Hace algún tiempo escuché contar en la Escuela que un
grupo de personas le propuso a Rosa Calvet ocupar el lugar de +1 en un cártel
sobre “psicoanálisis y feminismo”, y que ella les respondió con mucho humor: “psicoanálisis
y feminismo no copulan”. ¿Psicoanálisis
y feminismo no copulan? ¿Por qué no copulan? ¿Hay allí un malentendido o una
incompatibilidad intrínseca? ¿Son las feministas las que rechazan el
psicoanálisis? ¿Y no será al revés, los psicoanalistas los que rechazan el
feminismo? ¿No estará justificada la hostilidad mutua?
Descubrí con una ristra de lecturas (Beauvoir,
Friedan, Greer, Lonzi, etc.) que hubo y hay, en efecto, una
hostilidad notoria por parte de la mayor parte de las teóricas del feminismo y del
movimiento queer contra el psicoanálisis. Muchas lo consideran como un baluarte teórico del patriarcado o bien una teoría
arcaica y caduca. Preciado decía en el reciente congreso de París, Mujeres en psicoanálisis: “Continuar practicando el psicoanálisis, utilizando la noción de diferencia
sexual y con instrumentos críticos como el complejo de Edipo, sería hoy tan
aberrante como pretender continuar navegando en el universo con un mapa geocéntrico
ptolemaico o […] afirmar que la tierra es plana.” Algunos “iones libres” (Juliet
Mitchell, Julia Kristeva, etc.) han intentado armonizar los dos discursos, con
un éxito relativo.
Ocupar el lugar del Otro no
es fácil. Es un lugar que no se puede ocupar más que parcial o
intermitentemente. Por otro lado, Lacan reconoce en el Seminario 2 que “para [la mujer] hay algo
insuperable… inaceptable en el hecho de ser
colocada en posición de objeto en un orden simbólico”[1].
Ser colocada en posición de objeto en el terreno sexual puede ser francamente
interesante durante un rato –¿qué duda cabe!–. Pero ser colocada en posición de
objeto en el terreno social en general, ser intercambiada por unos cuantos camellos,
por ejemplo, ya tiene menos gracia…....................................
Para leer el texto completo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario