Mercedes de
Francisco: “Tolstoi: sexualidad y muerte. Comme il faut…”*
PILAR RUIZ
Mercedes de Francisco se plantea en este artículo qué valor darle a la crisis demoledora que sufrió Tolstoi en el 1879 que lo llevó a plantearse seriamente abandonar a su numerosa familia, su carrera de escritor de éxito y sus derechos de autor. Deseaba encontrar sentido a su vida que según él era una “broma estúpida y cruel que alguien le había gastado”. De esa crisis, de la que da cuenta en su obra Confesión, salió una especie de profeta moral, centro de un cristianismo sin Cristo, basado en el amor universal, el celibato, el trabajo de la tierra y el vegetarianismo.
Ella defiende que dicha crisis estaba relacionada con tres imposibilidades: el ideal de belleza y perfección, el problemático goce sexual y la omnipresencia de la muerte.
En cuanto a la salida de Tolstoi por el lado del amor universal, la hipótesis de Mercedes de Francisco es que, por una parte le permitía realizar la misión mítica del héroe de la historia que le contó su hermano cuando era un niño y que consistía en que quien encontrara una ramita mágica escondida en Yasnaia Poliana haría posible que el mal fuera extirpado de los corazones de los hombres. Y por otra, rechazar el goce sexual preconizando el celibato fue su manera inconsciente de no afrontar la angustia ante lo femenino y la no proporción sexual.
De Francisco teje su artículo en torno a
tres ejes que entrelazarían la vida y la obra de Tolstoi.
En segundo lugar, De Francisco señala el fuerte deseo sexual de Tolstoi que no podía controlar ni disfrutar sin atormentarse, lo cual lo hacía sentirse abominable y culpar a la mujer de su incontinencia.
El tercer elemento es la muerte, presente en la vida de Tolstoi desde los 18 meses cuando murió su madre. Después las pérdidas se van sumando, al tiempo que vemos su obsesión por el suicidio, recogida en los Diarios.
Tolstoi luchó contra el goce sexual y el
de la escritura en aras de un ideal que intentó alcanzar huyendo del hogar de
toda su vida; pero murió a los diez días.
“El amor de un niño. Emilio Salgari” de Ariane
Husson*
ROSA LAHOZ
Empiezo
mi aportación, con las últimas palabras del texto de de Ariane Husson.
Por
la propia fascinación y placer de la lectura, no hay edades para leer libros de
literatura Infantil. Husson plantea que los libros son mucho más que conceptos
o teorías. Un texto tiene vida y aprender
a leer –lo que nunca se acaba– es precisamente eso, aprender a leer la vida.
Cualquier texto, aunque esté marcado por su brevedad y sencillez nos lleva a conexiones, asociaciones y nos hace recordar “petits retalls” de nuestra clínica.
Ariane Husson, nos hablará en este texto de la intensidad con la que los niños varones despiertan al sentimiento amoroso en la prepubertad. Quedando así totalmente justificado el tener que ir más allá de si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus o si los hombres están divididos entre amor y goce.Husson
plantea que los hombres no suelen abordar este tema con mucha facilidad, cosa
que justificaría que, si bien hay muchos ejemplos en la literatura, en psicoanálisis, éste es un tema al que no se
presta mucha importancia.
La
autora, revisando y redescubriendo los libros de aventura, constata el ímpetu
de ciertos autores masculinos en relación al tema del amor, quedando fascinada
por las historias entre otros de Emilio Salgari, donde la vitalidad de sus
historias y la capacidad de infundir vida eran un aspecto relevante, a pesar de la fragilidad,
sensibilidad y dudas de sus héroes.
Estas
novelas y películas suelen inscribirse en la categoría de aventuras –¿aventura
de la vida? Envuelven en cierta medida, aspectos de la “batalla” por la vida,
sumergidos los personajes en un mundo imaginario fantástico y aventurero (en un
mundo iniciático), en los avatares del sujeto en relación con el otro, a la
castración, en definitiva, a la condición humana, en las que el héroe está
dispuesto a luchar por su amada.
La
curiosidad de la autora la llevó a indagar sobre la vida de Emilio Salgari,
atraída por cómo el autor trasmitía fascinación y enamoramiento en novelas “tan
varoniles”, en las que el eje central en definitiva es el de los amores de sus
héroes.
Salgari
acabó su vida suicidándose, tal y cómo hicieron su padre y su abuelo, practicándose
el harakiri. Creo que falleció en un
segundo intento, tras el ingreso de su mujer, Ida, en un centro psiquiátrico. Más
tarde, dos de sus hijos también pondrían fin a sus vidas.
En
Mis memorias, Salgari, describe una
de las escenas sobre su vida amorosa, que retorna una y otra vez a través de
sus obras (es difícil de pensar que sean puras quimeras, o producto de su
fantasía). Ariane Husson apunta a que, tal y cómo señala Freud en “La creación
poética y la fantasía”, una obra literaria puede ser una manera de realizar una
vivencia de la infancia. La autora refiere que estas escenas de su vida, en la
infancia, son como el cañamazo, la urdimbre en la que se dibujan los amores de
sus personajes. A raíz de pasar delante de una muchacha inglesa, los dos muchachos se
miraron, y en ese mismo instante Emilio Salgari descubrió cómo “el amor
dominante, torturador puede apoderarse del alma de un niño y hacerla sangrar
atrozmente”:
“Me pareció que
repentinamente se formaba en torno de mí un halo de misteriosas vibraciones.
Sentí que un escalofrío me recorría desde las raíces de los cabellos a la
planta de los pies y experimenté de
improviso una extraña mezcolanza de alegría y de dolor: un vehemente
deseo de gritar y de llorar. Aquel día sentí el formidable impulso de acometer
cualquier empresa grande”.
No
la volvió a ver, quedando en su retina, la fijación de esa chica que le marcó
para siempre. Salgari señala cómo fue raptado por ese amor. “El primer amor nunca muere” dirá el
personaje del corsario negro y Salgari lo hará reaparecer en cada una de sus
novelas. Husson pone diversos ejemplos de algunas de sus novelas. Para el niño
Salgari, como para los intrépidos piratas la turbación amorosa se apodera de
ellos, pero a diferencia de él nunca los paraliza, sino que es la causa de sus
deseos. Es lo que los lanza a nuevas aventuras donde se trata de liberar a las
mujeres de tiranos y usurpadores.
Frente
a ese aturdimiento, por la intensidad de sus sentimientos hacia “ese amor de
juventud”, Salgari no se encierra en un no querer saber, sino que intenta
salvarlas una y otra vez.
Salgari
escribe y, en cierta medida, sublima ciertos aspectos de su historia en pro de
una escritura que dio fruto literario. Por otra parte, Salgari no pudo salvar a
su amada, quedando atrapado en repetir el mismo fin de su padre y de su abuelo.
Algo de la compulsión a la repetición se pone en juego en un intento fallido de
simbolizar algún aspecto de la aventura de su vida que lo lleva al pasaje al
acto, repitiendo lo que ya hizo su abuelo y su padre.
La
autora prefiere hablar de y no sobre los hombres, y mostrar que para
ellos el amor tiene una dimensión fundamental ya desde la infancia, de la
fuerza con la que se vive y de las huellas que pueden dejar de por vida en los
niños varones, ya que, según ella, es un tema al que no se le da mucha
relevancia.
Para terminar: Un recorte clínico. Marcos hombre adulto, tiene un recuerdo que
sitúa alrededor de los 8 años. Apunta y describe detenidamente el dolor que
sintió, cuando a una niña de su clase le cortaron el pelo después de hacer la
comunión. Evoca el daño que sintió al ver esa niña con el pelo corto, recuerda
su melena, sus trenzas, su cola de caballo…
Como
Salgari, nunca le dijo nada a esa niña hasta que a los 15 años se iban de la
escuela para ir al instituto y sus vidas se separarían… Ese día le pudo decir
la rabia que sintió cuando le cortaron
el pelo. Al poner palabras, se dio cuenta que siempre había estado enamorado de
ella.
Tras
eso asoció: “Mi mujer nunca ha tenido el pelo largo, sí alguna amante que he
tenido”.
Y
es en ese darse cuenta, en ese aprender a leer, como dice Ariane Husson, donde
uno se dará cuenta y dará cuentas de sus
rasgos identificatorios, la relación con los otros, el cómo ha lidiado con la
castración y un etc. que no termina
nunca, para aprender a leer y releer la
vida.
El
tema me interroga, y seguiremos aprendiendo.
Rosa Lahoz Juan, 18/01/2021
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