JOYCE. DE UN CUERPO ABANDONADO COMO UNA CÁSCARA
Patricia Edith MONTOZZI
Introducción
El Seminario
23, El
Sinthome, fue el título que Lacan eligió para el seminario consagrado a
Joyce, en los años 75/76. Escribió la palabra sinthome con una ortografía antigua que proviene del griego,
introdujo así lo que Joyce tanto había usado: el equívoco entre el sonido que
se oye y la grafía que se ve.
Sabemos que Lacan había
frecuentado en su juventud unas reuniones en la casa de Adrienne Monnier donde
asistió a la lectura del Ulises –dirá
que la lectura de Joyce es agotadora, no suscita simpatía dado que no despierta
ecos en nuestro inconsciente, que es el nuevo amo de lo ilegible, dado que puso el punto final al sueño … de la
literatura1.
Jacques Aubert, dará un
simposio internacional sobre Joyce en París, y Lacan volverá a Joyce ya no desde lo literario sino desde
la óptica del caso.
Tomando en parte el Retrato del artista adolescente, que es
el análisis que se propone en su mayor parte, pensemos, que se ofreció él mismo
como caso, dado que no se puede negar el rasgo autobiográfico de la novela. En
qué puntos se apoya el análisis de Lacan? Por un lado, la relación de Joyce con
su propio cuerpo y, por otro, su tipo de escritura.
El momento de Lacan: ya no
era el Lacan de 1956, de la Instancia de
la letra en el inconsciente, texto ligado a la práctica freudiana donde la palabra revela un inconsciente estructurado como un lenguaje y, por lo tanto,
descifrable. Ahora Lacan abre un surco con Freud, no sólo en la teoría también en la práctica. Va hacia un nuevo camino que se puede pensar
desde la novela de la asociación libre, a lo real como letra. Es el
inconsciente vinculado a lo real y al uso del nudo borromeo, introducido
algunos años antes. Lacan intenta entonces volver a pensar toda la experiencia analítica
a partir de este nuevo esquematismo y en particular las categorías clínicas
(neurosis, psicosis) y pensar, además, en un psicoanálisis cuyo final sea posible.
Sabemos que esto estaba pendiente en Freud, por lo que acabo de decir
justamente: con la asociación libre bajo transferencia y el desciframiento de
la práctica freudiana se puede seguir hasta el infinito. ¿Cómo situar un final o valorar los cambios que
puedan producirse en el deseo y los síntomas del analizante, sin convocar
aquello que no es lenguaje sino lo real –lo real del goce!
Bien. Lacan asegura que en
Joyce estaba presente la principal condición de la psicosis, la carencia del sinthome Padre; pero
éste forjó un anudamiento con el saber hacer del artista. Palabras de Lacan: “considerar
que el caso Joyce responde a un modo de suplir un des-anudamiento en el nudo”2.
Ahora bien, dentro de la
propuesta del esquema del nudo, donde se traduce la estructura clínica en
términos de anudamiento y desanudamiento, vale decir que Lacan al hablar de
otro tipo anudamiento excluye ya una
respuesta binaria del sí o no que nos aseguraba el sinthome-padre. Introducirá entonces una idea de anudamiento
diferente: la suplencia.
Lacan presenta el nudo
borromeo con el nudo padre:
“No es
el hecho de que estén rotos lo simbólico, lo imaginario y lo real lo que define
a la perversión, sino que estos ya son distintos, de manera que hay que suponer
un cuarto…” Perversión –solo quiere decir versión hacia el padre– que en suma
el padre es un síntoma o sinthome”3.
“uno puede prescindir del Nombre del
Padre (…) con la condición de utilizarlo”4.
A través de la pere-versión
que es el padre–versión, la versión de un padre cuyo deseo y decir se inscriben
en un modelo de relación con una mujer que compensa la no-relación proporción
sexual5.
Volviendo a Joyce, Lacan no emplea en este seminario el término de
psicosis para Joyce. Solo se pregunta si estaba loco o no. ¿Por qué? Porque el
loco y el psicótico son cosas distintas. Lacan aborda la locura a través del
fenómeno imaginario de la creencia. Define al loco como alguien que se cree lo que es. Si un hombre cualquiera
se cree rey, está loco. No lo está menos un rey que se cree rey6. El
neurótico también cree, como el loco,
pero más bien el neurótico cree en el Otro, cosa no menos delirante. Ahí es
donde Lacan dirá que todos deliramos. Lo interesante aquí es cómo él marca las dos maneras de fraguar
lo imaginario y lo simbólico sobre lo real.
Sin
cuerpo
Al final del seminario Lacan
avanza su tesis sobre un lapsus del nudo
que dejaría el imaginario joyceano desanudado, demasiado libre de lo simbólico y real unidos. En la figura
de la pag 148, se ve que no se anuda de manera borromea. Evidentemente hay un
lapsus en el nudo.
El Imaginario es el cuerpo. Recordemos
en el estadio del espejo es donde se
verifica la imagen y, con ésta, la forma del cuerpo propio que es el primer
objeto de investidura libidinal y el primero en prestarse a una identificación;
pero no es la última vez dado que, como dice Lacan, el sujeto permanece
infatuado por su imagen, dado que ella
constituye el núcleo de su ego. El ego funciona de anclaje corporal. Está
comprometido en las pasiones más comunes, en las conquistas del amor, en las
contiendas de la ambición, en el odio, etc. Todos estos afectos se manifiestan en el cuerpo, aunque provengan
del lenguaje que los ha incorporado.
Ahora bien, Lacan pone en
relieve un fenómeno que Joyce atestigua como referido a Stephen, algo que es tenue que es el episodio donde el personaje del
Retrato del artista adolescente
recibe una paliza. ¿De dónde sacaría el autor esto sino de sí mismo? El relato
nos cuenta que el joven fue castigado por sus compañeros por no haber cedido ante
un diferendo literario y, a renglón seguido de ese episodio, percibe que su
cólera se desvanece, en vez de ser al revés, entrar en cólera. Cualquiera que
ame a su cuerpo y recibe un mínimo ataque , la hubiese sentido. Cito a Lacan:
“Pero
la forma en Joyce de dejar caer la relación con el propio cuerpo resulta
completamente sospechosa para el analista porque la idea de sí mismo como
cuerpo tiene un peso. Es precisamente lo que se
llama el ego”7.
En la relación con el cuerpo,
la norma es que:
“hay
algo psíquico que se afecta, que reacciona, que no está separado.a diferencia
de lo que testimonia Joyce después de haber recibido los bastonazos de sus
cuatro o cinco compañeros, en Joyce solo hay algo que no pide más que irse,
desprenderse como una cáscara” 8.
Hay que ser Lacan para
extraer ese rasgo que si bien está muy afirmado, no ocupa más que algunas
líneas. Pero sabemos que una vez despejado el rasgo, muchas otras indicaciones
vienen a confirmar lo que se designa como el lapsus del nudo.
El nudo mal hecho9:
En
relación a la ausencia de sentimiento de rencor después del episodio
Joyce escribe en el Retrato del artista adolescente:
“Se preguntaba por qué no guardaba mala
voluntad por aquellos que le habían
atormentado. No había olvidado en lo más mínimo su cobardía y su crueldad, pero
la evocación del cuadro no le excitaba al enojo. A causa de esto, todas las
descripciones de amores y de odios violentos que había encontrado en los libros
le habían parecido fantásticas. Y aún aquella noche, al regresar vacilante a casa a lo largo
del camino de Jone, había sentido que había una fuerza oculta que le iba
quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con la
que se desprende la suave piel de un fruto maduro.”10
Volvemos a encontrar el
rasgo de hacer evanescente la venganza narcisista, indicativo de cierta
particularidad en la relación con el cuerpo propio sobre todo con el ego. Lo evanescente de su rabia en el
momento de la paliza puede tener que ver con su indiferencia ante los
semejantes. Joyce atestigua en Stephen un extraño desprendimiento: un egoísmo
bien arraigado que califica más tarde como “redentor”, llegando hasta “el odio contra
su entorno”. Él mismo señala que eso es raro, diciendo de su personaje que está
separado por un abismo hasta de los miembros de la propia familia.
“Ni la vida de la juventud se había
agitado en él como en ello. No había conocido ni el placer de la camaradería,
ni la ruda salud viril, ni la piedad filial. Nada se agitaba en su alma fuera
de una sensualidad fría, cruel y sin amor” 11.
Tener
un cuerpo
Vuelvo al lapsus del nudo
porque nos confronta nuevamente con el narcisismo: ese amor a uno mismo del que Joyce carece sin lugar a dudas. Joyce
tiene un narcisismo que sólo se causa a sí mismo. Lacan, dice que no es un
santo está demasiado art-gulloso de su arte12. A partir de ahí
habría que interrogar su arte. Lacan dirá:
“hay que mantener que el hombre tiene un cuerpo, o sea que habla con su cuerpo”. A partir de esto habría preguntarse entonces
si Joyce hace hablar a su arte con su
cuerpo o no lo hace. Joyce tiene un cuerpo, pero no lo es.
Que significa, entonces,
tener un cuerpo? Podemos decir que es servirse de él, poder hacer algo con él,
pero también significa que se puede suspender su uso. Ciertos hablantes no tienen cuerpo. Lacan forjará el nuevo diagnóstico a
partir de Joyce que es la enfermedad de la mentalidad.
Digamos entonces que alguien
sin cuerpo es cuando no hace nada con su cuerpo, no lo pone en juego en los
emprendimientos de las sublimaciones narcisistas. A la inversa quien sí las
emprende pondrá algo más que una imagen, pondrá lo real de su síntoma de goce
como acontecimiento de cuerpo.
Según Lacan, Joyce logró hacer
algo bien barato con su cuerpo13.
Podríamos cargar esta expresión en la cuenta de un dejar caer el cuerpo propio.
Pero si uno vende caro su cuerpo, los
usos son múltiples en relación al lazo (manutención,
erotización, promoción). Esto nos habla de una imagen libidinizada que forma
parte del ego. Para lograr esto, hay un tributo llamado castración, que es lo que hay que pagar para apropiarse del cuerpo,
para poder servirse de él como instrumento de lazo social. Y Joyce más bien lo
suspendió, dejó de lado ese poder.
Joyce no es un histérico,
tampoco una mujer; no se sirve de su cuerpo ni para ofrecerlo ni para generar
deseo, sustrayéndolo. Él quería otra cosa. Lacan dice que no quería tener nada,
salvo el escabel del decir magistral 14.
Joyce no ofrece su cuerpo, no se fabrica un síntoma escabel a partir de su
cuerpo. Tampoco se hace síntoma del otro cuerpo, ya que su Nora no tuvo esa
función. Joyce no trató su lapsus del nudo sirviéndose de su cuerpo, tampoco
es síntoma de otro cuerpo; es síntoma sin más. No fue suficiente gozar
escribiendo; fue necesario que además publicara. No ofreció su cuerpo de carne,
sino su cuerpo de palabras y de palabras ingeniosas. Entonces ¿qué podría hacer
Joyce con una mujer?
Nudo con ego corrector15
Sin
árbol genealógico
En qué sentido es destacable el sinthome–suplencia de Joyce. Podríamos
nombrar dos aspectos: primero, referente
al nombre que se ha dado y, segundo, a su propio arte. Dice Lacan en el Seminario 23:
“Joyce carga con su padre. En la medida
que debe sostener a este padre para que subsista, como se revela en el Ulysses, “este arte que(…) nos llega siempre como
surgido del artesano, no solo hace que subsista su familia sino que la vuelve
ilustre, al mismo tiempo vuelve célebre lo que él llama my country.”
Pero, Joyce no trabaja para
el árbol genealógico más bien pretende abolirlo y constituirse en el inicio como el origen mismo. Las últimas
palabras del Retrato del artista son:
“Salgo a buscar por millonésima vez la
realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia
increada de mi raza”16.
Ese “salgo a buscar” es el
momento cuando él pasa al acto; repudiando toda realidad , ese acto se constituye como un inicio y se sublima como
hacedor de una conciencia sin padre, que no nacerá de su descendencia carnal
sino de la raza. El origen donde se sitúa Joyce será en la serie de joyceanos
–lectores dedicados a su obra– que funcionarán como partenaires y de sobra está
en el origen de su público. Ese nombre se sostiene en un ego corrector que restituye el anudamiento imaginario.
El cuerpo de ese ego no es el cuerpo que tiene Joyce; es el cuerpo que él
se adjudica es el cuerpo del libro que se
hace ser.
De ahí que Lacan afirme que
Joyce alcanzó con su arte, de manera privilegiada, el cuarto término llamado sinthome y con éste concretizar el
síntoma a través del decir magistral17.
Él mismo hizo publicidad de su nombre y consiguió que su nombre sobreviviera
para siempre.
Entonces, para finalizar, ¿qué
no pudo alcanzar, de aquello que se obtiene banalmente con el nudo padre? Si
tomamos como testimonio la vida de Joyce
no se puede dejar de lado que él se constituyó como una excepción, en el
origen, pero se salvó solo él –y está bien lejos de ser un redentor–, dado que
no arrastró en su salvación ni a su descendencia
ni a su elegida Nora.
Notas
1. LACAN, J., “Joyce
el síntoma”, Otros Escritos, Buenos
Aires, Paidós, 2012, p. 596.
2. LACAN, J., El Seminario 23,
El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006,
p. 85.
3. Ibid., p.
20.
4. Ibid., p. 133.
5. LACAN, J., RSI,
pp. 9-10 (inédito).
6. LACAN, J., “Acerca
de la causalidad psíquica”, Escritos.
7. LACAN, J., El Seminario 23,
op. cit., p. 147.
8. Ibid.
9. Ibid., p.
148.
10. JOYCE, J., Retrato del artista adolescente, Madrid,
Alianza, 2002, pp. 92-93.
11. Ibid., p.
108.
12. “Joyce el síntoma”, op. cit., p. 593.
13. Ibid., p. 593.
14. Ibid.
15. Seminario
23, op. cit., p. 149.
16. JOYCE, J., Retrato del
artista adolescente, op. cit., p. 293.
17. LACAN, J., “Joyce
el síntoma”, op. cit., p. 593.
Bibliografía
JOYCE, J., Retrato del artista adolescente, Madrid,
Alianza, 2002.
LACAN, J., El Seminario 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006.
“Joyce
el síntoma”, Otros Escritos, Buenos
Aires, Paidós,
2012.
Seminario 22,
RSI (1974-1975). Inédito.
SCHEJTMAN, F., Ensayos
de Clínica psicoanalítica nodal, Buenos Aires,
Grama, 2013.
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