Este año, el
Grup de Treball Psicoanalític del Garraf se ha planteado trabajar sobre
los comienzos de análisis, comienzos en
plural.
El encuentro de hoy inicia el trabajo del grupo propiamente dicho de este curso, si bien contamos previamente con un acto inaugural a cargo Erik Gonzaliez y Karina Peluso. Sus ponencias apuntaron al psicoanálisis con niños y al psicoanálisis en la institución, ambas fuera del dispositivo analítico.
Deseo de
saber, transferencia de estudio, preguntarse y pensar sobre los avatares del
psicoanálisis hoy fundamentan nuestro grupo y nos han dirigido a trabajar sobre
los comienzos.
A nivel teórico hemos tomado el texto de Freud “Iniciación al tratamiento psicoanalítico”. El primer capítulo de Introducción al método psicoanalítico de J.-A. Miller y un artículo de J. Caretti: “Comienzos de análisis: las entrevistas preliminares”.
También hemos
articulado este trabajo con alguna viñeta clínica. Para finalizar con algunas
reflexiones acerca de las entrevistas preliminares y el psicoanálisis hoy.
Comienzos
de análisis
Freud[i] relaciona el juego del ajedrez con el psicoanálisis en el hecho de que sólo las aperturas y los finales pueden ser sistematizados en ambos. Como las jugadas intermedias son prácticamente infinitas[ii], los jugadores aprenden estudiando las partidas entre maestros. Las reglas para el tratamiento psicoanalítico tienen idéntica limitación.
Las entrevistas preliminares son una innovación de Lacan, teniendo en cuenta las premisas previas de Freud, para salir de la encrucijada entre el análisis didáctico y el análisis propiamente dicho. Se originaron en el contexto de la separación de Lacan del órgano rector del psicoanálisis de la IPA, cuando la Ego-Psychology era el paradigma teórico dominante.
Desde la enseñanza de Lacan, la partida analítica, la mantiene “el deseo del analista” y su ética. Este “deseo” diferencia el psicoanálisis lacaniano de otras psicoterapias, porque no presupone cuál es el bien del paciente o lo que éste necesita y cómo puede conseguirlo. El analista no goza del saber porque nadie lo tiene y sufre de la ignorancia, como todos. El mandato ético para él es ocupar su lugar vacío de goce, de ideales y fantasmas, para que el saber no sabido del paciente-analizante emerja del inconsciente. Pone el bien-decir en el lugar de los buenos deseos[iii].
Los principios
éticos son la piedra angular de una práctica que no puede tipificarse dadas la
diversidad y plasticidad psíquicas, dijo Freud. Desde Lacan sus principios son:
1.
La
transmisión por medio del propio análisis, de la supervisión y de la
observación y escucha del trabajo de los colegas.
2. La dirección de la cura que comienza con las bienvenidas cuyo objetivo es acoger la demanda de ser admitido como paciente.
3. Las entrevistas preliminares y la avaluación.
Freud se refiere a la motivación diagnóstica[iv] del periodo de prueba para la selección de enfermos y a aceptarlos provisionalmente hasta comprobar que pueden ser tratados.
4.
La
no distinción entre análisis formativo y terapéutico. Por tanto, no autorizar
demandas de formación, sin análisis
Las muy diversas formas de comienzo de análisis tienen en común el encuentro con lo real; es decir, el paciente se ve afectado por un malestar insoportable y enigmático que motiva la demanda y que, puesto en palabras, se constituye en un síntoma que sostiene las entrevistas preliminares. Cuando éste se convierte en una pregunta sin respuesta y el sujeto supone que el analista sabe sobre lo que le pasa, se instaura el “sujeto supuesto saber” que es la transferencia del saber no sabido al analista. Éste propicia darle un lugar al inconsciente y al goce que comporta. Como el saber produce amor al saber, detrás de la transferencia, hay una demanda de amor dirigida al analista. Lacan añade que lo que está en el fondo no es sólo el saber, sino el “objeto causa del deseo”, el objeto a, del cual el analista es responsable en cuanto que es el semblante de éste. Se podría decir que la transferencia ya opera cuando el paciente hace la primera llamada. *Ejemplo clínico.
Cuando el
síntoma se pone en palabras, pasa de un estado amorfo a tomar forma lingüística
lentamente a través de los relatos de la historia, de las relaciones
personales, de la sexualidad... Se configura como un discurso dirigido al
analista quien puede clarificar el sinsentido del malestar del paciente a
través del corte o de la interpretación. Si el discurso es cerrado, se tendrá
que operar una fisura para que la enunciación del sujeto se haga presente más
allá de la queja. Dado que el saber de ese malestar habita en el inconsciente
como un saber no sabido, la intervención trata de generar una apertura a lo
inconsciente como lugar de causa, induciendo el saber del inconsciente y el
goce. El analista busca suscitar un cierto desconcierto en el sujeto que lo
aparte del discurso imaginario y lo introduzca en el enigma de su propio
inconsciente. Es su manera de favorecer la entrada en análisis: sorprender,
desconcertar[v].
Hablar con un
analista conlleva dilucidar que lo dicho puede querer decir otra cosa, nada se
da por sentado para romper el lazo S1 /S2. La pregunta “qué quiere decir con
esto” se instala en el inconsciente y apunta a la división subjetiva marcando
la diferencia entre enunciado y enunciación y motivando que el sujeto se
interrogue. El analista deja en suspenso su saber introduciendo la pregunta, no
sólo por razones técnicas o éticas, sino porque, en verdad, el analista no sabe
del sujeto. En el acto analítico no caben ni el saberlo todo ni el juicio
moral.
A diferencia del encuadre, en el enfoque psicoanalítico no se calcula un número determinado de sesiones[vi], más bien se trata de presentar al paciente la indeterminación; es decir, la variación, escansión del tiempo, la asociación libre y la falta de control. Esto sirve de soporte para indicar que el psicoanálisis es una práctica que trabaja con la falta, con la castración.
Dice Miller[vii] que el paciente llega a la consulta en la posición de hacer una demanda basada en la autoavaluación de sus síntomas y pide el aval del analista sobre esta autoavaluación. Las bienvenidas son un “acto analítico” porque soportan la transferencia y porque aceptar o rechazar ya implica la ética del psicoanálisis desde el principio. El comienzo se ve aplazado hasta poder autorizar la demanda si las razones son claras; si no, no se la debe avalar y habría “preliminares permanentes”.
Por otra
parte, Miller formula las finalidades de las preliminares como niveles que se
superponen y que serían: la avaluación clínica[viii], la
instauración de la transferencia analítica y la construcción de un síntoma que culminan
con el inicio de análisis.
En primer lugar, las entrevistas representan el tiempo y el medio que el analista necesita para localizar las particularidades del goce y del deseo del paciente y para realizar un diagnóstico previo sobre la estructura clínica del demandante; es decir, si se trata de neurosis, psicosis o perversión. No se puede pertenecer a dos estructuras, aunque a veces resulte difícil precisar de cuál se trata. Según Freud, tampoco se padecen varias neurosis por lo que advierte contra el furor curandis que puede llevar a querer liberar a un paciente de un síntoma neurótico sin advertir que otro más furibundo aparecerá en su lugar[ix].
Las
estructuras psíquicas están relacionadas con el encuentro del ser humano con su
sexualidad, con los goces parentales y con la Ley; es decir, con la castración.
Lacan señala tres formas de resolver ese encuentro:
Represión, sin garantía de éxito, ya que puede fallar y entonces lo reprimido retorna como síntoma. Es el caso de las neurosis.
Renegación de la diferencia sexual y de la castración materna poniendo el objeto fetiche como aquello que llena dicha la ausencia. Es el mecanismo de la perversión.
Forclusión: cuando la Ley no se inscribe en el sujeto, en su universo simbólico no se ha inscrito el significante del Nombre del Padre. El delirio aparece como intento de restitución ante el retorno de lo real.
La avaluación
es vital en los casos de psicosis. El psicoanalista debe tener un saber
profundo de la estructura psicótica para recusar la demanda si no se puede
pasar por terapia; o no desencadenarla con cualquier palabra o con la propuesta
de pasar al diván. Si se sospecha una psicosis, hay que buscar concienzudamente
los fenómenos elementales en el presente o en algún episodio del pasado del
paciente, incluso remoto. Éstos son:
fenómenos de automatismo mental: voces. Fenómenos de cuerpo como fragmentación,
extrañeza, percepción distorsionada del espacio o del tiempo. Fenómenos de
sentido: experiencias inefables, percepción de signos del universo, certezas
absolutas de identidad u hostilidad.
Las encrucijadas diagnósticas se producen cuando resulta difícil precisar si se trata de psicosis o histeria. Ej. clínico. También es esencial distinguir psicosis de neurosis obsesiva, así como deslindar la estructura perversa del goce sexual perverso. Un neurótico puede tener un goce sexual perverso, pero su deseo sexual ser neurótico. La estructura perversa es perversión, la conducta perversa, neurosis. El perverso es alguien satisfecho que sabe lo que hay que saber sobre el goce; mientras que el neurótico no está satisfecho y se pregunta sobre el sentido de su deseo. Es pues una verdadera cuestión ética para el analista dilucidar bien el diagnóstico y rechazar al verdadero perverso si pide formación analítica, porque él quiere satisfacer su pulsión voyeurista de conocer y rectificar el goce de los otros. También puede suceder que escape a su análisis y se autorice a analizar ya que tiene el saber sobre el goce que es el más importante[x].
En las preliminares, el analista escucha los significantes primordiales del sujeto y abre una brecha entre esos significantes primordiales y el saber que se ha consolidado alrededor de él. Hay que ir aislando los significantes amo de la cadena conocida, de las explicaciones que lo enmarcan. Aislarlo para que pueda soltar algo de la satisfacción que lo habita, de la marca de goce, que es la causa de la repetición.
La segunda de
las finalidades es la instauración de la transferencia que es decisiva para que
haya inicio de análisis y que es el motor de la cura analítica; sin embargo, si
es muy intensa, puede generar muy fuertes resistencias en el paciente y
entorpecer la cura.
A propósito de
ella, Freud dice:
En tanto que las comunicaciones y las ocurrencias del paciente se suceden sin interrupción, no debemos tocar para nada el tema de la transferencia, dejando esta labor, la más espinosa de todas las que nos plantea el análisis, para el momento en que la transferencia se haya convertido ya en resistencia[xi].
Por último,
las entrevistas preliminares deben contribuir a la construcción de un síntoma
que se distinga claramente de la queja inicial del paciente, así se develará la
estructura de su padecer. Esa queja, en el mejor de los casos, irá dirigida al
analista quien con sus intervenciones posibilitará que el sujeto asuma una
posición frente al mismo, que se haga responsable de su sufrimiento. Lacan
denomina este cambio “rectificación subjetiva” y varia según la estructura
clínica de cada sujeto.
A modo de
conclusión
1 - El
análisis lacaniano-freudiano tiene una ética de respeto al saber del
inconsciente y de cómo dirigir la cura para que el paciente sea responsable de
su propio saber que no tiene parangón en las psicoterapias. El acto de
aceptación o no de la demanda del paciente, sin promesa así formulada, pone en
juego la posición ética del analista.
2
- Las entrevistas preliminares tienen un lugar principal en el tratamiento para
determinar una hipótesis diagnóstica de la estructura del paciente.
3 - El psicoanálisis no retrocede ante la psicosis porque tiene herramientas teóricas y prácticas para acoger a estos pacientes. Esto es así por el empeño de Lacan, Miller y otros.
4 - Podemos pensar que no todo el mundo puede llevar a cabo un análisis puro; pero sí se puede hacer un trabajo analítico con cada sujeto.
Presentación
de 3 viñetas que apuntan a diferentes cuestiones relacionadas con las
entrevistas preliminares.
Reflexiones
en torno al Psicoanálisis de hoy y el concepto de preliminares
Leer a Miller, escuchar atentamente las ponencias de apertura del curso y conceptualizar las preliminares, nos ha llevado a preguntarnos sobre el estatuto de estas entrevistas en los diferentes ámbitos en que trabaja el psicoanálisis más allá del dispositivo.
El concepto de entrevistas preliminares, si bien tiene un sentido para diferenciar el encuentro con un analista de la entrada en análisis propiamente dicha, estimamos que sus principios valen tanto para el análisis en su rigor como para todos aquellos encuentros que se dan con pacientes en la consulta o en instituciones. Ya que tratan de una apertura que favorece la escucha del sujeto del inconsciente, sin olvidar la persona.
La idea de preliminares, preámbulo, previas, etc. apunta a la consistencia de lo que viene después. Al pensar en la idea del analista fuera del dispositivo (análisis con niños, con discapacitados, en instituciones), nos planteamos denominarlo “encuentro con un analista” para significar el carácter de inauguración, de apertura a lo inconsciente como lugar de causa, restando importancia al hecho de que haya o no un análisis canónico, que sabemos que no siempre se producirá.
Al hilo de esta reflexión, nos preguntamos sobre del uso del diván: ¿Qué motiva el pasaje de un paciente del cara a cara con el analista al diván? ¿Es imprescindible el diván para llevar a cabo un análisis? ¿Hay muchos pacientes en diván hoy en día que no supieran previamente a qué iban cuando buscaron el encuentro con un analista?
Valoramos que allá donde trabaje un analista lo que prevalece es, en rigor, su ética. El analista lleva en cierta medida el discurso con él. Un lugar no es el mismo si está ocupado o no por un analista, ya que su intervención inaugurará un encuentro con lo real, con la división subjetiva, con la castración, es decir con el NO TODO.
Por último, al ser el psicoanálisis una práctica del uno por uno, sea donde sea que se dé el encuentro entre un analista y un sujeto-paciente, los comienzos estarán servidos... La partida, empezada. Quedará por ver cómo se juega y hasta dónde llega.[i] Freud, S., “Iniciación del tratamiento”, Obras
completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981,vol. II p.1661.
[ii]El
número de partidas únicas posibles es 10120, mayor que el número de
electrones del universo, 1079
[iii]Luongo,
Luigi, en el Prólogo a Psicoanálisis y psicoterapia de Ronald
Portillo. Caracas, Pomaire, 2007.
[iv]Freud,
op. cit., pág. 1662.
[v] Caretti, Joaquín, “Comienzos de análisis. Las entrevistas preliminares”. Intervención en el debate con mismo título celebrado online el 25-09-022. En Publicaciones de psicoanálisis de orientación lacaniana.
[vi] Freud, op. cit, pág. 1664. A la pregunta de cuánto duraría el tratamiento, Freud respondía como Esopo al caminante: “antes de poder determinar el tiempo, necesitamos conocer su paso”.
[vii]Miller,
J.-A., Método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 16-19.
[viii] Miller, ibid., p. 20.
[ix] Freud, op. cit., pág.
1666.
[x] Miller, op. cit., p. 27.
[xi]Freud,
op. cit., pág. 1671.