GUY BRIOLE : "El reverso de las madres, hoy"
Reseña de ROSA ANTOLÍN
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1. La pulsión
S. Freud, Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Lección 32: La
angustia y la vida instintiva:
“La causa más ordinaria de la neurosis de angustia es la excitación frustrada.
Una excitación libidinosa es provocada, pero no satisfecha, no utilizada, y en
lugar de esta libido desviada de su utilización surge la angustia. Creí,
incluso, justificado decir que esta libido insatisfecha se transforma
directamente en angustia”. “Sabemos cuánto nos alejamos con ello de la opinión
general; pero hemos de mantener firmemente que el miedo a la castración es uno de
los motores más frecuentes y energéticos de la represión y, con ello, de la
producción de neurosis.” “Es exacto que el niño sufre angustia ante una
exigencia de su libido, en este caso ante el amor a su madre, tratándose, por
tanto, realmente, de un caso de angustia neurótica.” “Pero no hemos dicho
todavía cuál es el peligro real que el niño teme como consecuencia de su
enamoramiento de la madre. Es el
castigo de la castración, la pérdida de su miembro.”
2. La relación de objeto
Lacan, Seminario 4, La Relación de objeto: “El objeto genital, por llamarlo por su nombre, es la
mujer”. “¿Qué fue lo que aportó Freud, siempre tan solo, sobre este tema? … La
idea de un objeto armónico, que por su naturaleza consuma la relación
sujeto-objeto, la experiencia la contradice perfectamente, no ya la experiencia
analítica, sino incluso la experiencia común de las relaciones entre el hombre
y la mujer. …ay en este registro una hiancia, algo que no va, lo cual no
significa que eso baste para definirlo”.
3. Lo sintomático de la familia
Lacan, “Nota
sobre el niño”: “En una palabra, el niño, en la relación
dual con la madre, le da, accesible sin mediación, lo que le falta al sujeto
masculino: el objeto mismo de su existencia, apareciendo en lo real. De ello lo
que resulta es que, cuanto más real hace presente, mayor es el soborno al que
está entregado en el fantasma.”
En la
causalidad del sujeto, en la neurosis, el sujeto siente angustia ante la circulación
de la propia libido, que se pone en juego en relación con el objeto. El sujeto
reprime la verdad de su pulsión, ante la amenaza de castración, y crea síntomas
sustitutivos, transformado la modalidad de satisfacción. El sujeto no renuncia
nunca a la pulsión. En la constitución subjetiva, la separación de objeto,
genera la falta. Generando la matriz simbólica donde, como ser parlante, se
enraizará el orden simbólico.
La
relación del sujeto con el objeto no es armónica, lo perdido (imaginario), no se
puede volver a encontrar igual, esta hiancia, esta ranura, esta falta, queda
inscrita, queda en potencia la posibilidad de inscribirse en lo simbólico, en
el discurso. Eso pasa en la neurosis.
Así la
función de la madre ya está en juego. En cada madre en su relación con el niño,
se pondrá en juego la relación con el “Objeto de satisfacción HIJO”. Esta pondrá a circular su propia fantasía
libidinal, tendrá que vérselas con su propia falta en ser, su castración y su
respuesta particular ante ella. Ese
objeto niño, conviene que no sea todo real. Conviene que la madre puede generar
una hiancia en el sujeto, esta madre frustradora, potencialmente simbólica. Esta madre no toda respondida ahí, en el
objeto hijo, descompletada, en la medida que busca en otra parte, la del deseo.
Así el intento de poder ser reconocida en el
hombre, como una mujer.
A partir
de aquí pude situar el texto “El
reverso de las madres hoy” de Guy Briole.
Inicia el artículo señalando que según
J.-A. Miller, para Lacan el ser mujer es
aquello opuesto a ser madre. “Una verdadera mujer no es la madre”. Señalando así ya una
cierta oposición entre la mujer y la madre. Briole señala que para el sentido
común, la madre es la verdadera mujer, una mujer realizada, y lo determinante
para ello será tener un hijo. El sentido común rechaza la castración. En la
medida que el objeto, obtura la falta en ser de la madre, obtura su falta. Para
el Psicoanálisis la madre y la mujer están en lógicas distintas, esto es
fundamental. “La madre sería la mujer plena”.
Briole parte de la argumentación que plantea J.-A. Miller: La madre está en la
lógica de la que tiene y la mujer en la lógica de la que no tiene, está en la
lógica de la falta, lo cual no quiere decir que a ella le falte nada, está en
la lógica de la ausencia. La feminidad como testigo de la ausencia del ser, así
cada respuesta es singular.
·
“La madre está del
lado de la que tiene; está del lado de la abundancia;
·
La mujer, la
“verdadera mujer” es, por excelencia, la que no tiene; es la que hace algo con
ese “no tener”, por ejemplo, del lado de los semblantes.”
En esta oposición también señala la madre como a quien
se demanda, porqué ella tiene. Esto
se podría enlazar con la idea de la omnipotencia de la madre que nos indica Lacan,
en el Seminario 4, pág. 71: “esa
omnipotencia es de madre. … es ella la que es omnipotente, en ese momento ella
puede dar cualquier cosa…” Esta omnipotencia de la madre le permite dar o
no, responder o no. Puede no tenerlo todo, tener carencias, no responder; y a la mujer se la desea, es el objeto de deseo y esto le permitirá gozar de un hombre. La mujer que, a través de
ser ese objeto de deseo, consigue ella misma gozar de su sexualidad, (a través
de un lazo sexuado). En este lugar ella es la mujer fatal, la de la sexualidad.
“… dit-fâme,
sobre lo que dice de la fâme, la fama, la mala reputación.” Briole.
Este punto de la sexualidad como algo traumático, podríamos pensarlo
también como el rechazo a la sexualidad.
Briole apunta a la elección de goce, como elemento
fundamental para el lazo sexuado. Si
bien no existe la relación sexual, sí existe un lazo sexuado, M.-H. Brousse.
Podríamos formularlo como: de qué goza una madre?; ¿de qué goza una mujer? Y de
cómo en este goce está implicado el partenaire; ¿de qué goza un padre?; ¿de qué goza un hombre? Briole nos dice: “Un hombre siempre tiene algo que
perder; digamos que un hijo no ocupa el lugar del falo de la misma manera para
un padre que para una madre. El cara a cara está entre una mujer decidida
a la posibilidad de perder y un hombre enredado en lo insoportable de pensar la
pérdida.” Es decir un hombre que cree tener y puede hacer con la pérdida, y una mujer cree que no tiene y que también puede hacer con la pérdida.
Briole nos pondrá varios ejemplos, modalidades de
encuentros.
Satisfacerse
con perder. Medea
J.-A. Miller añade
con Lacan que “una verdadera mujer, siempre será Medea”. Entiendo que
una mujer es aquella que sostiene a un hombre castrado, también en falta, donde
ella sea causa de su deseo. Pero Briole,
con el caso de Medea va más allá.
Dice que hay mujeres que al ser madres no soportan la
transformación del hombre en padre. Hay mujeres que hacen lo que sea para
privar al padre, castrarlo, para tener
al hombre. “Allí, ya no
estamos del lado madre, donde este hombre del deseo perdido podría ser
recuperado como un hijo más, dejándole ir a desear a otra parte”. Briole
apunta que “una mujer que no
tiene, no tiene nada que perder”. Pareciera que en esa posición, hay una
satisfacción extrema en el perder, una mujer que se satisface en el perder,
para hacer surgir el deseo de su hombre. La posición de Medea, la que no tiene nada, la
que para ser no tiene que tener. Así
entiendo el título del apartado. Es como si el hijo, para Medea, fuera todo
real, por lo tanto para ser mujer lo tiene que matar. “De ello lo que resulta es que, cuanto más real hace
presente, mayor es el soborno al que está entregado en el fantasma” (“Nota
sobre el niño”, Lacan).
Viñeta: Una mujer
que vive la llegada de su hija a la adolescencia, como un momento donde esta reclama
actividades con su padre. La madre empieza a tener celos de su hija como mujer y
la difama, su cuerpo, su ropa, la mirada
hacia los chicos. Sexualidad difamada. Reclama a su marido, que solo tiene
tiempo para estar con su hija, “al final ella conseguirá que nos separemos”
dice. El padre intenta aplacar a esta mujer, dirá que no sabe cómo calmarla,
que no hay manera que entienda a la “niña”. Aquí se ha roto el arreglo al que
hace referencia Briole, un arreglo que toca el deseo en la pareja.
Hacerla
madre
Un hombre que escapa a la castración haciendo madre a
una mujer, alude a su castración no teniendo que sostener el deseo hacia una
mujer. Sostener el deseo, es complicado, pero no sostenerlo es peor, la relación
sexual es la muerte, no hay solución.
Un hijo puede estar en el lugar de tapón a la falta
en ser, para la mujer/madre y también para el hombre/padre.
Viñeta: Un niño de 9 años que es el rey de la casa, su
padre se queja de que su mujer, a la que llama mama, no lo mima lo suficiente,
“es solo un niño, dirá”. El padre juega con él, ríe, parece un compañero de
juegos de su hijo. Su mujer se queja de que su hijo quiere siempre dormirse con
ella, y al padre esto no le parece mal, “solo es un niño”. Pasado un tiempo
el padre dirá” creo que lo que pasa es
que mi hijo me hace pensar en mi, mi madre nunca me dio los mimos que yo
necesitaba, pero a mi hijo no le hago ningún bien” Para este hombre ser padre,
es una forma de poner un tapón a la falta en ser, a su propia castración, su
mujer es una madre para su hijo y para él. Podríamos decir que elude su
castración. Esta mujer pone en crisis el arreglo cuando ya no quiere más dormir
con su hijo. Quiere su casa como su reino pero quiere dormir con su marido. Una
madre no toda, que para este hijo se le hará insoportable.
Briole: “Lacan no
dudaba en situar la función del padre real sobre la vertiente castradora de su
presencia efectiva, “afanándose en […] la madre” un padre real, tiene
que poder estar castrado, para poder ser deseante de una mujer, la función de lo
real que permite la falta en ser, la castración, posibilitando la sustitución simbólica.
Un padremadre
Briole muestra el caso de un hombre que haciendo a su
mujer madre, obtura su propia castración, su falta, obturando así su deseo.
Haciendo de esa mujer una madre admirable.
El desarreglo aparece en el momento en que él se reconoce como un hombre
celoso, aparece el reverso del padre irreprochable. El desarreglo: “el diálogo de sordos de esta pareja:
allí donde él la quiere admirable, en la vertiente madre, ella busca ser
admirada”. El detonante se
produce cuando él advierte los celos, que causan su deseo, “este deseo surge en él cuando toma conciencia de que ya el deseo no
está más en su mujer; ¡ella no lo desea más! La mujer ha reventado a la madre,
se hace evidente que ella podría desear en otra parte”.
Briole dirá que hay una confusión de papeles. Este padremadre está completo no expone su
castración, pero su reverso es el hombre celoso que culpa a la rebelde de
desear, de ser una mujer. LA desea cuando ella desea en otra parte, podríamos
preguntarnos ¿qué desea realmente este hombre? Para este hombre. “La sombra de
la madre ha caído sobre la mujer”, la madre tapa a la mujer. Pero “no hay
solapamiento entre el llegar-a-ser-madre y el ser-mujer”. Hay ahí un
imposible, para esta mujer el llegar a
ser madre no ha solapado el ser mujer, no ha resuelto, no ha tapado su falta, y
en un momento aparece el deseo en ella y los celos en él.
Viñeta: Un hombre reclama a su mujer en el lugar de
madre, cumplidora de su deber y una
mujer que responde a ese lugar. Para esta pareja el sentido de la vida es ser
padres y formar una familia. El desarreglo aparece cuando la hija pone en falta
a esta madre, del lado del fracaso, un odio hacia la madre, que permite el
surgimiento de la mujer (no todo lo puede esta madre). Este padre protector y
productor culpa a la madre de su error, la neurosis de la hija, es vivida por
este hombre como un fracaso de la madre. Una madre no toda, que es insoportable
para este hombre que quiere ser todo padremadre.
El reverso de este padre protector es este hombre que culpa a la mujer por no
ser una buena madre. ¿Dónde está el deseo en esta pareja?
Maternidad/feminidad:
un anudamiento
Briole plantea que puede haber un anudamiento desde la feminidad a
la maternidad, un pasaje dice él, que implica una solución, un cumplimiento. La
feminidad en su falta, se resolvería con un hijo, la maternidad. Pero esta idea
de la culminación de la feminidad con la
maternidad, tiene que ver no con un anhelo, sino con el rechazo mismo de la feminidad.
No obstante Briole apunta al hecho de que esto no se puede resolver tan fácilmente. “Eso puede entenderse como una
amenaza apenas velada: ellas no escaparán a su destino de mujer”. El
rechazo a la feminidad no se puede obviar en lo que se manifiesta en el propio
cuerpo con el embarazo. Entonces se pone en juego este enfrentamiento a lo real
de la falta en el propio cuerpo de la mujer, con la maternidad. “De hecho el sujeto femenino tendrá
que aprender con su propio cuerpo”. Como el
embarazo ya implica una transformación/ deformación del cuerpo, este pone a la mujer en crisis ante el ideal de
belleza y la integridad de su cuerpo como mujer al ser madre. Explica el caso de una mujer que decide ser
madre por segunda vez y esta división entre ser mujer o ser madre, me parece
destacable como esta mujer no culpa al hijo de no poder ser una mujer, es una
intervención quirúrgica que viene a proteger a este hijo, no siempre es así. Briole
dirá que “con esta analizante,
queda en evidencia cómo no todo de la sombra de la madre ha caído sobre la
mujer.”
La maternidad como límite a la feminidad
Presenta una viñeta de una mujer con una pulsión sexual desbordada. Esta mujer que tiene un
marido, no es en la relación sexual con él, en la que encuentra un lugar para
canalizar su libido, es con su amante con el que ella goza, un amante ordinario
que la lleva a una relación sexual donde se siente viva, pero también advierte
algo imparable, insaciable en esa relación. Un hijo, la maternidad, podría
poner un límite. Límite por el lado de saciarla, aunque “la razón no resiste frente a lo pulsional, que la vuelve a colocar en
los brazos de su amante y relanza la duda: ¿quién es el padre?” ¿Quién
es el hombre causa de su deseo? Esta mujer muestra cómo el inconsciente va,
gobierna; cómo la mujer vuelve. Ser madre, llega un momento que no colma la
sexualidad de la mujer. ¿Qué quiere esa mujer? Es la pregunta que vuelve, no
resuelta en ¿qué quiere una madre?, que siempre será un hijo. Pero ¿qué quiere
la mujer que está detrás de cada madre?
El caso ilustra bien: la mujer, por el lado del deseo,
del ser deseada, del goce sexual, lo que implica estar en posición de falta y búsqueda; la madre, del
lado de la completud, del tapón con el objeto hijo. Y cómo la lógica madre/mujer
no se puede solapar (sombra). Hay
arreglos que permiten vivir a media voz, momentos de ilusión donde pareciera
que la relación sexual existe. Los arreglos serán siempre eso, y cada uno se
las tiene que ver con su goce. J.-A. Miller pone de relieve que no hay
solapamiento entre el “llegar-a-ser-madre” y el “ser-mujer”. Hay ahí un
imposible.
El rechazo inconsciente a la maternidad
Briole nos
habla del rechazo de la maternidad como rechazo de la división subjetiva, rechazo
del inconsciente, rechazo del cuerpo en
tanto soporte donde “se manifiesta el afecto reprimido y
donde pueden desplegarse las identificaciones”. Diferencia a Freud y
Lacan: el primero daba por sentado que la maternidad no era algo natural y
Lacan insiste en el rechazo al cuerpo. Para Lacan, “en el sujeto histérico, este rechazo es doble. Es, a la vez, un rechazo de
saber lo que ocurre en el cuerpo –la bella indiferencia– y un rechazo del
cuerpo; es decir, el sujeto de este cuerpo rechaza el cuerpo”.
J.-A. Miller distingue tres modalidades de rechazo del cuerpo:
1. el rechazo del cuerpo del Otro, que conduce
a una problemática sexual;
2. el rechazo del
cuerpo en su propio cuerpo, con los embrollos de la reproducción de la vida,
por lo tanto, de la maternidad;
3. el rechazo del propio cuerpo, con asco.”
Briole apunta un caso que permite ver los efectos en el cuerpo a
partir de la transformación del cuerpo
con el embarazo de una mujer. Aparecen las tres formas de rechazo: Rechazo al
cuerpo del otro “el embarazo ha apagado el deseo
del partenaire”; rechazo del
cuerpo en su propio cuerpo “descubre que ella
produce anticuerpos antifetales” y el rechazo a su propio cuerpo “ya no se siente deseable”. Cada sujeto femenino se las tiene que ver con
su cuerpo, que siempre pone en juego la finitud.
Entonces Briole nos va a transmitir sus reflexiones sobre qué pasa con la
maternidad en el momento actual y en el porvenir. La modernidad de la maternidad.
Apunta al
hecho de que los avatares del rechazo inconsciente de la maternidad hoy se
pueden eludir con un forzamiento por el lado de la ciencia, un empuje del yo/superyó, del lado del razonamiento, del derecho, de la ley, dirá Briole. No
del lado del deseo. Para que fuera por el lado del deseo, la mujer tendría que
vérselas con el deseo de la mujer que fue su madre. Resolver algo de esa
transmisión generacional, como dice Briole, del lado del discurso de la Historia/Histeria.
“En cierto modo, aquello que puede llevar
a una mujer, como decíamos, a elegir romper con la cadena generacional,
enmascarándolo con el feminismo propio del siglo XXI, interroga lo que queda
sin resolver en el lazo de esta mujer con el deseo que podía animar a su madre.
El odio hacia la madre, cuando viene a explicitarse en la cura, está dirigida
hacia la mujer que ella era”.
No obstante, por un lado, como sujetos
que hablamos, sujetos al lenguaje, alienados al lenguaje, aparece la división
subjetiva inevitablemente y, por otro lado, en el encuentro con el cuerpo aparece la
división en lo real que implica el goce. Hay un encuentro incalculable de cada
mujer con su cuerpo en la maternidad, así como es incalculable e incontrolable el lugar
donde el hijo va a parar, siendo siempre “allí donde no se le espera”. Entonces la privatización de lo femenino,
mujer “fuera de todo”, no del lado del “no todo”, fuera del lazo con el Otro,
esta degradación del deseo, no podrá resolver la cuestión de la subjetividad. Responder
ante lo que Lacan decía que éramos todos: “cada uno el aborto de lo que
fue, para quienes le engendraron, causa del deseo”. No hay
sujeto más que como efecto de lenguaje: “ningún niño ha nacido sin haber tenido que vérselas con este tráfico
de sus afables progenitores” y, ellos mismos, los progenitores, atrapados
en el discurso que supone la inclusión de la generación anterior.