Gabriela Esebbag nos introdujo en el
corazón de la cuestión de la adolescencia. Trenzó, a lo largo de su conferencia, los hilos de su reflexión teórica sobre la adolescencia con cuatro casos clínicos
–mucho más desarrollados que meras viñetas clínicas. Nos abstendremos de
reseñar los casos clínicos, a riesgo de no poder reflejar esa fusión de la
teoría y la clínica de su ponencia.
Esebbag señaló que se han dado de la
adolescencia muchas definiciones. Ella se quedó con la de Lacadée: “la
adolescencia es la más delicada de las transiciones”. No hay una adolescencia, precisó, sino
“adolescencias”; solo se puede hablar de “adolescentes” en plural. De hecho no
se trata de una categoría biológica, sino de un constructo social y, además, de
un período que se prolonga en la actualidad cada vez más.
Esebbag precisó que Freud no habla de
“adolescencia” sino de “pubertad”, pues lo fundamental en ella es el nuevo quantum de pulsiones que desestabiliza
la presunta resolución de la infancia.
El niño se había limitado hasta entonces al goce autoerótico; el púber
ha de hacer pasar su goce por un objeto exterior. No obstante sabemos que sólo
se goza del cuerpo propio. Puesto que no hay relación sexual, se goza con el cuerpo del Otro, no del cuerpo del Otro. Si bien la
adolescencia es del orden de la transición (de la niñez a la edad adulta), hay
que evitar toda fantasía de una “maduración” sexual. Lo que hay en la pubertad
es un enfrentamiento con la diferencia sexual, una escansión en historia de la
sexualidad del sujeto. En este sentido, la pubertad constituye un corte, y un
corte importante; no todo está jugado en la infancia como creyó inicialmente el
psicoanálisis. La pubertad es fundamental en la constitución del sujeto. Tiene
lugar una intromisión del adulto en el niño, una fractura en el cuerpo y
respecto a los ideales, una reconfiguración del narcisismo, la constitución de
otro cuerpo, otro acceso al goce: en definitiva, tiene lugar una auténtica
metamorfosis.
Hablar de adolescencia es hablar del cuerpo,
dijo Graciela Esebbag. No del organismo sino del cuerpo, ese cuerpo que no es mi cuerpo, sino que viene mediatizado
por el deseo y la mirada del Otro. Se pone de manifiesto en la adolescencia que
algo falla del estadio del espejo, pues el cuerpo parece estar siempre listo a fragmentarse.
Por un lado, la unidad imaginaria del cuerpo, como una envoltura; por otro lado,
la palabra; pero la palabra agujerea el cuerpo. Además, irrumpe lo real,
desestabilizando las identificaciones de los Otros parentales. La figura imaginaria
empieza a temblar. A menudo se ve en la pubertad una agitación corporal, independientemente
de si hay una estructura psicótica o neurótica -observación fundamnetal-. El joven ama, cuida su cuerpo
por un lado; sin embargo por otro lado lo
maltrata. Se hace cortes en el cuerpo; busca los límites en el borde del
cuerpo, busca una separación, sostener un
límite, contener el goce.
No lo tiene fácil el adolescente en el
mundo de hoy en día. Han desaparecido los ritos de pasaje que intervenían incluso
a veces en el cuerpo, como, por ejemplo, con la circuncisión. El adolescente de
hoy se enfrenta a un mundo líquido, como señala Miller, dijo Graciela Esebbag.
Lo digital extiende permanentemente el mundo de los posibles. El adolescente es
perturbado hasta al vértigo por tener que hacer elecciones sin cesar. De allí
que algunos de ellos opten por la dilación indefinida, uno de los síntomas de
los jóvenes de nuestra época. Antes, el saber estaba depositado en los adultos; en cambio ahora el joven lo tiene “en el bolsillo”. El saber ya no es un objeto del Otro;
no tiene que ir a buscarlo al campo del Otro; no necesita seducirlo, ni
someterse a él para obtenerlo. Esta mutación de la relación con el Otro tiene
su peso. No es que el Otro no exista, pero está debilitado, afirmó Graciela
Esebbag. La caída del padre crea desorientación. Los registros simbólicos que
decían cómo ser un hombre o una mujer retroceden cada día un poco más. La
desorientación generalizada se manifiesta en esos “no sé”, “me da igual” que
repiten una y otra vez los jóvenes. El fracaso escolar, los trastornos de la
alimentación, las falsas salidas por conductas adictivas, están asociados a esta
desorientación básica. Bandas y sectas ofrecen a los adolescentes desorientados
un lugar de pertenencia y un pseudo nombre.
¿Cómo pensar la clínica con los adolescentes
en la actualidad? En lugar de rechazar las
marcas, los significantes que trae el joven, hay que extraer de ellos los
significantes que puedan ordenar, orientar hacia el futuro. Más allá de un
diagnóstico estructural, hay que buscar una red de significantes que permita
funcionar. Esebbag ilustró todas sus afirmaciones con referencias clínicas de
una claridad excepcional. Y terminó su conferencia con un nota preciosa de
optimismo: La adolescencia tiene siempre algo de una crisis, un derrumbe
subjetivo. Los casos parecen más graves de lo que son.
El Grup de Treball Psicoanalític del Garraf agradece a Graciela Esebbag de corazón su conferencia y el entramado tan apretado de teoría y clínica
que tejió, dando testimonio de lo vivo de la teoría y la praxis psicoanalítica lacaniana.
Alín Salom
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