Rosa Antolín
¿Qué es un análisis? ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo se inicia?
Miller
recorre el texto, ¿Cómo comienzan los
análisis? abordando su respuesta en referencia al desarrollo teórico de
Freud a Lacan.
JA Miller
apunta al hecho de que en una demanda a un analista habrá que ver de qué se
trata y si se dan las condiciones para ser una demanda que se pueda autorizar como
un análisis. Para que esto ocurra hay unas condiciones fundamentales: que se
trate de síntomas analíticos y que el demandante pueda acceder a la asociación
libre.
En la lógica
del programa nos ocupamos de las Entrevistas Preliminares como un tiempo para ver si el demandante puede ser un
paciente, si esa demanda se puede autorizar. Miller apunta a la importancia de
la avaluación clínica a través de la localización subjetiva. Ese tiempo en que
el sujeto puede o no acceder a su subjetivación. Autorizar un análisis es un
acto ético y singular, por parte del analista, que implica, por parte del
analizante su adopción, la de uno entre
otros.
Miller
apunta al hecho de que “el análisis
propiamente dicho es freudiano, pero la práctica, durante años, ha modificado las condiciones de su ejercicio,
hasta llegar a repercutir en sus propios
fundamentos.” [1]Me hace
pregunta a que se refiere Miller, ¿qué
es lo que se mantiene y lo que se ha transformado?.
De la queja a la
rectificación subjetiva.
Rectificación subjetiva como una
experiencia, aquello que se produce en las entrevistas preliminares e instaura
una relación distinta del sujeto con su modo de decir. La localización
subjetiva puede dar lugar a la rectificación subjetiva.
“ La
localización subjetiva no es sólo una avaluación de la posición del sujeto,
sino también un acto del analista, un acto ético. Como intentaré demostrar, el
analista a través de la separación entre el anunciado y la enunciación, a
través de la reformulación de la demanda, de la introducción del malentendido,
dirige al paciente en una vía precisa al encuentro con el inconsciente; lo
lleva en dirección al cuestionamiento de su deseo y de lo que quiere decir y
hacerle percibir que en sí mismo, hay siempre una boca mal-entendida…. Se trata
de efectuar un cambio en la posición del sujeto…, transformar la persona que
vino en un sujeto, en alguien que se refiere a lo que dice guardando cierta
distancia con relación al dicho. … Lacan habla de “rectificación de las
relaciones del sujeto con lo real”[2]
Entonces,
¿Cómo se inicia un análisis? Miller
utiliza el algoritmo de transferencia de Lacan para responder: “Este aparato significante” es la
respuesta para Lacan”[3]
S → Sq
__________________
s (S1, S2, ....Sn)
Entonces
tendríamos tres actores, el analizante, uno singular, el analista, uno entre
otros y el significante de la transferencia. Se produce un enlace del
significante amo que trae el analizante S1, al significante del saber S2 que
propone el analista, se produce el significante de la transferencia que
instaura al analista en un lugar de supuesto saber, saber sin saber del sujeto,
el lugar del inconsciente. Miller dice,
que toda demanda es una manifestación de demanda de amor, por lo tanto la
transferencia ya está en marcha.
En el texto
¿Cómo comienzan los análisis? Miller apunta que un análisis se legitima cuando
hay síntomas analizables, es decir la causa es un enunciado reprimido, no
rechazado “un enunciado que subsiste en el sujeto sin poder ser formulado por
él”. Ese anunciado es el inconsciente. Lo reprimido para Freud y ante todo, aquello que se lee para Lacan. (Miller).
La segunda
condición es que el sujeto puede acceder a la asociación libre, “asegurarse de
que el candidato es capaz de suministrar el texto que hay que leer, interpretar,
e incluso hay que leerlo de diferentes maneras”[4] Miller apunta a que hay que asegurarse de sí
“¿Puede el sujeto establecer una nueva relación con su propio decir?”. Acceder
al efecto de la diferenciación entre el dicho y el decir, el anunciado y
enunciación, acceder a esta división.
Esto abre la puerta a poder acceder a su ser, su posición, aquello que
sin saberlo emerge como un extraño conocido. Esto es lo que Miller nombra como
modulación del dicho, la relación que tiene el sujeto con su decir, lo niego,
lo cito o lo plagio, no es igual. Aquello que se dice siempre viene del
discurso del Otro, pero en ese dicho el sujeto toma posición.
El sujeto
consiente a la asociación libre con una experiencia que es el efecto del
significante de la transferencia, entre el analizante y el analista. Entonces la asociación libre es hablar sin
pensar lo que se dice, pero no un hablar
por hablar, es una hablar para llegar al bien decir. Ello implica una lectura del inconsciente a
la que se accede por el acto analítico de la interpretación. Esto para la neurosis,
pero, ¿qué pasa en la psicosis?. No hay inconsciente
como lo reprimido, esta rechazado, esta forcluido. No hay lectura analizable de
los síntomas, por la relación del sujeto con la estructura del lenguaje. El
analista podrá analizar los síntomas, pero el sujeto no puede hacer una lectura
de los mismos. El tratamiento psicoanalítico en
la psicosis se trata de otra cosa, una construcción, como un andamiaje,
que permita un anudamiento.
De la transferencia
imaginaria a la simbólica y el acceso a lo real.
Miller hace
un recorrido por Freud para hablar de la
transferencia, lo desarrollaremos en las siguientes sesiones)
Freud
descubre la transferencia como un encuentro no previsto. Si para Freud el
análisis era “una lectura del inconsciente asistida por un analista”, esta
práctica supuso el descubrimiento de la transferencia como una consecuencia de
la misma. La relación analítica supone
la instauración de la transferencia, esto es así por la misma constitución del
sujeto humano. Para Freud en la relación
analítica se regresa al momento de instauración de la neurosis, la infancia y
se transfieren sentimientos, ideales… al analista como figura de autoridad/figura parental. Libido, “es el
nombre que Freud daba a esa cantidad móvil de interés psíquico con connotación
sexual.”[5]
Este lugar de autoridad del analista le permite ejercer un poder a través de
la interpretación, en la lectura del
inconsciente del analizante. Entonces pensó la interpretación como un paso
posterior a la instauración de la trasferencia.
Destacar la importancia de los sueños de
transferencia al inicio del análisis, ya identificados por Freud. “Había en el
sueño… un desplazamiento, bajo una forma individual de atributos y propiedades
de otros individuos. Desde el origen la transferencia es para Freud una especie
de metonimia imaginaria.”[6]
Es en La interpretación de los sueños, donde
Freud advierte del descubrimiento de la transferencia.
Miller
apunta a la práctica del análisis hasta Lacan como: Primero, esperar la
emergencia de la transferencia para interpretar; Segundo, se produce así, la regresión
infantil del paciente, llevando al analista a estar en posición de autoridad,
disimetría jerárquica (amo/esclavo Lacan) para Interpretar; y tercero, esto demuestra que la trasferencia
es un fenómeno de repetición, demuestra la función de la repetición en el
inconsciente. “Se supone que el sujeto repite, a propósito del analista, las
actitudes y los sentimientos que tuvo respecto de los personajes fundamentales
de su historia”[7]
La
transferencia como fenómeno de repetición… ¿Qué se repite? Me parece fundamental el apunte de Miller al
texto donde Freud sitúa la doctrina de la vida amorosa, “Tres ensayos
para una teoría de la sexualidad”, es des de ahí que se sitúa la
trasferencia como repetición: “los primeros objetos se han perdido y, tras el periodo
de latencia, el sujeto busca indefinidamente en su vida amorosa nuevas
ediciones del objeto prototípico que se perdió.”[8].
Se repite la modalidad singular de la búsqueda del objeto perdido en la
relación con el Otro, “la noción de que el analista es tal objeto,
lugarteniente del objeto perdido, acabará siendo formulada por el propio Lacan.
Cuando la formula al analista como objeto a en la posición de amo, está en el
registro de esa transferencia-repetición.”[9]
Un Paso más allá
Miller
apunta al recorrido, con Freud por un lado la técnica de la interpretación del
inconsciente, leer el inconsciente y por otro lado, la libido en la
transferencia, será Lacan el que articula estos dos niveles.
Para Lacan
lo fundamental fue distinguir la vertiente simbólica y en la vertiente
imaginaria de la transferencia y poner el foco en la vertiente simbólica como
aparato fundamental en el acto analítico. Lacan busca los resortes simbólicos
de la transferencia y los encuentra en la demanda del analizante y en la convocatoria
al lugar del analista supuesto saber. Dos resortes de la transferencia
simbólica, basados en la estructura del lenguaje, la diferenciación y
separación del significante (con valor determinante) y el significado (con
valor determinado).
Resorte
simbólico de la transferencia: La
demanda, como un enunciado dirigido a Otro “fundamental”, implica demanda
de amor sustentada por un significante, se pone en marcha por el mecanismo de
la transferencia-repetición, toda demanda es una transferencia. El
sujeto supuesto saber, se transfiere a ese Otro un supuesto saber sobre
aquello que le pasa al sujeto, una llave de acceso, una confianza y una relación de garantía. (Miller). “Situar así el
resorte simbólico de la transferencia es una elección teórica tomada con el objeto
de obtener ciertos efectos en la práctica del análisis. …. Con la invención de
Lacan , del sujeto supuesto saber, se pone…
el acento en el modo de decir, y se funda el análisis no en la
repetición libidinal sino en la relación del sujeto con la palabra.”[10]
¿Qué quiere
decir Miller con “poner el acento en la relación del sujeto con la palabra”? La
palabra está compuesta de dos vertientes significante y significado, está
dividida, como un imposible, no se puede unir, siempre habrá un malentendido en
juego. Ello no supone que no podamos inventar una reparación, cada uno la suya,
ante esta falta de sentido, este vacío en ser. A eso hace referencia Miller
cuando trae al texto la pregunta que hace la hermana de Charlie Brown “¿Cómo
debo entenderlo?”No hay respuesta posible, no
hay regla para comprender el significante.
(Miller) Solo por el comportamiento se puede acceder a algo de los
que quiero decir, la actitud remite a una posición del sujeto. Así Lacan colocó
la transferencia en el lugar donde significado está separado de la significación, eso le permitió acceder mediante la interpretación, a la pregunta sobre posición del sujeto ante
su decir, la pregunta para que el analizante pueda significar. Dar sentido a la
invención que el sujeto ha hecho de la
ausencia de su causa, su respuesta en su falta en ser, su lectura de su
inconsciente. Que el analizante pueda dar sentido, significar, es un efecto de
una posición de supuesto saber del analista, un lugar vacio, un objeto nada.
Así mismo ese efecto de significado, dependerá del “…término al que se da el valor organizativo, es decir,
del término del que se hace el punto de capitón, o el significante-amo. Si ese significante de
desplaza lo que va a comprenderse en el discurso se modificará igualmente.”[11]
Así Lacan llega al significante de la transferencia, la transferencia como una
regla del discurso. A la pregunta, de
nuevo ¿cómo comienzan los análisis?, responde con el significante de la
transferencia. El analizante busca un significante que no sabe lo que quiere
decir, que remite a ese S1 y busca otro
significante en el analista que se articule com el primero. El analista debe
responder con su función, que permita, al analizante, acceder a la
significación del inconsciente. (Esto lo desarrollaremos en las siguientes
sesiones)
Lugares en
el discurso
Discurso del
analista
Rectificación subjetiva
“Lacan llamaba rectificación subjetiva cuando en el análisis
el sujeto aprende también su responsabilidad esencial en lo que ocurre. La
paradoja es que el lugar de responsabilidad del sujeto es el mismo del
inconsciente.”[12]
¿El efecto del encuentro con el significante de la
transferencia da pie a la rectificación subjetiva?
“… introducir al sujeto a partir del tema de la enunciación,
esto es, a partir de un tema cuasi lingüístico que hace aparecer. Creo que de
una manera muy simple, la caja vacía del sujeto, que hace aparecer el sujeto
como vacio. Se debe observar que se trata de un drama , hay una dramatización,
pues lo que aparece así, como caja vacio, en esa constitución cuasi lingüística
es, también, el drama de la falta en ser, no es un vacio tranquilo, es algo
provocadora, es una conmoción.”[13]
Miller apunta a que Lacan, en un tiempo
posterior, ya no habla de rectificación subjetiva, sino de histerización del sujeto. Matema de la histeria: ֆ → S1, sujeto dividido frente al
significante amo, separación entre el anunciado y la enunciación, que es la
separación entre el sujeto y su significante. Que es sujeto advierta su
posición en relación al dicho, que se revele su modo de decir, esto es la
rectificación subjetiva.
Entonces acoger a un sujeto en un análisis es un acto de
deseo y de ética, delicado y de alta responsabilidad. Habrá que ver en el caso
por caso si abrir esa respuesta que el sujeto ha inventado.
[1] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.3
[2] Miller, J.-A., Método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 16-19.
[3] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.2
[4] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.4
[5] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.5
[6] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.6
[7] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.7
[8] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.7
[9] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.7
[10] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.8
[11] Miller, J-A., ¿Cómo comienzan los análisis? XI ENAPOL p.10
[12] Miller, J.-A., Método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2006, p.70
[13] Miller, J.-A., Método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2006, p.73
Grup de Treball Psiconanalític del Garraf
¿Cómo comienzan los análisis?
Sandra Aurora Muñoz
Propuesta de escena
teatral inicial
“El famoso… “Usted lo
dice, yo no le hago decir” …
Suena la
música Le marteau sans maitre (El martillo sin dueño), de Pierre Boulez (1925-2016), tema que supuso un antes y un
después para las vanguardias europeas de segunda mitad del siglo XX.
Apuesta
modernista radical, a la que posteriormente también se apuntarían movimientos
musicales como la Bossa Nova en Brasil, que tiene una expresión de ello con la
icónica canción “Desafinado”, de Ton Jobim y Newton Mendonça, y que apunta a
esta cuestión disonante en la propia letra y melodía.
El la frase
melódica de la canción: “Se voce disser que eu desafino amor”, juega
justamente notas disonantes y “desafinadas” para los oídos más clásicos de
entonces. La canción también era una respuesta poética a una crítica realizada
en la época y que acusaba el movimiento de desafinado.
La cita de Miller de la canción “Le marteau sans maitre” al inicio del
texto ¿Cómo comienzan los análisis?, su inmersión sonora y lo que me produce
(primero rechazo, después “chispa” creativa), así como el estudio de su
contexto histórico, me inclinan a crear un fragmento escénico para la
presentación del encuentro de estudio del grupo del Garraf. Un fragmento
artístico, una pequeña escenificación teatral que surge espontáneamente cuando
estoy escuchando la canción.
Lo comento con Rosa Antolín con quién compartiré la presentación y
acabamos hablando, además de las primeras reflexiones que nos suscitan el texto,
de la cuestión del arte, y el más allá del sentido. O como el arte nos apunta
el sin sentido. O como puede responder desde otro lugar a preguntas fundamentales
de la vida.
¿Cómo puede una escena teatral provocar a cada uno un impacto único y
singular que resulte para cada uno de manera distinta con diversos
significantes? De estas preguntas deviene la idea propuesta por Rosa de acabar
la escenificación de manera interactiva; invitando al final de la escena a que
las compañeras, lancen al aire un significante…
…
Si la propuesta de la canción de Boulez en si nos inmersa en el contexto
modernista que propone rupturas con la forma, la armonía musical como se
conocía hasta entonces, Picún y Fernández (2019), analizan de qué
modo se producen las transformaciones sonoras en el Modernismo y cómo afectan
la escucha y la dimensión de lo sonoro para el psicoanálisis. Y qué relaciones
se pueden establecer entre dichas transformaciones y el psicoanálisis
lacaniano. Por la descontracción disonante de los elementos como la harmonía
musical que ya se encuentra deconstruía en Debussy (con quién Boulez se
correspondía).
A mí
particularmente, la canción “El martillo sin dueño” me provoca inicialmente rechazo
sonoro. Probablemente por esta cuestión justamente disonante. Pero luego veo
que me ha incitado creativamente. Me ha provocado algo internamente. Pienso que
en un inicio de análisis también hay algo de cierta “provocación subjetiva” en
relación al paso que hace el sujeto hacia la rectificación subjetiva. Algo de
vívido y arriesgado como la misma puesta en escena del teatro.
…
Viñeta clínica – Encarnar sentido
psicoanalítico en la Institución, la historia de Encarnación
Una sala de sótano a la que se accede por una
escalera. Amplia, con dos ventanas altas que dan a la calle. Es un sótano alto,
bastante ventilado y, que de por sí, ya invita a algo nuevo, alejado y distinto
de lo que se respira en el resto de la institución.
Hay cajas de equipos y elementos de uso
cotidiano para la residencia. Una silla de ruedas. Sillas de madera, una silla plegable.
Una mesa con cajas de juegos antiguos y desperdigados. Un sofá de 4 plazas,
cómodo. Una esterilla de Yoga doblada al lado del sofá. Encarnación entra por
segunda vez para hablar conmigo de su ansiedad.
Lleva consigo el estigma de ser la más
complicada de la institución, el diagnóstico de TLP según el DSM, varias intervenciones
de los mossos de escuadra, inmovilizaciones repetidas... Después de hablar un
rato sentada me dice que se quiere estirar en el sofá.
-
¿Puedo?
Al instante, percibo algo que se opera. Y
visualizo la posibilidad de un diván repentino.
-
Sí, claro. Te ayudo
a ponerte cómoda. (Encarnación padece una discapacidad en un brazo y yo le
acomodo bien la cabeza con la esterilla de yoga haciendo de almohada). Cambio la
posición de mi silla, situándome por detrás de su cabeza. Continuemos.
Cuéntame.
Se pone a hablar…
…
Esa situación se repite unas semanas más.
Encarnación me muestra rapidez para poder localizar elementos que me remiten a
la localización subjetiva. Es como que ella misma articula de manera muy
inteligente preguntas seguidas a sus enunciaciones. Por ejemplo, después de
preguntarme sobre cómo podría ayudar a su novio, ya que ella se da cuenta que él
sí que tiene un grado mayor de discapacidad intelectual, a los segundos de
encontrarse con mi silencio dice:
-
Es muy difícil, ¿verdad?
En varios momentos ella misma articula
preguntas posteriores a sus enunciados. Y una de las veces, sentándose en el
sofá al acabar dice:
-
No tiene sentido.
¿Verdad?
-
¿El qué no tiene
sentido? Pregunto yo.
-
La vida.
Encarnación me está enseñando mucho a que, por
mucho que al día de hoy ya no tenemos el tiempo que tenían los analizantes de
la época de Lacan o Freud, (habíamos hablado de esto en el grupo: no existe más
el tiempo, es la época del no tiempo…). En todo caso, todo a estar en un
contexto tan distinto, sí que se puede articular algo de análisis en un
dispositivo que no es el tradicionalmente clásico de despacho y de diván. Y que
una de las preguntas y reflexiones iniciales de nuestro curso (¿es posible un
psicoanálisis en las instituciones?), comentada también en la palestra de Erick
González y Karina Piluso, a la cual no paro
de remitirme por mi práctica, respondo que, desde mi punto de vista, sí que lo
es. Es posible encontrar algo del dispositivo analítico en la institución. Adaptado,
sí, cambiante, sí. Mi experiencia no para de constatar que es posible. Posible
y también necesario. Aunque no siempre fácil. Quizá muchas veces ocurriendo más
del orden de actos psicoanalíticos que de psicoanálisis puro…
El psicoanálisis en las Instituciones puede
ser posible entendido desde esas variaciones que fueron pensadas en su día en
relación al psicoanálisis aplicado con niños. No solo en buscar adaptar sofás a
divanes, porque lógicamente siento que el caso de Encarnación es de estos
particulares y sorpresivos, también difíciles de encontrar. Pero propicia la
reflexión de cómo poder llevar el saber de la escuela a más lugares…
Después de unas sesiones donde parece que se
establece lo necesario para encaminarse hacia un inicio de análisis, llego a la
residencia y me dicen que Encarnación ha tenido un brote y ha requerido
inmovilización nuevamente. El desencadenante aparentemente fue porque ella
quería más medicación que la que tenía recetada y a la hora de la cena, y
delante de los demás residentes, se puso agresiva con unos de los educadores.
Después del parte la busco y cuando me acerco
a ella se niega, me cierra la puerta. Dice que está muy nerviosa y no quiere
hablar. Y con la puerta cerrada (nuevamente una separación del objeto óptico),
sí que va hablando y me dice entre otras cosas que va a poner una denuncia
contra el educador y que no le piensa perdonar en la vida. Que tiene un moratón
de prueba contra él y que eso ha sido una agresión y un maltrato físico. Que ha
ido a servicios sociales y le han dicho que puede interponer una denuncia
contra el educador y que lo hará.
-
Bueno, no tenemos
que bajar al sótano, le digo yo. Podemos hablar un poco de todo esto que ha
pasado aquí mismo en tu habitación.
Y en ese diálogo entra en marcha algo muy
práctico del orden de la psicoeducación. Y del trabajo de intentar operar algo
de razonamiento lógico que se anteponga a su alto grado de ansiedad y
confusión. En esa tentativa de razonar lógicamente y operar desde otro lugar
más conductual quizá, le recuerdo las normas de la casa y de lo prohibido que
tienen los educadores de dar más medicación que la de la receta médica.
Prohibido desde las esferas de la Generalitat le digo. No es el educador que no
quiere darte más pastillas. Es la Generalitat que nos prohíbe. El consejo del
colegio de médicos. Veo que va pudiendo escuchar. Dice finalmente:
-
Es que el educador
no puede mandarme. Sólo mi padre manda en mí.
-
El padre, digo. Eso
es otra cosa. Que podemos retomar a hablar cuando quieras. El educador no es tu
padre. Es cierto. Pero Max puede mandar y decirte que te vayas a tu habitación
si te pones a gritar. Sí, te puede mandar en decir que no te tomes más pastillas
por decisión propia. Pero tampoco es él que te manda. Es su función. No es Max
que te manda. Es su función de educador que te manda.
“Pruebo suerte” con explicarle la diferencia
entre la persona que hay detrás, y la función que ejerce y que es la función
que debe de tener autoridad frente a todos los que viven en la Institución.
Porque tu padre, le digo, además de ser tu
padre, también es un hombre. ¿No? Esto no lo digo, pero lo pienso… Y pienso
también en mi padre, y en los padres en general…Y recogiendo una cita de Miller
en Introducción al método, pienso en el cuidado interpretativo, y que no
podemos olvidar “toda la sutileza, toda la delicadeza de la modalidad
subjetiva: decir una cosa, pero no completamente” (pg. 102).
Ella repite lo del padre varias veces, “sólo
mi padre me manda”. Le digo que dentro suyo procure ahora separar las cosas
como en cajones. Y que lo primero es poder entender que Max como educador, no
como persona, sí te debe mandar, y solamente dentro de la Institución. Pero que
igual tampoco es mandar como tal. Es cumplir un protocolo. Mandar es una cosa.
Cumplir con el protocolo como educador y no como Max, es otra. Que igualmente
ahora que ha pasado esto y ella nota que necesita más psicofármacos podemos
marcar con su doctora para una nueva valoración, hablando con quién realmente
puede decidir si puede, o no, tomar más medicación. E igual que ella repite, yo
también me veo repitiendo los protocolos y las normativas… y esa cadena que he
apostado y que progresivamente veo que la va calmando.
“Sólo mi padre me
manda”, me apunta algo de la función del
padre y de ley que me ofrece hipótesis de trabajo para un futuro. Que me apunta
a lo que vengo preguntándome sobre su estructura, tal como apunta Miller al
inicio del texto incitándonos a “dibujar” unos “requisitos” al inicio de
análisis: primero distinguir síntomas analíticos de los médicos. Ver si la
persona puede acceder a la asociación libre, si está disponible, y que hagamos
una hipótesis de su estructura. Aceptando errores en ello, pero algo del que
sostenerse para poder también cumplir con la función de analista e iniciar el
trabajo.
Por otro lado, pienso que, desde otro lugar
diferente a la imposición diaria de la Institución, he podido ejercer hacia
algo de función de ley que Encarnación ha podido asimilar, es una ley teñida de
transferencia que ya se había establecido, y ello ha producido un efecto de
calma en ella. Y la cuestión del padre puede establecer un futuro punto de
trabajo, pero esto ya es otra cuestión... Y debemos saber esperar mucho,
muchísimo como analistas…
La cuestión es que el efecto de distinción
entre el sujeto y la función que ejerce, produce en ella un efecto calmante
inmediato. Tomando a Lacan en lo que dice que un significante es lo que
representa un sujeto para otro significante, podemos decir que ella puede
operar rápidamente un cambio de representación entre educador y la persona que
lo ejerce. Cambiando el efecto de la relación de representación entre esos
significantes.
Función de educador – Persona Max
Leyes de la Generalitat – Mandar
Mandar – Protocolos de la residencia
Lacan en su libro “Mi enseñanza” nos habla en
diversos momentos, del sujeto como efecto del significante. Primero está el
significante y el sujeto es el efecto del significante. Anuncia que “el
significante es lo que representa el sujeto para otro significante, no para
otro sujeto” (p. 53). Expone que “el sujeto está fabricado por cierto número
de articulaciones que se produjeron, y ha caído como un fruto maduro de la
cadena significante. Ya cuando nace, cae de una cadena significante” (p.
62). Y la cita que más me responde a la viñeta: “El sujeto del que se trata no
tiene nada que ver con lo que se llama lo subjetivo
en sentido vago, en el sentido de lo que
mezcla todo, ni tampoco con lo individual. El
sujeto es lo que defino
en sentido estricto como efecto del significante. Esto es un sujeto, antes de
poder situarse, por ejemplo, en tal o cual de las personas que están aquí en
estado individual, antes incluso de su existencia de vivientes” (p.103).
Retomando los acontecimientos del caso, después
de estar un rato hablando en la habitación, Encarnación pide para bajar al
sótano. Ese día no se estira, habla delante mío, ella en el sofá, yo en una
silla delante suyo. Y me dice que pide más medicación porque se nota muy
nerviosa. Y que a veces piensa en cortarse. Se ha operado un cambio, ya que
ella puede volver a entrar en un discurso de enunciados, la queja y el mal
estar inicial se han visto desplazados: del educador Max, nuevamente hacia ella
y las preocupaciones que suele manifestar. Y para mi sorpresa, al final de la
sesión pide hablar con el educador, él baja. Se disculpa y se abrazan. Yo me
retiro para atender a otra usuaria que también baja siguiéndolo. Está muy
nerviosa, baja las escaleras hablando fuerte y diciendo que Encarnación es muy
protagonista, que ella es el centro y que llevo demasiado rato dándole atención.
La situación tiene algo de cómico según cómo se mire, yo me lo tomo así en ese
momento y, al ver que todo se ha reconducido los dejo a solas, Max, Encarnación
y una segunda educadora que también está acompañando el proceso.
Más tarde, nos volvemos a encontrar y piden
entrar en lo que ellos llaman en la residencia “abrazos colectivos”. Y nos
abrazamos todos en círculo. Accedo. Son estas cosas que nunca se darían en un
dispositivo clásico psicoanalítico. Pero en ese abrazo, pienso que ahí reside
la flexibilidad del analista del nuevo tiempo sin tiempo, el psicoanalista de
la institución de 2024. Porque todo esto ha pasado en relativamente poco
tiempo, 3 meses de trabajo (aunque Encarnación me conoce hace años en sesiones
de grupo de musicoterapia, individualmente nunca habíamos estado trabajando).
Cuando el abrazo colectivo se disuelve, y
antes de despedirnos, Encarnación me pide volver a vernos la próxima semana. En
ese punto me remito al texto de Rosa Antolín que señala que Miller apunta que un
análisis se legitima cuando hay síntomas analizables, es decir, la causa es un
enunciado reprimido, no rechazado “un enunciado que subsiste en el sujeto
sin poder ser formulado por él”. Ese anunciado es el inconsciente. Lo
reprimido para Freud y, aquello que se lee para Lacan”.[1]
En ese sentido, se ha producido algo de
movimiento en la posición
de Encarnación en relación a sus dichos, es decir, ha podido ubicar algo en relación a su queja y su
demanda. En el capítulo 2 del texto de Miller “Introducción al método
psicoanalítico”, señala que es necesario encontrar quién es el sujeto de la
enunciación. Pasar de los hechos a los dichos. Concepto que ya apareció para Freud como “una sorpresa”. Y lo que al inicio parecía
un estorbo, pasó a ser una condición primordial para el inicio del análisis.
Pero para Miller también hace falta un segundo
paso: Localizar el deseo del sujeto, la enunciación, el sujeto del enunciado y
sujeto de la enunciación. Es decir, quién es el sujeto del enunciado y qué
efectúa el enunciado. Y, por otro lado, quién enuncia la frase (p.39). Se
trataría entonces de entender cuál es la posición del sujeto que enuncia
aquello que está enunciando. “Lo dicho y la posición del dicho” (p.42). Miller
usa el ejemplo de la negación en Freud con el sueño y la negación. Lo dicho
sería “es mi madre”, y la enunciación sería “no es mi madre”. Freud ya
distingue el modo de la negación cuando el sujeto neurótico al dicho pone una
modulación de negación “no es mi madre”. Negación, por lo tanto, como “índice
del inconsciente”. En ese sentido, Miller apunta la importancia que el
psicoanalista pueda diferenciar el enunciado de la enunciación, el dicho del
decir.
Para concluir, retomo también el texto de Rosa
Antolín y el cambio en Lacan cuando deja de hablar de rectificación subjetiva pasando
a nominar este proceso la histerización. Pensando esta cuestión con la
viñeta, considero que han pasado ya varias semanas en lo que sería lo más
parecido a las clásicas “entrevistas preliminares” con atención psicoeducativa
y “abrazos colectivos” incluidos, no obstante, puedo apuntar un inicio de
trabajo con ella, trazando una hipótesis de su estructura, aunque en este caso
sin preocuparme mucho en cerrarme entre una neurosis o psicosis. Sabiendo que, en
el anudamiento de la transferencia, juega un papel sumamente importante en el
caso.
En la última
sesión, verbaliza un listado de demandas, “son los temas que quiero tratar
contigo”, dice. Sigue contestándose ella misma a algunas de las preguntas que
lanza, y cuando llego al sótano, la veo estirada en el sofá esperándome. Ese
día, todo lleno de ropas extendedores improvisados por las lluvias constantes
de los últimos días… Igualmente, en ese rato a solas, ese sofá y esa sala
multiuso, se han convertido en un dispositivo con diván…
Referencias:
Lacan, J. (2007). Mi enseñanza. In Mi enseñanza.
Miller, J. (2006). "Introducción
al método psicoanalítico." Introducción al método psicoanalítico. 2006.
Miller, J. ¿Como empiezan los
análisis? En:
https://enapol.com/xi/como-comienzan-los-analisis/
Picún, O. y Fernández, A. (2019). Modos
de escucha en música y en psicoanálisis. Káñina [online]. vol. 43, n. 1.
[1] El caso también me
remite a la dimensión lacaniana del lenguaje en retroacción y la frase de Lacan
“No hay metalenguaje”.