JOYCE. RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE
Pilar RUIZ
Desarrollaré mi aproximación al Retrato
en cuatro apartados:
1. Cuestiones relativas a la génesis, el título, el narrador
y el personaje.
2. Estructura.
3. Aspectos como: las epifanías, incidentes del cuerpo, el
nombre, la palabra y la voz.
4. Conclusión.
1. La génesis, el título, el
narrador y el personaje
Génesis y
título. El Retrato
es el fruto de un largo proceso creativo de más diez años. Comenzó hacia 1890
cuando Joyce empezó a escribir su autobiografía Stephen Hero1, al tiempo que la vivía. En 1904, escribió
una historia entre autobiografía y ensayo de estética, A Portrait of the artist, y en 1906, se puso a escribir A Portrait of the Artist as a Young Man2, publicado en 1916. Seleccionó, inventó
y organizó el material anterior de manera que no coincide con los hechos de su
vida.
El Narrador es la tercera persona, pero adopta el punto de vista del propio Stephen.
Utiliza el estilo indirecto libre3: el narrador se mete en la mente
del personaje y deja que fluyan sus pensamientos, sin llegar a ser un monólogo
interior. Así, con la cercanía y la verosimilitud de la primera persona y la
distancia de lo simbólico y universal consigue hacer el retrato del ARTISTA por
antonomasia, como sugiere el título, y que es él mismo.
El narrador cambia en las últimas seis páginas que recogen en
forma de diario, a la manera de un monólogo interior, los dos meses antes de
viajar al extranjero, “siguiendo voces que lo llaman”. En esta parte, usa
frases cortas, fragmentadas, sin conectores. El joven artista se queda solo y
deja de cuidar el estilo, intermediario entre su pensamiento y sus
interlocutores.
El protagonista, alter ego de Joyce, es Stephen, primer mártir cristiano, Dédalus, constructor del laberinto de
Creta. Así une los dos componentes de la cultura occidental. Pero las
connotaciones simbólicas del nombre se multiplican en el juego onomástico de
los compañeros: “¡Stephanos Dédalos! ¡Bous Stephanoumenos! ¡Bous
Stephanephoros! Ahora más que nunca le parecía profético aquel nombre que
llevaba”4. La etimología griega de los
apelativos remiten al artista, daidalos;
coronado, stephanon, con el
pensamiento, noúmenon y la capacidad
de ver por encima, ephoros. Más adelante es el decano quien con su
autoridad le dice: “Usted es un artista”5.
2. Estructura
El Retrato se estructura en 5 partes, sin título. La narración es cronológica pero
con continuos saltos temporales y reminiscencias porque lo que importa son los
estados de conciencia. Son memorables el comienzo, al modo de los cuentos
infantiles –“Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran)”–, y el
final, la madre rezando y él haciéndolo a su manera –“Antepasado mío, antiguo
artífice, ampárame ahora y siempre”–.
En el capítulo II, Stephen
sale del internado por los problemas económicos de la familia que se traslada a
Dublín donde él callejeaba libremente y sufría “arrebatos de intranquila
locura”. Por otra parte muestra la actitud del escritor realista que escucha y
observa.
“A todo prestaba Stephen oído atento. Las palabras que no
comprendía se las repetía una y otra vez, hasta que se las aprendía de memoria,
y a través de ellas le llegaban vislumbres del mundo que les rodeaba…comenzó a
prepararse en secreto para el gran papel que le estaba reservado”6.
“Archivaba con paciencia cuanto veía, manteniéndose aparte de
todo ello… Aquella actitud suya de observador silencioso se había apoderado de
él”7.
En el capítulo III, Stephen busca la experiencia sexual en el
barrio de los burdeles. Se siente revitalizado, pero en su conciencia quedan
unidos sexo, pecado y confesión. Reza:
“con aquellos labios donde todavía había un eco de puercas y vergonzosas palabras, tal vez el sabor de un beso lascivo…. Era extraño como encontraba un árido placer en seguir hasta su término las rígidas líneas de la doctrina católica sólo por oír y sentir más profundamente su propia condenación”8.
Sufre una experiencia física y espiritual límite tras el larguísimo y angustioso sermón del padre Arnall que acaba con unos versos del Confiteor.
“con aquellos labios donde todavía había un eco de puercas y vergonzosas palabras, tal vez el sabor de un beso lascivo…. Era extraño como encontraba un árido placer en seguir hasta su término las rígidas líneas de la doctrina católica sólo por oír y sentir más profundamente su propia condenación”8.
Sufre una experiencia física y espiritual límite tras el larguísimo y angustioso sermón del padre Arnall que acaba con unos versos del Confiteor.
“…deseaba con toda su alma dejar de oír y de ver, y lo deseó
tanto, que por fin la armazón de su cuerpo se puso a temblar bajo la fuerza de
su deseo y los sentidos de su alma se cerraron por un instante, pero se
abrieron. Y vio…. Dios le había permitido ver su infierno de demonios cabrunos
y lascivos. Lloró por su inocencia perdida…
¡Confesarse! Confesarse!”9.
Al final explica:
“La inocencia que ella tampoco había podido comprender
mientras era inocente, hasta que la extraña miseria de la naturaleza femenina
había llegado por primera vez a su cuerpo. Que su alma habría comenzado a
vivir, del mismo modo que la de él después del primer pecado”10.
El capítulo IV es el más breve. Stephen goza de la privación
de los placeres de todos los sentidos y sufre la cólera producida por los
ruidos, como en muchas ocasiones.
“Sus ojos evitaban todo encuentro con ojos de mujer. Y de vez
en cuando los refrenaba mediante un repentino esfuerzo de voluntad, dejando a
medio leer una frase comenzada y cerrando de golpe el libro… En este momento,
su satisfacción procedía de la conciencia del poder de su voluntad. Fantaseaba
con entregarse a los placeres de la carne y en el último momento los esquivaba”11.
Le seduce el sacerdocio por “el tremendo poder” que tendría como confesor
porque:
“Sabría cosas oscuras, ocultas para otros…. Conocería los pecados de los otros, los pensamientos y actos pecaminosos que serían murmurados en sus oídos”12.
Pero se da cuenta de que
“su destino era eludir todo orden… Estaba destinado a aprender su propia sabiduría aparte de los otros, por sí mismo, errando entre las asechanzas del mundo”13.
“Sabría cosas oscuras, ocultas para otros…. Conocería los pecados de los otros, los pensamientos y actos pecaminosos que serían murmurados en sus oídos”12.
Pero se da cuenta de que
“su destino era eludir todo orden… Estaba destinado a aprender su propia sabiduría aparte de los otros, por sí mismo, errando entre las asechanzas del mundo”13.
El capítulo V es interesantísimo porque Stephen expone su
propia poética14 frente a la filosofía
estética aprendida que considera obsoleta:
“La personalidad del artista, primeramente un grito, una canción,
una humorada, más tarde una narración fluida y superficial, llega por fin como
a evaporarse fuera de la existencia, a impersonalizarse”15.
Y porque Cranly le plantea la pregunta crucial: “¿Has amado alguna vez a alguien?”16.
Stephen habla del amor a Dios, del de tipo cortés, pero no dice si ha sentido amor
por alguien o algo:
“Había estado hablando
del amor maternal. Podía por tanto comprender los sufrimientos de las mujeres,
la debilidad de sus cuerpos y de sus almas. Y sabría defenderlas con brazo
fuerte y resuelto, e inclinar ante ellas su espíritu”17.
Además expresa su deseo:
“Descubrir una manera de vida o de arte, en el cual su alma pudiera expresarse a sí misma con ilimitada libertad”18.
“Descubrir una manera de vida o de arte, en el cual su alma pudiera expresarse a sí misma con ilimitada libertad”18.
3. Aspectos destacables
Transformación de la experiencia vivida
en literatura. Epifanía.
Se trata de un concepto referido a manifestaciones religiosas
como revelaciones del más allá interpretadas por iniciados. La primera
definición de Joyce aparece en Stephen,
Hero:
“Por
epifanía entendía una súbita manifestación espiritual, bien sea en la
vulgaridad del lenguaje y gesto o en una frase memorable de la propia mente.
Creía que le tocaba al hombre de letras registrar esas epifanías con extremo
cuidado, visto que ellas mismas son los momentos más delicados y evanescentes”.
En el Retrato, Stephen añade
que el artista es “el sacerdote de la eterna imaginación, capaz de
transmutar el pan cotidiano de la experiencia en materia radiante de vida
imperecedera”19.
Desde el punto de vista romántico-literario, las epifanías
serían la revelación estética del alma profunda de las cosas. Para el
psicoanálisis, el recurso de Joyce para frenar la deriva invasiva y devastadora
de los “murmullos”. Podemos ver un
ejemplo del proceso en el capítulo II donde la registrada como tercera epifanía
por Valverde20 queda irreconocible en la
escena del tranvía21. Y también, el esfuerzo creativo:
“… estuvo sentado frente a su mesa durante muchas horas… Ya
no quedaban trazas ni del tranvía, ni del conductor…ni aún él ni ella
aparecían. Una vaga melancolía estaba oculta en los corazones de los protagonistas…”22.
Incidentes o experiencias del
cuerpo
Se narran en la novela tres incidentes que afectan
físicamente a Stephen.
Primero. Recién llegado al internado,
Wells lo tira a la fosa porque no había querido cambiarle su cajita de rapé por
la castaña pilonga. Como consecuencia se pone enfermo pero no se chiva. Se
describen las sensaciones corporales de Stephen, sobre todo el frío expresado
mediante la redundancia semántica23.
Segundo. El Padre Dolan azota a Stephen
quien, sintiéndose injusta y cruelmente golpeado y humillado, se arma de valor
y se presenta ante el rector para pedir que no se repitiera. Los compañeros lo
reciben como a un héroe. Es una escena sobrecogedora:
“Un golpe ardiente, abrasador, punzante… Y al ruido, lágrimas
ardientes de dolor se le agolparon en los ojos … oprimiéndose las manos
laceradas contra los costados. Y de pensar en aquellas manos, en un instante
golpeadas y entumecidas de dolor, le dio pena de ellas mismas, como si no
fueran las suyas propias, sino las de otra persona, de alguien por quien él
sintiera pena”24.
Tercero. Éste es recordado años después
durante un incidente en que se ve acorralado.
“Los labios de Stephen eran solamente los que recitaban la
confesión, pues mientras pronunciaba las palabras, un repentino recuerdo le
había transportado a otra escena, evocada como por magia al notar las
arruguillas crueles que con la risa se le formaban a Heron en los ángulos de la
boca y al sentirse en la pantorrilla el golpecito cariñoso del bastón y
escuchar la amonestación amical: Confiesa”25.
“¡A callarse! – Gritó Heron, fustigando en la pierna a
Stephen con el bastón… Nash le trabó los brazos por la espalda mientras que
Boland cogía un troncho de col que yacía en el arroyo. Stephen, debatiéndose a
patadas bajo los bastonazos y los golpes del troncho nudoso, fue empujado
contra una alambrada erizada de espinos. - ¡Confiesa que Byron no valía nada!
Y ahora, mientras recitaba el Confiteor… y aun aquella noche,
había sentido que había una fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio
acumulado en un momento con la misma facilidad con la que se desprende la suave
piel de un fruto maduro”26.
Hay otros momentos en que se refiere a su incapacidad de sentir y a la
sensación de que algo se desprende de su cuerpo.
“Había oído pronunciar los nombres de las pasiones del amor y
del odio… su alma era incapaz de albergar ni el uno ni el otro… A menudo había
sentido un breve acceso de cólera, pero nunca había sido capaz de conservar su
resentimiento largo rato, sino que había sentido que se iba desvaneciendo en
seguida como una cáscara o una piel que se desprendiera con toda suavidad de su
propio cuerpo”27.
“Y estaba derivando por la vida como la cáscara estéril de la
luna”28.
3. El nombre. Las palabras. La
lalengua. La voz
Stephen es muy sensible a la fonética y al significado de los
nombres propios. Más, al suyo.
- “Leyó su nombre en el cuaderno. Aquello era él. Dios era el
nombre de Dios, lo mismo que su nombre era Stephen”29.
- “Dédalus tú tienes un apellido muy raro … parece latín”30.
- “Alaridos furiosos que él sentía brotar en su interior…
Ahíto y descorazonado de oír el sonido de las palabras de su padre. Apenas si
podía reconocer como propios sus pensamientos. Y se repitió lentamente, en voz
baja: -Yo soy Stephen Dédalus. Voy andando junto a mi padre que se llama Simón
Dédalus. Estamos en Cork, en Irlanda. Cork es una ciudad. Nuestra habitación
está en el hotel Victoria. Stephen, Simón. Nombres”31.
- “No importa, Steve. Desde la primera vez que oyó en labios
de su amigo esta variante familiar de su nombre de pila, Stephen gustó de ella”32.
- “… se sonrió de ver la cara de su rival, colorada, movible
y picuda como la de un pájaro. Había pensado con frecuencia lo extraordinario
que era que Vincent Heron, que tenía apellido de pájaro, tuviera la cara en
consonancia con el nombre”33.
Goza de la sonoridad de las palabras y de los juegos fonéticos, en definitiva, de la lalengua.
- “Tú eres el chupito de Mc Glade. Chupito era una palabra
muy rara... Pero el sonido de la palabra era feo. Una vez se había lavado él
las manos en el lavabo… el agujero de la palangana hizo un ruido así: chup”34.
- ¡Qué hermosas las palabras cuando decía: Que me entierren en el viejo cementerio!
… Le daban ganas de llorar mansamente, pero no de llorar por él, de llorar por
aquellas palabras tristes y hermosas como música”35.
- “La palabra le brillaba ahora en el cerebro, más clara y
más resplandeciente que todo el marfil”36.
- “Las últimas palabras de la narración de Davin se le
quedaron cantando en la memoria”37.
- “Había una vez una vaquita “¡mu!” que iba por
un caminito… se encontró un niñín muy guapín…38”
- “Leyó los versos del revés y luego de abajo a
arriba”39.
El resultado es puro juego fónico. Cuando Stephen pregunta a sus hermanos dónde
estaban sus padres, éstos se inventan palabras sin sentido, al estilo de las
jitanjáforas infantiles y populares.
“Uno contestó: Fue-rí ron-ti bus-lí car-dí ca-ní sa-bí . ¿Por
qué causa nos vamos a mudar de nuevo, si es que se puede saber? -Por-ní
que-bí el-ti ca-dí se-lí ro-bí nos-dí e-lí cha-bí”40.
Stephen se reconoce como un chico obediente, atormentado por la voz del
superyó insaciable.
“Había estado escuchando las voces de sus profesores que le
excitaban a ser un perfecto caballero y un buen católico…Y era el zumbido vacío
de todas estas voces lo que le hacía titubear en la persecución de sus propios
fantasmas…era feliz cuando podía estar lejos de ellas”41.
“Siempre existiría en
su alma un inquieto sentimiento de culpa; se arrepentiría, se confesaría, sería
absuelto, se volvería a arrepentir, a confesar, le volverían a absolver: todo
inútil”42.
4. Conclusión
El Retrato es una novela
inagotable. Magnífica desde el punto de vista literario y sugerente desde la
perspectiva psicoanalítica. En ella, Joyce novela su poética, no sólo explica
la teoría sino que la pone en práctica al pasar las vivencias personales a
universales, de la lírica a la épica y a la dramática. También es capaz de
describir el instante de la inspiración43.
Es decir, todos sus procesos mentales son minuciosamente analizados. Sin
embargo, no habla de sentimientos y sorprende la poca importancia del amor en
una novela de aprendizaje. Por eso es tan pertinente la pregunta de Cranly,
aunque Stephen no la conteste y se ponga a hablar de sus principios.
Creo que, en cierto sentido, el Retrato
anticipa el Ulises, porque Joyce ya
trabaja el flujo de la conciencia en él y porque anticipa su deseo de
“expresarse con ilimitada libertad”44.
Aquí, Joyce funde vida y literatura narrando desde un punto de alejamiento y
proximidad que nos permite disfrutar y conectar con el texto. Sin extrañeza ni
aburrimiento sino con significación y sentido, por lo que podemos
identificarnos con el frío y la soledad del niño del internado y con la
angustia del adolescente ante los horrores del infierno. Yo diría que, en este
libro, nuestro inconsciente sí está convocado.
Notas
1. El título es calco de la balada popular Turpin Hero.
2. En español, apareció en 1926 como El artista adolescente, traducción de “Alfonso Donado” y en 1976
como Retrato del artista adolescente firmado
ya por Dámaso Alonso.
3. JOYCE, J. , Retrato del artista adolescente,
Barcelona, Lumen, 1978. Ver por ejemplo págs. 12-13.
4. Ibid. , p. 200.
5. Ibid. , p. 220.
6. Ibid. , p. 74.
7. Ibid. , págs 79 y 81.
8. Ibid. , p. 122.
9. Ibid. , págs.162-65.
10. Ibid. , p. 265.
11. Ibid. , p. 179.
12. Ibid. , p. 189.
13. Ibid. , p. 192.
14. Ibid. , págs. 252-255. Sobre la belleza
y los géneros literarios.
15. Ibid. , p. 256.
16. Ibid. , p. 287.
17. Ibid. , p. 293.
18. Ibid. , p. 294.
19. Ibid. , p. 263.
20. VALVERDE,
J. Mª, Joyce, Barcelona, Dopesa, 1978, p. 43.
21. JOYCE,
J. El retrato del artista adolescente,
op. cit. , p. 81.
22. Ibid., p. 83.
23. Ibid., págs. 13 y 20.
24. Ibid., p. 58.
25. Ibid., p. 92.
26. Ibid., págs. 96, 97.
27. Ibid., p. 177.
28. Ibid., p. 112.
29. Ibid., p. 19.
30. Ibid., p. 29.
31. Ibid., p. 108.
32. Ibid., p. 214.
33. Ibid., p. 89.
34. Ibid., p. 14.
35. Ibid., p. 29.
36. Ibid., p. 213.
37. Ibid., p. 217.
38. Ibid., p. 9.
39. Ibid., p. 19.
40. Ibid., p. 194.
41. Ibid., p. 98.
42. Ibid., p. 182.
43. Ibid., p. 258.
44. Ibid., p.
294.
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