Marta Serra
comenzó su conferencia señalándonos que ya hace 40 años desde que Lacan declaró
que todo el mundo está loco y que todo el mundo delira. Lo hizo en 1978, tres
años antes de morir. La afirmación pertenece, pues, al último Lacan. Pero la
idea ya estaba en los inicios del psicoanálisis. Freud dice que "toda persona
normal lo es solo en promedio"1, y Miller lo reformula del modo siguiente: “Ante
el loco, el delirante, recuerda que tú también fuiste analizante y hablabas de
lo que no existe”2.
¿Por qué
estamos todos locos? ¿Por qué todos deliramos, hablamos de lo que no existe?
Porque no existe la relación sexual, lo cual nos aboca a todos a la invención
de algo que venga al lugar de eso que no existe. No hay relación sexual, pero
hay relaciones sexuales.
Marta Serra
anudó la explicación del “todos locos” a la no existencia de la relación
sexual. Dividió su ponencia en dos batientes: una mala noticia y una
buena noticia.
La mala
noticia
“No hay relación
sexual”.
No la hay
porque el lenguaje desnaturaliza al ser humano, porque lo simbólico afecta al
cuerpo. Sobre el cuerpo del niño, hablado y hablador, se fijan puntos de
satisfacción que no tienen nada que ver con la necesidad. Surgen zonas
erógenas; y cada
uno encuentra sus maneras de gozar. Hay dos tipos de satisfacciones: (1) las
que caen del lado del placer y que suelen ser conscientes; (2) las que caen del
lado del sufrimiento y en este caso la satisfacción suele ser inconsciente. A
esta segunda satisfacción Lacan llama “goce”. Hay en el goce un empuje a la
muerte.
Para todo
sujeto hay un encuentro más o menos traumático con la sexualidad. Las
histéricas de Freud relataban encuentros traumáticos con padres perversos, que
abusaban de ellas, relatos que Freud acabó situando en la fantasía. Por bien que lo hagan,
“los padres son inocentemente traumáticos”, dijo Lacan. Y nadie puede prever
qué será lo traumático para cada infans, cómo será el encuentro entre el cuerpo
y el lenguaje, qué hará marca. La cuestión es que no hay ser humano que se haga solo; se hace siempre entre otros y a partir
de sus dichos. Es el lenguaje el que nos humaniza. Lacan juega con la expresión “l’être humain”, pluralizándolo y convirtiéndolo en les trumains.
Los animales
están programados: qué comerán, con quién se aparearán, etc. Su vida está
determinada por su organismo. En cambio los seres humanos estamos
desprogramados. No se puede anticipar qué relación tendrá cada uno con su
cuerpo, su orientación sexual, ni siquiera qué le traumatizará. Los padres
ponen inyecciones de simbólico; intentan orientar a los hijos. Los hijos, tanto
si siguen sus indicaciones como si los odian, están bien orientados.
Necesitamos esta orientación, porque estamos desprogramados. No hay relación
sexual; luego cada uno ha de construir su modalidad de goce. Ésta es la mala
noticia.
La buena
noticia
La buena
noticia es que las palabras producen efectos. Recortamos algunos significantes,
los articulamos entre sí y encontramos un sentido a la vida. Cuando la vida no
tiene sentido para un sujeto es difícil soportarla.
El nombre ya
es una primera palabra que ubica al ser humano en la filiación –aunque a veces
se percibe claramente cómo incluso ese nombre no sirve para ello, porque es
tomado por los progenitores de algo ajeno a la familia, a su deseo, a su
historia.
El lenguaje
ordena el mundo y hace acontecer el cuerpo. El lenguaje recorta los objetos en
la realidad –la cual, fuera del lenguaje, no es más que un continuum.
El lenguaje
es imprescindible para acceder a lo humano. Marca el cuerpo, introduce una
manera de gozar singular para cada sujeto. El ser humano deviene hablante por
ser hablado. El sujeto queda ligado a los decires de los padres. El niño es como
una parabólica, dijo Marta Serra; todo el mundo tiene escenas, significantes
(que pueden ser frases enteras) que lo han marcado. Ésos son sus S1,
sus significantes amo. Y el inconsciente no es más que un enjambre (essaim) de S1 –por cierto, essaim y S1 suenan igual
en francés.
La decisión
insondable del sujeto y el límite de la interpretación
¿Por qué un S1 y no otro? Hay un punto de
contingencia en la constitución del sujeto; está “la insondable decisión del
ser”. No se puede saber qué marcará, qué traumatizará a un niño –¡cuán cómodo
sería saberlo! Ocurre a veces que situaciones horribles encontradas en la vida
no producen traumatismo y, en cambio, una frase, una mirada, un pequeño mal
encuentro, sí. El sujeto es imprevisible; no se sabe, por ejemplo, qué uso hará
de lo que ha encontrado en la vida más que a posteriori...
De allí que la
tarea de desciframiento en el análisis no sea infinita. La cuestión es que hay
un momento en que el cuerpo se anuda al lenguaje. Y
ese momento originario no es interpretable. Esta afirmación, también podemos dejarla, en el
fondo, en el batiente de “la buena noticia”.
De la verdad a
la varidad
¿Qué
construye uno en un análisis, entonces? Se construye una “verdad mentirosa”, la
historia del sujeto, de lo que, para él, fue crucial en su erección de ser
viviente hablante.
Pero eso no
cambia su modalidad de goce.
No se trata,
en el psicoanálisis lacaniano de “normalizar” a la gente ni de adaptarla a la
sociedad. De todos modos no funciona: el goce no se deja domesticar, normalizar
con el lenguaje –como creían inicialmente tanto Freud como el primer Lacan. Pero
la clínica lacaniana, orientada hacia lo real, le lleva a uno a saber lo que uno es, a ser
lo que uno es, dijo Marta Serra, con una fórmula casi pindárica.
En un
análisis, una verdad se sustituye a otra, y otra se acumula con una anterior
para producir una nueva manera de abordar lo que ya pasó, pero que, a pesar de que ya pasó, aún seguía pesando en el presente.
El
psicoanálisis lacaniano permite estar advertido de lo que uno es; le permite al
sujeto descubrir su punto de real, conocer sus puntos de goce, su verdad singular
propia. No hay aquí un objetivo terapéutico; la cura viene en todo caso por
añadidura.
El goce se
produce en el cuerpo; se necesita un cuerpo para gozar, porque es nuestra única
consistencia. Pero se goza también de las palabras, del significante. Ese es el
goce de los hablantes.
Todos
deliramos, pero a veces de modos parecidos. Unos tienen más facilidad, otros
tienen más dificultad para dar sentido a su vida. Pero locos, lo estamos todos.
¡Ha sido un
auténtico privilegio escuchar esta conferencia de Marta Serra! Ha tenido un
efecto de transferencia masiva y nos ha abierto el camino hacia el trabajo del curso siguiente.
Clausuramos
así nuestro curso sobre el campo de las psicosis, asombrados de encontrarnos
con conferencias cada vez más aclaratorios, más diáfanas, y con el entusiasmo
de que el cambio cuantitativo en la comprensión de la teoría se convierte
finalmente en un cambio cualitativo. Todo ello gracias a los auspicios de la
Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y gracias a la generosidad de todos
los conferenciantes que han tenido a bien acercarse a nuestro rincón de
provincias, conferenciantes todos ellos tan importantes que ya nos había dejado
pasmados inicialmente que aceptaran nuestra invitación. La ELP es, sin
duda, un lugar especial.
Alín Salom
1. Freud, S., Análisis terminable e interminable. O. C., Madrid: Biblioteca nueva, 1981, vol. III, p. 3352.
2. Miller, J.-A.,
"Ironía", en Consecuencias,
# 7 (Noviembre 2011).