirme que Joyce alcanzó con su arte, de manera privilegiada, el cuarto término llamado sinthome y con éste concretizar el síntoma  a través del decir magistral17. Él mismo hizo publicidad de su nombre y consiguió que su nombre sobreviviera para siempre.

Entonces, para finalizar, ¿qué no pudo alcanzar, de aquello que se obtiene banalmente con el nudo padre? Si tomamos como testimonio la vida de Joyce   no se puede dejar de lado que él  se constituyó como una excepción, en el origen, pero se salvó solo él –y está bien lejos de ser un redentor–, dado que no  arrastró en su salvación ni a su descendencia ni a su elegida Nora.

                                                                                       
                                                                             
Notas

1. LACAN, J., “Joyce el síntoma”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 596.
2. LACAN, J., El Seminario 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 85.
3. Ibid., p. 20.
4. Ibid., p. 133.
5. LACAN, J., RSI, pp. 9-10 (inédito).
6. LACAN, J., “Acerca de la causalidad psíquica”, Escritos.
7. LACAN, J., El Seminario 23, op. cit., p. 147.
8. Ibid.
9. Ibid., p. 148.
10. JOYCE, J., Retrato del artista adolescente, Madrid, Alianza, 2002, pp. 92-93.
11. Ibid., p. 108.
12. “Joyce el síntoma”, op. cit., p. 593.
13. Ibid., p. 593.
14. Ibid.
15. Seminario 23, op. cit., p. 149.
16. JOYCE, J., Retrato del artista adolescente, op. cit., p. 293.
17. LACAN, J., “Joyce el síntoma”, op. cit., p. 593.



Bibliografía

JOYCE, J.,                Retrato del artista adolescente, Madrid, Alianza, 2002.
LACAN, J.,                El Seminario 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006.
            “Joyce el síntoma”, Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós,
2012.
                                Seminario 22, RSI (1974-1975). Inédito.
SCHEJTMAN, F.,    Ensayos de Clínica psicoanalítica nodal, Buenos Aires,  
Grama, 2013.
 


                                                               








                                                               






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