Reseña de la
lectura de
“¿Qué es una mujer?” de Marie-Hélène Brousse
Pilar Ruiz
La conferencia ¿Qué es una mujer? fue pronunciada por
Marie-Hélène Brousse en Montreal en el 2000. En ella expone cómo Lacan
revoluciona el psicoanálisis con el concepto de “goce femenino”, después de
explicar que el discurso analítico ha abordado la cuestión de la diferencia
sexual por el lado de las apariencias y de las identificaciones.
Los niveles de las
apariencias son tres. La biología que no tiene saber sobre qué es una mujer, ni
un hombre, en cuanto al sujeto del inconsciente; aunque esto no quiere decir
que el real biológico no cuente para nada en la diferencia de los sexos. Se ha
definido lo femenino por lo biológico porque los caracteres sexuales
secundarios de la mujer son los de la madre; sin embargo, la clínica de
pacientes demuestra que ser madre muchas veces no es la manera de sentirse más
mujer sino menos.
La máscara o
mascarada. Joan Rivière1 desarrolló la tesis de que la feminidad es
la máscara defensiva que usan ciertas mujeres para esconder la masculinidad, evitar
la angustia y la venganza de los hombres. La máscara femenina está ligada a la
transmisión de las insignias y los emblemas maternales, como joyas, zapatos,
ropa… Lacan tomó este concepto para explorar lo imaginario y lo simbólico en Los
Escritos y en Los Seminarios a partir del “parecer”. Todo
sujeto humano ha de hablar para entrar en la sexualidad, lo que supone una
pérdida de real biológico porque el lenguaje es metafórico. De esta forma, la
sexualidad es del orden del parecer,
del malentendido. Del lado masculino consiste en la protección y del femenino en la máscara.
El semblante es el
discurso. Es la manera de funcionar de lo simbólico. No se opone a lo real sino
que es la única manera de acceder a él, luego sería en relación a lo real lo
que la máscara en relación a la feminidad.
Definir la sexualidad
a partir del lenguaje supone admitir que no hay más que un significante del
deseo con el que constituir dos posiciones sexuales: una fetichista, del lado
niño y hombre y otra erotomaníaca, del lado mujer. Con este término resalta la
importancia del amor en la sexualidad femenina.
En cuanto a las
identificaciones, tampoco permiten situarse como mujer. Freud descubrió que las
histéricas parten de una identificación masculina al deseo de un hombre por una
mujer en su búsqueda de una figura ideal femenina ya que se ven a sí mismas
como privadas.
El
goce no todo
En Encore, Lacan estudió la sexualidad
desde una lógica diferente a la aristotélica. Se refirió a dos tipos de
funcionamiento: el masculino o fálico que se funda en la lógica de lo universal
sustentada en la excepción paterna. Todos sometidos a la prohibición del
incesto. Dado que la sexualidad humana pasa por el lenguaje, responde al
universal de la castración, lo que implica un funcionamiento de tipo
universalista y clasificatorio para todos los seres hablantes sea cual sea su
biología. El otro modelo de
funcionamiento lógico es el del “no todo” (no todo fálico) en algunos sujetos,
estén del lado hombre o mujer. Se entrevé un goce suplementario al goce sexual
clásico que implica al órgano.
Esta lógica del “no todo” está más allá de lo
sexual. Supone un corte en el interior mismo de los sujetos que, por ejemplo,
permite pensar la separación entre la mujer y la madre. El significante madre
es universal, por tanto funcionaría del lado fálico, dentro del sistema
simbólico que organiza las estructuras de parentesco. Pero una mujer puede no
ser toda madre y que lo que quede fuera responda a otra lógica. Éste sería el
caso de Medea para quien lo importante era la satisfacción inefable de ser una
mujer para Jasón, no la madre de sus hijos a quienes sacrifica, sin sentimiento
de culpa, cuando es abandonada. Al dejar a Jasón con vida, pero sin hijos, lo
arranca del orden simbólico en el que estaba inscrito. Su odio apunta al
sujeto, no a la persona. MHB también ilustra
esta posición con el caso del hombre cuya mujer no le concede el divorcio para
que pueda casarse con otra y tener hijos, sino que lo insta a tener hijos
bastardos.
Lacan dice que ese
goce enigmático no es sexual. Hay que buscarlo del lado del amor y el odio y en
la escritura. Si se quiere entender el goce femenino hay que recurrir a los
místicos, a los trovadores, a los poetas petrarquistas y a ciertos sujetos en
análisis. Ellos demuestran que se obtiene un goce del amor y no del órgano o
del encuentro sexual. Es decir, que dan cuenta de un goce más allá del falo. Es
el goce del lenguaje que se manifiesta más en la escritura que en la palabra.
En resumen, hay un
goce masculino para todos los hablantes y otro suplementario y enigmático. De
este goce femenino no podemos establecer los límites como en el universal de la
castración que está definido por la prohibición y en el que el deseo es el
reverso de la ley. El goce femenino no hace lazo, no se busca sino que se
encuentra y el principio de satisfacción está en el sin límite.
Notas
1.
Rivière,
Joan, Womanliness as a Mascarade,
1929.
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