Associació per l'estudi i la difusió de la psicoanàlisi d'orientació lacaniana, fundada per Cecilia Hoffman. Quadern de bitàcola
miércoles, 13 de febrero de 2019
martes, 5 de febrero de 2019
Reseña de la conferencia de Margarita Álvarez, "La transexualidad y los fenómenos postidentitarios", impartida el 25 de enero de 2019
Margarita
Álvarez comenzó su conferencia refiriéndose, a modo de introducción, a la
diferencia entre organismo y cuerpo: el organismo es meramente biológico, en
cambio el cuerpo es una construcción a partir del encuentro del lenguaje con el
organismo. El registro simbólico es fundamental, dijo Margarita Álvarez. Es lo
que recoge Hölderlin cuando dice: “poéticamente habita el hombre en esta
tierra”*. Pues el hombre es un parlêtre
exiliado de la naturaleza y su poesía apunta a lo inefable, hacia lo que escapa
al registro simbólico: lo real del goce.
Tras
esta introducción (en realidad más amplia) Margarita Álvarez se metió de lleno
en el tema de la sexuación.
La elección inconsciente de la
posición sexual y el significante del falo
Primer tiempo: Freud afirma que la
anatomía es el destino. Con lo cual
señala que la anatomía no es el punto de partida, no determina a priori ser un hombre o una mujer. Más
allá de la anatomía, el ser humano ha de pasar por una articulación simbólica
para devenir hombre o mujer. Ese
devenir se dará con la inscripción del falo y la castración. La sexuación
requiere de una maquinaria simbólica para organizarse.
Segundo tiempo: “La querella del
falo” –en términos lacanianos–
entre Freud y algunos de sus discípulos –Karen Horney, Helen Deutsch, Ernest Jones, etc.–.
Para Freud, el inconsciente solo admite la inscripción de una libido fálica. En
cambio, algunos de sus discípulos ponen en duda que la mujer necesite del falo
para definirse.
Más
tarde, a finales los años 50 John Money, luego en los años 60 Robert Stoller
(que pertenece a la IPA) estudian la transexualidad e introducen los conceptos
de “rol de género” e “identidad de género”, como elementos independientes de lo
anatómico.
Tercer tiempo: Lacan retoma “la querella del falo”. Para Lacan, la
identidad sexual es una cuestión de posición
sexual. Para asumir una posición sexual, es necesario que se instale una
posición inconsciente. Uno no “decide”: ahora voy a ser hombre –o mujer… No
podemos decir que el sujeto decide.
No obstante, hay una elección inconsciente de la posición sexual. Para que haya
una posición sexual es indispensable el significante fálico. Lo que está en
juego no es la presencia o la ausencia del pene (lógica del organismo), sino la
presencia o ausencia del falo (lógica del cuerpo). En el organismo no falta
nada; pero en la dimensión significante sí. El falo es el significante del
deseo, de lo que queda de vivo en el sujeto. En realidad no tiene que ver tanto
con el órgano. Si no hay esta posición inconsciente, introducida por el
significante fálico, algo de la posición sexual no queda estructurado; o sea,
el sujeto no puede hacer con su propio sexo, ni situarse en el encuentro sexual
con el Otro. Tampoco podrá acoger a los hijos que se den de ese encuentro. No
estamos ante ningún determinismo anatómico. Ni ante un planteamiento en
términos de género –palabra que Lacan
nunca utiliza.
La transexualidad. Identificaciones
simbólicas / identificaciones de goce
En
1953 el endocrinólogo H. Benjamin aísla “el síndrome de transexualidad” desde
la psicopatología. Había, en los asilos, sujetos considerados como afectados de
una monomanía y cuyo único “delirio” era que creían pertenecer al otro sexo.
Exigían al Otro de la medicina o del Estado que resolviera el “error”.
Operaciones quirúrgicas de transexualización empezaron a ser llevados a cabo en
Berlín, a partir de 1919. Las primeras operaciones fueron un desastre.
Trasplantaban úteros. Desconocían el papel de las hormonas. Muchos pacientes
murieron.
Margarita
Álvarez hizo allí un inciso para comentar la cuestión del supuesto "error de la
naturaleza" -que, según los transexuales, consiste en que haya nacido una psique de un sexo en un cuerpo del otro sexo-. La mayor parte de los sujetos que desean una transexualización
dicen que siempre se han sentido del
otro sexo. No obstante, eso no suele ser cierto. Hay un momento, que suele
corresponder al encuentro con el Otro sexo, donde aparece esta certeza de
habitar un cuerpo equivocado y resignifica todo. La certeza es del orden de la
psicosis.
A
continuación Margarita Álvarez señaló que Lacan hace varias referencias a la
transexualidad y al travestismo.
En
el Seminario 18, De un discurso que no
fuera del semblante, Lacan ubica la transexualidad del lado de la psicosis
y lamenta que Stoller (de la IPA y autor de Género y
sexo), obvie el diagnóstico de psicosis, a pesar de incorporar explicaciones de
Margaret Mahler de casos de psicosis, que Stoller aplica a la transexualidad. Fundamentalmente se trata de la idea de una
fusión primaria del niño con la madre, de la cual éste no lograba separarse y que Stoller afirma encontrar en los casos de transexualidad.
En
el Seminario 19, … O peor, Lacan introduce la cuestión de
la sexuación. El término sexuación en biología se utiliza para hablar de
animales que cambian de sexo como, por ejemplo, una determinada subespecie de
ranas que lo hacen en función de la cantidad de ranas en la charca. Lacan
señala tres tiempos para la sexuación:
Primer tiempo: la
pequeña diferencia. Los bebés
nacen iguales excepto por una pequeña diferencia, que se puede buscar incluso
en las ecografías. Y la pequeña diferencia anatómica tiene un valor. En este
primer tiempo, la sexuación viene del Otro.
Segundo tiempo:
la significación. El adulto, al
decir “es un niño” o “una niña” ya da una significación. A menudo agrega: “¡qué
bien!” o “¡qué mal!”. El sexo del niño o de la niña nunca es un dato de la
naturaleza. Va siempre ligado a una interpretación.
Tercer tiempo:
la elección. Hay que ver qué hace el
niño con la pequeña diferencia y con la significación que le da el adulto. ¿Se
separa de eso que viene del Otro o no? Hay allí algo del orden de una elección.
Los niños toman una posición.
Margarita
Álvarez ilustró cada tiempo con viñetas clínicas que no cabe recoger en una
breve reseña como ésta.
Lacan
dice que de alguna manera el transexual no logra hacer del órgano un falo. No
puede elevarlo al estatuto de significante. Se queda pegado a la realidad del
órgano.
La discordancia general
Lo
que el transexual no admite es la discordancia. Mas la discordancia forma parte
de la sexualidad humana. Las mujeres no se sienten LA mujer ni los hombres EL
hombre. En cierto modo, todos somos un poco disfóricos, aunque tengamos
identificaciones prevalentes. Esta elección de la posición sexual no se hace
desde identificaciones simbólicas,
sino desde identificaciones de goce, identificaciones
que no cabe confundir. Un hombre puede ser muy viril y tener una modalidad de
goce muy femenina, muy no-todo. O sea, entran en juego tres elementos que deben
ser diferenciados: (1) el sexo anatómico; (2) la identificación simbólica (el
género); (3) la identificación de goce. Las combinaciones son múltiples, pero
la lógica es fálica, es decir, binaria.
En
definitiva, ante la diferencia sexual, todos tenemos que hacer un montaje.
Todos tenemos que organizar algo para arreglárnoslas con el encuentro sexual.
Los psicóticos tienen que organizar algo un poco más complejo que los
neuróticos, comentó Margarita Álvarez. Ante el
agujero (la no existencia de la mujer, la no existencia de la relación
sexual, la maternidad), ante la forclusión fálica (ϕ0),
hay que trabajar, incluso a veces encarnizadamente, para encontrar una
solución. Todos tenemos nuestros artilugios, dijo Margarita Álvarez, suplencias
o sinthome, para enfrentarnos con el
agujero.
El
transexualismo no es una estructura; es transestructural. Es una formación
imaginaria. Los gays y las lesbianas, a diferencia de los transexuales, ponen
el goce en primer plano. No quieren operarse. Tienen los genitales libidinizados.
En cambio los trans intentan hacer algo simbólico. Su posición es más precaria.
A veces pasan auténticos calvarios, se enredan en una escalada de arreglos
quirúrgicos. No quieren asumir que
la discordancia forma parte de la vida.
El movimiento transgénero. ¡No
perderse nada!
El
movimiento transgénero surgió en los años 90. Este movimiento reprocha a los
trans que confunden el sexo con el género, confunden el hecho de ser macho o hembra
(sexo) con el hecho de ser hombre o mujer (género). No se puede reducir al
hombre a tener un pene, dicen, ni a la mujer a tener una vagina. El movimiento
transgénero critica el binarismo de los trans y propone la transidentidad, el
ir más allá de la identidad. Para los transgéneros, hombre o mujer son categorías
que no son fijas. Uno puede pasar de un género a otro, puede querer
experimentar cualquier posibilidad… Para ellos las fronteras no existen.
Eliminan barreras, para no perderse nada. Desean hacer estallar las categorías
binarias, que consideran persecutorias. En definitiva, de lo que se trata, para
ellos, es de gozar más.
Margarita
Álvarez terminó su conferencia con la siguiente reflexión. Hoy en día existe una ilusión que consiste en pensar: ¡Yo soy lo que quiero ser! Vivimos en una época
de inconsistencia del Otro. A pesar de ello, los transexuales quieren un Otro
de la garantía. En cambio los transgéneros, no. Saben que no hay garantía y
gozan de ello. La clínica actual que trata con el sujeto libre, dedicado a su goce, se enfrenta a
una diversidad enorme. Para afrontar esta diversidad, está claro que la clínica borromea
resulta más apropiada que la clínica estructural.
El
GTPG agradece a Margarita Álvarez su magnífica conferencia, enormemente
clarificadora y sembrada de viñetas clínicas. Sus anécdotas jocosas y su
sentido del humor desbordante nos han hecho reír a carcajadas, durante y también
después de la conferencia. Le agradecemos su generosidad y su deseo tan decidido
en la transmisión del psicoanálisis lacaniano.
Míriam Pérez y Alín
Salom
* HÖLDERLIN, Friedrich,
Las grandes elegías:
“¿Puede, cuando la vida es toda fatiga, un hombre / mirar hacia arriba y decir:
así / quiero yo ser también? Sí. Mientras la amabilidad dura / aún junto al
corazón, la Pura, no se mide/ con mala fortuna el hombre / con la divinidad.
¿Es desconocido Dios? / ¿Es manifiesto como el cielo? Esto / es lo que creo más
bien. La medida del hombre es esto. / Lleno de méritos, sin embargo,
poéticamente habita / el hombre en esta tierra. Pero más pura / no es la sombra
de la noche con las estrellas, / si yo pudiera decir esto, como / el hombre,
que se llama una imagen de la divinidad. /
¿Hay en la tierra una medida? No hay / ninguna.” (Madrid, Hiperión,
1983, p. 117.) Ver HEIDEGGER, Martin, “La
esencia de la poesía”, en Interpretaciones
sobre la poesía de Hölderlin, Barcelona, Ariel, 1983.
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