Reseña de la conferencia
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Palomera comenzó
su discurso refiriéndose al pesimismo de Freud, claramente expresado en su obra el Compendio del psicoanálisis, respecto a
la posibilidad de utilizar la terapia psicoanalítica en sujetos psicóticos. ¡Cuánto han cambiado las cosas! Los sujetos psicóticos abundan cada vez más en las consultas de los psicoanalistas y la perspectiva lacaniana abre una orientación de la cura rigurosa en estos casos. ¿Por qué esta proliferación de sujetos psicóticos? Hay dos posibilidades: o bien hay más sujetos psicóticos en la actualidad, o bien se dirigen con cada vez más frecuencia a las consultas de los psicoanalistas, tras un largo recorrido vano por otro tipo de terapias, ha señalado Vicente Palomera.
El problema del narcisismo
¿Cuál es la dificultad en juego para una cura cuando hay una posición psicótica? La dificultad radica en que el establecimiento de la transferencia –piedra angular del tratamiento– se ve dificultada por el narcisismo, dijo Palomera. Para que haya transferencia es necesario que la libido circule, que haya apertura al Otro. En la psicosis la libido no circula; en palabras de Lacan, el psicótico tiene el objeto en el bolsillo (lo tiene él, no el Otro). Es lo que se manifiesta claramente en muchos síndromes y fenómenos elementales: en la anorexia psicótica respecto al objeto oral; en el síndrome de Diógenes respecto al objeto anal; en las alucinaciones respecto al objeto invocante; en la sensación de ser mirado respecto al objeto escópico. En todos estos síndromes y fenómenos, se ve cómo el sujeto psicótico no se separa del objeto, cómo hay un cierto autismo en el psicótico. Al límite, el mundo, vaciado de libido, deviene crepuscular y eso es lo que expresa el sentimiento de fin del mundo.
El lugar del analista
No obstante,
los sujetos psicóticos no son inmunes a la transferencia, señaló Palomera. Sí
desarrollan una transferencia; sí se dirigen a alguien. Pero la
transferencia adquiere en ellos tintes erotomaníacos y persecutorios –precisamente por el hecho de la no separación del objeto. Es lo que ocurre en
el caso princeps de Schreber en su relación con el psiquiatra Flechsig. Por
tanto la primera cuestión que se plantea para el analista, dijo Palomera, es: ¿cómo
no ocupar el lugar del perseguidor? Y esta pregunta ordenó su conferencia hasta
quedar resuelta en la conclusión.
Psicosis y libertad
A
continuación, Vicente Palomera dedicó su atención a la elucidación de lo que es
la psicosis. Destacó dos cuestiones. En primer lugar señaló que la psicosis no es un “trastorno”, ni un déficit,
sino una “posición del ser”. ¿En qué consiste esta posición? En el rechazo del
inconsciente. El sujeto psicótico, ha dicho, es un “mártir del inconsciente”,
del efecto del lenguaje sobre el sujeto. “El lenguaje es una locura”, “es algo
perturbador”, afirmó Palomera, con una fórmula impactante. En segundo lugar, señaló que el sujeto psicótico rechaza aceptar la
identificación común; no acepta subjetivar el Nombre del Padre; rechaza la
impostura paterna. En otras palabras, rechaza la subjetividad prêt-à-porter que ofrece el discurso
social. Entonces este sujeto se encuentra en la tesitura de tener que inventar por su propia
cuenta todos los parámetros de la subjetividad. En este rechazo, en este separarse de la masa del sujeto psicótico, es innegable que hay una profunda libertad, aunque no se trate de una libertad positiva. Locura y libertad no son excluyentes,
dijo Palomera. La locura es el riesgo que hace correr la libertad. El
neurótico es básicamente un esclavo; en cambio el psicótico es tan libre que
resulta a veces necesario atarlo, encerrarlo.
Las formas de decir “no”
Vicente
Palomera señaló a continuación que la noción fundamental para situar la
psicosis es la de forclusión y expuso de una forma asombrosamente clara en qué consiste la forclusión. Dijo que el
psicoanálisis era básicamente una teoría sobre las formas de decir "no" del
sujeto, siendo que el sujeto siempre dice "no" a lo real. El sujeto siempre adopta mecanismos de defensa contra lo real –entendiéndose por "real" aquello que no se puede simbolizar, muerte, sexo,
castración, en fin, todo lo angustioso por antonomasia para el sujeto. Existen tres formas de decir "no": la represión, la denegación y la forclusión. La represión
es la forma más leve de decir no, dijo Palomera; la denegación es una forma
mixta, de decir sí y no a la vez; y la forclusión es el rechazo más extremo. Al
negarse a admitir el Nombre del Padre y la castración, el sujeto psicótico
rechaza ceder, perder algo de su goce íntimo. Palomera comparó al sujeto neurótico
con una lagartija, dispuesta a perder la cola, para escaparse del cazador. Al
ceder la cola, deja este objeto a en el Otro; luego lo va tener que ir a buscar en ese Otro. Por eso el neurótico espera del Otro un significante primordial. De él espera ser reconocido. El
objeto a, articulado en el seno de un fantasma, es como una ventana abierta en medio de lo real, ventana por la cual el sujeto [neurótico] puede
mirar una "realidad". Mejor dicho, la extracción del objeto permite "constituir" una "realidad", un real simbolizado (que ya no es "real"); permite limitar el goce a través del fantasma. En cambio
en la psicosis, el goce queda desregulado; el significante que debía venir del
Otro queda forcluido. El sujeto psicótico no pierde nada, luego no pide nada.
Rechaza (a) el inconsciente, (b) la identificación, (c) la impostura paterna.
En cambio el neurótico no hace más que pedir y pedir, todo el rato.
La transferencia en la psicosis
Volviendo a la
cuestión de la transferencia, Vicente Palomera señaló que el psicótico no supone saber al analista. Para el sujeto psicótico el analista no es el que sabe; el que sabe es él. A la suposición de saber subyace el amor; luego el narcisismo del sujeto psicótico no propicia la transferencia. En esta coyuntura, bajo ningún concepto
el analista debe pretender ocupar ni el lugar del amo, ni el
lugar del ideal ante un sujeto psicótico, lugares que le conducirían sin dilación o bien
al delirio erotomaníaco (él me ama), o bien al delirio paranoico (él me odia).
Puede ocupar, dijo Palomera, un lugar más modesto: el de testigo, secretario o semejante
del psicótico, un pequeño otro, particular, que pueda acompañarlo, hacerse partenaire de sus elaboraciones. El
analista no debe interpretar nada, precisó Palomera; pero tampoco limitarse al
acompañamiento. Debe hacer algo más: una maniobra que se aplique a orientar el
goce, que señale aquello que "no le conviene" al sujeto, que intente asintotizar
el goce, limitar un poco lo real con lo simbólico. Toda la cuestión es, pues,
mantener anudado RSI, lo real, lo simbólico y lo imaginario. Palomera agregó también que para evitar crear posiciones de amo o ideal, se podía recurrir, en las instituciones, a la
pluralización del Otro.
Las cuatro precauciones en el tratamiento de las psicosis
En definitiva,
el analista debe abstenerse de cometer cuatro errores. Debe (1) no autentificar
lo imaginario; (2) no interrogar la homosexualidad; (3) no hacer resonar la
lengua jugando con equívocos; (4) no estirar el sujeto en el diván.
Bibliografía recomendada
Vicente
Palomera nos recomendó leer tres artículos:
CASTANET, HERVÉ: "El sujeto en la nebulosa", Los inclasificables de la clínica psicoanalítica.
DEFFIEUX, JEAN-PIERRE: "Un caso no tan raro", Los inclasificables de la clínica
psicoanalítica.
MILLER, JACQUES-ALAIN: "Mostración en Prémontré", Matemas I.
Agradecimientos
Agradecemos a Vicente Palomera la extremada claridad con la que expuso conceptos teóricos complejos y su generosidad por acudir a dar una conferencia hasta nuestro rincón perdido de las provincias, sosteniendo así la causa freudiana. Palomera dijo que había que dejarse engañar un poco -les non dupes errent. Nos declaramos, pues, definitivamente dupes, crédulos, después de esta conferencia, persuadidos de pescar gracias a él, con el cebo de la teoría, la carpa de la verdad -preciosa metáfora shakespeareana a la que hizo él referencia en su conferencia.
Alín Salom
Alín Salom