La Vanguardia, 06/04/2017
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La proximidad del día mundial del autismo me parece un buen motivo para traer a colación algunos de los interrogantes que suscita. Empezaré por la pregunta ¿El autismo o los autismos?
Resulta inevitable que nos refiramos a menudo al autismo, en singular, dándole demasiada consistencia a un término detrás del cual hallamos, en realidad, una gran diversidad de casos, que quizás no se corresponden siempre con un diagnóstico preciso de autismo: una multiplicidad de factores pueden producir dificultades en la relación y la comunicación, o conductas de estilo autístico, sin que nos hallemos ante verdaderos casos de autismo.
Pero, ciñéndonos a aquellos casos en los que el diagnóstico de autismo puede establecerse con seguridad, la diversidad de itinerarios e invenciones personales que jalonan la evolución de muchos niños autistas –sobre todo si son atendidos desde edades muy tempranas- es tal, que nos parece más adecuado referirnos a los autismos.
El factor determinante
En base a una práctica de más de treinta años en un CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz, perteneciente a la red de utilización pública del Departament de Benestar Social i Família de la Generalitat de Catalunya), puedo asegurar que este factor –la precocidad en la atención- es determinante en un punto esencial: la capacidad del niño para producir un lazo social con el que ir más allá de las limitaciones que su autismo le impone.
A este factor se añade otro, igualmente determinante: el enfoque de esta atención, que ha de ser, a mi juicio, respetuoso con las dificultades del niño, y siempre dispuesto a dejarse guiar por aquello -objeto, actividad, etc.- que el niño ya ha elegido o elegirá a lo largo del tratamiento, y para lo que tendremos la oportunidad de ofrecerle un uso no autístico.
¿Los autismos o los autistas?
Es tal la diversidad de los itinerarios y las invenciones personales que vemos surgir en el trabajo con niños autistas, que propongo este segundo interrogante: ¿Los autismos o los autistas? Si nos referimos a una categoría diagnóstica -aunque sea diversificándola: los autismos- estamos recluyendo a una serie de sujetos dentro de los márgenes de esa categoría. En mi opinión, la multiplicidad y la singularidad de las soluciones que encuentran y desarrollan muchos niños con autismo -atendidos y acompañados desde muy pequeños- hace más adecuado referirnos a ellos como "los autistas", acentuando así la dimensión del uno por uno.
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La invención de Dídac
La precocidad de la atención -Dídac tenía un año y siete meses cuando él y sus padres tuvieron el primer encuentro con la autora- así como la orientación del tratamiento, fueron, sin duda, determinantes en cuanto a sus resultados. "La invención de Dídac", por tomar el título de uno de los capítulos del libro -aquello que él invento, tanto como el hecho de que ello le permitió inventarse a sí mismo, reinventarse quizás, más allá de su autismo- no se habría producido de no confluir estas dos circunstancias, de la mano del talento clínico y la disponibilidad subjetiva de la autora.
Libros como el de Cecilia Hoffman -que aporta, además, la vocación de ser accesible y útil a un público muy amplio- escritos desde la perspectiva clínica, vienen a complementar la ya larga serie de textos, publicados en los últimos años, en los que sujetos autistas testimonian en primera persona -uno por uno- de la diversidad y la complejidad de sus recorridos vitales.
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