Josep Maria
Panés comenzó su conferencia girando del revés el tema, como si de un calcetín
se tratara. En lugar de hablarnos del malestar en el cuerpo, comenzó por
plantear la cuestión de en qué consistía el bienestar en
el cuerpo. Pues existe, sí, el bienestar, aunque sea intermitente. Existe,
si el fantasma sostiene suficientemente, si permite el funcionamiento del principio
de placer. El bienestar no es más que homeostasis,
como Freud señaló; no es más que la ausencia de irrupciones de goce, nos dijo
Panés. Lo otro es el empuje al siempre-más de la pulsión, el Kern, el exceso pulsional.
La angustia acompaña
al Kern. Panés distinguió entre la
angustia freudiana, por un lado, que es angustia de castración –de pérdida de
objeto, de satisfacción–, y la angustia lacaniana, por otro lado, asociada a la
falta de la falta, es decir, al exceso pulsional, al Kern, en definitiva. Las pérdidas no son más que las réplicas del Kern, dijo Panés con una metáfora
sismológica.
A
continuación, el conferenciante destacó el lugar que ocupa el cuerpo en el
segundo Lacan. Si bien no hay un desgarro entre el primer y el último Lacan
(nos remitió al respecto, a la conferencia de Miller, “El inconsciente y el
cuerpo hablante”), en el último Lacan el lugar del cuerpo es mucho más
importante. En el primer Lacan, el síntoma cifra, esconde un sentido; y el
desciframiento traerá supuestamente la solución. En cambio, en el último Lacan,
para quien la vía del sentido se agota, todos los síntomas son acontecimientos
del cuerpo y al límite son refractarios al sentido. Por supuesto que no cabe igualar
todos los acontecimientos del cuerpo, no hay que perder los matices, los
pequeños relieves. No obstante, se puede afirmar que un síntoma es el envoltorio formal de un acontecimiento del cuerpo.
El primer Lacan es más fácil, más transitable, más cómodo. En cambio el último
Lacan provoca cierta angustia, señaló Panés, verbalizando algo que presentíamos,
pero que no habíamos explicitado en el Grupo.
Panés señaló
también que en la “Observación sobre el informe de Daniel Lagache” Lacan habla
de “la oscura intimidad que mantenemos con nuestro cuerpo”. Hay algo
insimbolizable en nuestra relación con el cuerpo. Todo Freud y todo Lacan es un
esfuerzo por articular el cuerpo y el lenguaje, dijo Josep Maria Panés. Ahora
bien, es fundamental no quedarse en el nivel de sentido, lo cual reduciría la
práctica psicoanalítica a una práctica delirante.
Luego Josep
Maria Panés presentó un análisis meticuloso de dos textos literarios, El arte de llevar gabardina de Sergi
Pàmies y En movimiento de Oliver
Sacks. Desplegó con exquisita delicadeza los pequeños relieves, las particularidades
de ambos personajes con tanta minuciosidad que no la podemos reproducir. Señaló
las dificultades de los dos para sostener un cuerpo, en dos estructuras diferentes:
la una obsesiva, torturada por la insuficiencia fálica, la otra psicótica, arrojada
a una actividad deportiva desbocada –natación, alterofilia, motociclismo…–. Uno
envuelve el cuerpo en una gabardina (Albert Camus, Jean Gabin, Yves Montand,
etc., ellos sí que sabían llevar una gabardina…), el otro experimenta un
orgasmo mientras nada, un goce en el cuerpo claramente más allá del falo,
totalmente disociado de las condiciones de objeto. Ambas arrostran su oscura
intimidad con el cuerpo, destino de seres hablantes.
Agradecemos a Josep Maria
Panés una vez más su generosidad y su finura teórica. Es en el fondo nuestro más-uno
discreto, sin duda reservado, pero que siempre está allí cuando lo necesitamos.
Alín Salom