DEL MASOQUISMO FEMENINO A LA PRIVACIÓN
Patricia Montozzi
Antes de meternos de lleno en esta
cuestión del masoquismo (femenino) propongo pasar por algunos artículos de Freud
que constituyen la columna vertebral del masoquismo.
En “Pulsiones
y destinos de Pulsión” (1915) Freud piensa el masoquismo es como un sadismo
vuelto hacia el propio yo, en el cual el objeto de la pulsión, es decir “aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta”, ha cambiado la vía.
Este cambio de objeto coincide con un
trastorno de la meta activa –martirizar– en meta pasiva –ser martirizado–. Así se puede pensar que el masoquismo deviene
secundariamente del sadismo, de la siguiente forma:
- El sadismo es una acción violenta hacia otra persona como objeto
- Este objeto es resignado y sustituido por la persona propia (cambio de meta activa en pasiva)
Me parece que, aquí Freud dice que el
infligir dolor no constituye una meta originaria de la pulsión mientras que sí
lo son las sensaciones placenteras provenientes del dolor “una
vez que el sentir dolores se ha convertido en una meta masoquista, puede surgir
retrogresivamente la meta sádica de infligir dolores, produciéndolos en otro,
uno mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que
sufre”. Se entiende por qué Freud en 1924 dirá que el sádico goza de manera
masoquista.
El segundo momento del masoquismo en la
obra de Freud se sitúa en “Pegan a un
niño” (1920). Hago un punteo de los momentos.
Primera fase:
“Pegan a un niño”. El niño azotado
nunca es el fantaseador. Es otro niño, generalmente un hermano si lo hay. La
persona que pega es al inicio un adulto indeterminado que posteriormente se
vuelve reconocible en la figura del padre. Esta fase se recuerda
conscientemente y se la puede llamar sádica, aunque el fantaseador nunca es el
que pega. Se formula como: “El padre le
pega al niño”; y Freud añadirá: “El
padre pega al niño que yo odio”.
En la segunda fase,
la persona que pega sigue siendo el padre, pero el azotado es el propio niño
fantaseador. Esto tiene un carácter masoquista. Se formula como “Yo soy azotado por el padre”. A
diferencia de la anterior se formula en voz pasiva: “soy azotado”; no “el padre me
pega” –habría inversión sujeto-objeto–.
Freud deriva la fantasía masoquista
inconsciente del segundo tiempo “mi padre
me pega” a una torsión de la primera fantasía, “el padre pega a un niño”, la cual estaba sostenida por el influjo
de las mociones eróticas hacia el padre, haciendo recaer el odio del mismo
hacia el otro niño.
¿Qué es lo importante de esta fantasía?
Que es una construcción en análisis, pues la paciente no la recordaba
conscientemente, o sea, era efecto de la
represión. Ahora, la transformación regresiva es producida por la conciencia de
culpa que ha producido el complejo de castración y la represión opera sobre los impulsos
eróticos incestuosos, lo que hace surgir el castigo bajo la forma de “mi padre me pega”. Esta fantasía es la
expresión de la conciencia de
culpabilidad en la cual sucumbe el amor al padre y que transforma el sadismo en
masoquismo. Freud explica que la represión ha puesto en marcha una regresión a
la fase sádico-anal de la vida sexual, sustituyendo “mi padre me ama” por “mi
padre me pega”.
La Tercera fase
se aproxima a la primera. Es consciente. La persona que pega nunca es el padre
es otro -un maestro. Los azotados son
ahora muchos niños, varones, y el fantaseador no sale en la escena. “Seguramente
estoy mirando”.
Lacan, en el capítulo XIII del Seminario
5, Las formaciones del inconsciente (pág. 250), dice que es el
sujeto mismo quien es abolido por el efecto del significante, porque en este
fantasma de fustigación, el látigo es un significante privilegiado. “El carácter fundamental del fantasma
masoquista tal como existe efectivamente en el sujeto es la existencia del
látigo”.
Hay un doble valor del significante:
amor y castigo:
“Siempre
hay en el fantasma masoquista un lado degradante y profano que implica, al
mismo tiempo, la dimensión del reconocimiento y la forma prohibida de relación
del sujeto con el sujeto paterno, esto es lo que constituye el fondo de la parte
desconocida del fantasma”.
En el Seminario El Reverso del psicoanálisis,
Lacan señala el tiempo central o sea el
segundo tiempo del padre. Lo más importante es que no se nombra al que pega y
que hay que distinguir el enunciado del fantasma, el tú me pegas.
“El
tú me pegas es una mitad del sujeto, es la fórmula que
constituye su vínculo con el goce. Sin duda, recibe su propio mensaje en forma
invertida –aquí significa su propio goce bajo la forma del goce del otro”.
Por tanto, la fantasía
seguramente no es masoquista; se la llamaría sádica, pero no debe olvidarse que
el niño fantaseador nunca es el que pega.
En “El
problema económico del masoquismo” (1924) Freud advierte que el dolor y el
displacer pueden convertirse en metas dando lugar a la tendencia masoquista en
la vida pulsional de los seres humanos, porque bajo su empuje el aparato
psíquico queda bajo el primado de la pulsión de muerte. De esta manera sería un
más allá del principio de placer. El sadismo no es un peligro para Freud,
porque la pulsión de muerte se traslada hacia fuera poniéndola al servicio de
la función sexual satisfaciéndose en objetos en vez de tomar el propio cuerpo. Aquí
Freud plantea de forma decidida que hay un masoquismo primario u original que
se da a partir de la mezcla de las pulsiones
y donde “la pulsión de muerte no es
derivada hacia el exterior, permaneciendo en el yo y además ligada libidinosamente
tomando a éste por objeto, lo cual
conlleva un monto placentero.”
Finalmente dice de este masoquismo
originario que es constitutivo, como huella fundante entre Eros y Thánatos. A
partir de aquí se puede constituir el masoquismo erógeno como estructura perversa
propiamente dicha. El sujeto se hace instrumento del otro para ser pisoteado/degradado,
etc.
Según Freud, este masoquismo erógeno adquirirá
diferentes revestimientos según la etapa libidinal que atraviese el sujeto.
Oral: ser devorado por el padre; sádico-anal: ser castigado por el padre;
fálica: ser castrado/poseído o parir (versión femenina).
Laurent, nos dice que el fantasma “pegan a un niño” en su versión femenina asegura
una distribución justa del goce”. Significa que protege al sujeto de que el
goce no se fije, o sea de un masoquismo erógeno.-
¿Cómo sería el proceso del recorrido
pulsional?
a)
Masoquismo erógeno
originario: la pulsión de muerte permanece en el interior del organismo, siendo
ligada libidinosamente.
b)
Sadismo: la pulsión de
muerte es desviada hacia el exterior, poniéndose al servicio de la función
sexual.
c)
Masoquismo moral, vuelta
de la pulsión de muerte hacia la persona propia sin pasividad, a través de la
voz del martirio o autoreproche.
d)
Masoquismo erógeno como
superestructura psíquica donde se busca a otro que martirice, porque el sujeto se ha hecho objeto de goce del Otro.
Viñeta clínica …
Vamos de lleno al concepto de masoquismo femenino. Freud se
preguntó: ¿qué quiere la mujer? Ella
quiere sufrir…
Cuál sería la diferencia entre la posición masoquista y la posición femenina.
Preguntamos qué hay de común entre un masoquista y una mujer en la pareja que
forma con el partenaire, supuesto
deseante. El uno y la otra se ponen en la posición de objeto. Y ponemos al
analista. Quiero decir que los tres hacen semblante de objeto. Este semblante
de objeto, se vincula al deseo, pero es el mismo deseo en cada caso. ..
El ser mujer supone una división entre
lo que es para el Otro y lo que ella es como sujeto del deseo. Lacan, señala
que su lugar en la pareja sexual no tiene en cuenta su deseo si no el deseo del
otro. Para ella basta que se deje desear en el sentido del consentimiento. Este
SER PARA EL OTRO de la mujer, a lo largo de su enseñanza, Lacan, lo designó con diversas fórmulas, –ser el falo, ser el objeto– y finalmente
en 1975, ser el Síntoma. Pero todas estas fórmulas dejan de lado el deseo de
aquella o aquel que vienen a ocupar el lugar de objeto.
A la mujer le es difícil aislar su deseo
dado que si lo pensamos desde el consentimiento, éste es el límite de su deseo.
Es una forma de pensarlo.
El hacer de objeto de la mujer, hay que
pensarlo desde un lugar imaginario o sea con el estatuto del semblante de objeto, que nos derivaría claramente a toda la línea de la mascarada femenina.
¿Qué hay del Masoquista? Lacan lo nombra
como un humorista (ya veremos con que tiene que ver esto).
Pensemos el lugar de objeto, en cada
caso. El masoquista se quiere objeto rebajado, humillado él se hace
desecho. La mujer, muy al contrario, se llena de brillo fálico para ser
el objeto agalmático con el otro y despertar su deseo. El analista, en
este hacer semblante de objeto, pasa a
través de la metamorfosis de la transferencia: primero agalma en tanto que SSS y al
final objeto de desecho.
¿Por qué el objeto agálmico cautiva el
deseo? Porque su poder está en la falta que incluye. Se puede pensar en una mascarada,
justamente porque simula la falta a través de la mascarada para
recubrirla. Pero también existe una mascarada masoquista que hace ostentación
de la falta o del dolor, hasta la
insuficiencia.
Lacan dice que el masoquismo femenino “es
un fantasma del deseo del hombre”. Se produce por el entrecruzamiento de la
forma erotómana del amor femenino y las
condiciones del deseo del hombre, que requieren que el objeto tenga la
significación de la castración. Por ello se puede entender la falta de límite
en las concesiones de las mujeres con el fantasma masculino. Aquí se pensaría
toda la línea del sacrificio que está dispuesta a hacer una mujer por un
hombre, por ejemplo.
En la mascarada la mujer se somete a las
condiciones de amor del otro pero hay que remarcar que a causa de la represión
esto opera a ciegas, no sabemos los deseos que esconde el inconsciente. Lo que sí favorece esto es la condición de estar
castrada.
En el
masoquista, la cosa cambia. Sabemos que aquí no opera nada inconsciente,
no hay nada librado al azar; muy al contrario, es la condición de goce. El
masoquista es el amo y arma la escena.
¿Qué es lo que busca una mujer? El sesgo
del amor en el otro. Un masoquista busca el punto de angustia donde desfallecen
los semblantes, donde cada uno retrocede. En ese sentido está la cuestión del
retroceso y la simulación, el pacto masoquista (propuesta de 24/7). Creo que esto nos da la pista de la diferencia y por qué Lacan habla del
masoquista como un humorista.
Retomo la primera frase sobre el sufrir de la mujer en Freud, para
ver en Lacan el Seminario 21 donde él critica esta posición. En relación a esa asignación tan localizada
en el ser de la mujer con el dolor en lugar del placer y pondrá en duda el asociar esto en relación al ser, y esta será
la fuerza del concepto de privación que introduce Lacan, poder dar cuenta del goce
particular que tiene una mujer al despojarse del registro del tener, sin que
eso de cuenta de ningún masoquismo.
La privación
Introducido por Lacan en los años 50, intentando
abrir diferencias en relación a la frustración (el término acuñado por los
analistas anglosajones). Intenta diferenciar estos conceptos localizando en la
privación algo que no es del registro del tener y que se puede demandar. Hay un
registro en el que no se demanda y que es el ser, a través de todo un
recorrido. El recorrido del deseo, que no es deseo de tener, porque el deseo se
soporta en la –la metonimia de la
carencia de ser– o, dicho de otro modo, es la metonimia de la falta en tener.
Lacan hace de la privación el
instrumento para repensar el ser de las mujeres tal como fue dejado por el masoquismo.
Aquí es donde Lacan prefiere el término estrago
más que masoquismo para las mujeres.
Siempre en la línea de que las mujeres
se encuentran protegidas de la amenaza de castración, en ese sentido pueden ir más lejos, en relación al dolor y por devoción
al amor. Así un hombre puede ejercer estrago sobre una mujer y no por eso ella
es masoquista. Poner su cuerpo en un límite
más allá, que asegure el goce del otro,
en el que se aseguran que el tú me pegas les vuelve en forma
invertida.
Se puede ir un poco más allá, sí, en lo
que Lacan llamó, la locura femenina propiciada por el estilo erotómano del amor y no fetichista
del hombre que sí tiene un límite.
Referencias
Bibliográficas
FREUD,
S., “Pulsiones y destinos de pulsión”, Obras
Completas, vol. XIV, Buenos
Aires: Amorrortu, 1978.
FREUD, S.,
“Pegan a un Niño”, Obras completas,
vol XVII, Buenos Aires: Amorrortu,
1979.
FREUD, S.,
“El problema económico del masoquismo”, Obras
completas, vol. XIX,
Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
LACAN,
J., “El fantasma más allá del principio de placer”, El seminario, Libro 5,
Las formaciones
del inconsciente, Buenos Aires: Paidós,
1999.
LAURENT, E.,
“Del masoquismo femenino a la privación, El
psicoanálisis y la elección
de las
mujeres, Buenos Aires: Tres Haches, 2019.
SOLER, C.,
“La mujer ¿Masoquista?”, Lo que dijo
Lacan de las mujeres, Buenos
Aires:
Paidós, 2013.
FERNÁNDEZ BLANCO, M.,
“Feminicidio”, https://elp.org.es/feminicidio/
(20/09/2019).
¿MASOQUISMO FEMENINO? SÍNTESIS
Alín Salom
La
cuestión del masoquismo femenino es un tema controvertido. Ha habido posturas
opuestas al respecto, en la querella del falo. Cuando, más adelante, Lacan
reelabora la cuestión de la feminidad, lleva a cabo un desplazamiento de
conceptos.
En
“El problema económico del masoquismo” (1924) Freud afirmaba que hay un tipo de masoquismo
que es femenino, y es “fácilmente asequible a la observación”: sujetos
masculinos fantasean encontrarse en “una situación característica de la
feminidad: ser castrado, soportar el coito o parir” (O.C., p. 2754). Freud parecía sugerir que
consentir a la feminidad implicaba asumir cierta dosis de masoquismo. Sólo
destacaremos dos posturas que hubo en la querella del falo: la de Deutsche y la de
Horney. Una de ellas radicalizó la postura freudiana, la otra la rechazó. Helen Deutsche llevó aún más lejos la postura freudiana. Declaró que la
feminidad estaba constituida por cuatro rasgos: pasividad, narcisismo, maternidad
y masoquismo. Dijo que el masoquismo era “la más fuerte de todas las formas de
amor” y que el parto era una orgía de placer masoquista (!). Agregó una idea
interesante: el fantasma fundamental en las mujeres no es “pegan a un niño”,
sino “violan o prostituyen a una niña”. En cambio Karen Horney sostuvo una
posición muy actual, tentadora: factores culturales hacen que las mujeres
acepten maltratos.
Lacan
no habla de masoquismo femenino, sino
de estrago. No habla de castración en la mujer, sino de privación del falo simbólico. No habla
de goce masoquista, sino de goce Otro. Para Lacan el masoquismo femenino
no es ni biológico, ni constitutivo de la feminidad, ni cultural. Es un
fantasma masculino. Ellos gozan imaginándose que a ellas les gusta que las maltraten. ¿Y ellas?
A la mujer no le falta nada en lo real, sí en lo simbólico –si
es que ella consiente esta posición–. Ella sacrifica el tener el falo para ser el
falo del hombre. Es una estrategia frente a la falta. Para ser el falo de él, ella se tiene que prestar a su fantasma. Para
ser el falo, ella necesita del amor del hombre. Ahí es donde se queda ella
enganchada al amor, a una sobrevaloración del amor, una especie de
erotomanía, una religión del amor. Ahí es donde aparece la posibilidad de la
deriva hacia el estrago. Ella busca ser un objeto agalma, simulando la falta si hace falta. Pero puede verse reducida
a un objeto de desecho, un objeto palea.
Aun así le resulta particularmente difícil desengancharse del amor. Le va el
ser en ello. Manuel Fernández Blanco, en el artículo “El feminicidio” que hemos
trabajado, lo explica así: “La posición sexual clásica de la mujer era la de
prestarse a la perversión polimorfa del hombre, lo que la conduce a la
mascarada y en ocasiones al sin límite, al estrago, cuando lo ilimitado de las
concesiones que puede hacer para un hombre ‘de su cuerpo, de su alma, de sus
bienes’ no encuentra el límite por la ausencia del signo de amor.”
Por
lo demás, tampoco hay que quedarse fascinado con el estrago. Conviene tener presente que la demanda de amor de ella apunta a un
Otro castrado. Ella demanda que él pase por la falta, que le dé lo que no tiene,
es decir, que confiese su falta, en definitiva, que asuma su castración. De ahí
la resistencia de los hombres a enamorarse, su agresividad para con el objeto
de su amor –que los castra, los confronta con su falta y con el goce femenino
que excede al goce fálico–. Y pobre de él si se enfrenta con la verdadera
mujer, una Medea o una Madeleine Gide. Ella horadará en él un agujero si deja de responder
a su demanda de amor; no admitirá quedar como un objeto palea. Ellas, en general, pretenden hacer del amor un todo, para
evitar enfrentarse con la no relación sexual.