A lo largo de las últimas décadas ha emergido en la
sociedad una nueva cultura del cuerpo.
El cuerpo ha pasado a ocupar el centro del escenario social. Se ha
convertido en la clave para la construcción de la identidad social, en el escaparate
del estilo de vida y del estatus del individuo. El cuerpo ha pasado a servir
de plataforma básica de consumo: alimentación, cosmética, moda, deporte, fitness, wellness, medicina, cirugía plástica, farmacología… El cuidado del
cuerpo se ha convertido en una dimensión crucial de la existencia. Asistimos al
auge de lo que algunos sociólogos denominan “sociedad somática”, “somatocracia” o bien biocapitalismo [i].
Sin embargo crece el malestar en el cuerpo. Por un
lado está el cuerpo ideal de la ciencia y la biopolítica, los cuerpos que se
mueven cadenciosamente en las pantallas; por otro lado están los cuerpos
reales, habitados por la pulsión, fragmentados por la pulsión, y que son la
sede de un goce imposible de dominar: hiperactividades, anorexias, bulimias,
vigorexias, fibromialgias, fenómenos psicosomáticos diversos, cuerpos doloridos,
cortados, escarificados, drogados, llevados al límite, transexuados.
No es fácil
tener un cuerpo. No se nace con un cuerpo; se nace con un organismo. El ser atravesado por
lalengua, ese ser parlante, no puede ser un
cuerpo; sólo puede tener un cuerpo.
Eso, si consigue subjetivarlo. En definitiva, el sujeto en cuanto parlante está
esencialmente enajenado respecto a su cuerpo. El cuerpo es el Otro, dice Lacan
ya en 1967[ii].
El cuerpo ha de ser constituido, para poder ser habitado. Y sólo puede
constituirse y adquirir consistencia, mediante el anudamiento de lo real, lo simbólico
y lo imaginario, es decir, el abrochamiento de goce, lengua y cuerpo.
No faltan ejemplos de fallas en el anudamiento,
pues el nudo no consigue ser más que de suelta fácil: cuerpos que no se
reconocen en el espejo, disoluciones imaginarias en la psicosis, cuerpos con caparazón con todos los orificios tapados, en
el autismo, síntomas histéricos de conversión, fenómenos psicosomáticos transclínicos,
síntomas obsesivos de desconexión del cuerpo, de negación de sus límites, por ejemplo de
los signos de enfermedad, negación de la castración, etc.,
etc., etc.
NOTAS
[i] Dice M. Foucault, en « La naissance de la
médecine sociale » (1974):
“Podríamos decir que ha surgido en la actualidad lo que en realidad se
preparaba desde el siglo XVIII, es decir, no una teocracia sino una
somatocracia. Vivimos bajo un régimen para el cual una de las finalidades de la
intervención estatal es el cuidado del cuerpo, la salud corporal, la relación
entre la enfermedad y la salud, etc.” “El capitalismo que se desarrolla a
finales del siglo XVIII y principios del XIX primero socializó un primer
objeto, el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza de trabajo.
El control de la sociedad sobre los individuos no se efectúa solamente por la
conciencia o la ideología, sino también en su cuerpo y con el cuerpo. Para la
sociedad capitalista, lo que importaba más era lo biopolítico, lo biológico, lo
corporal.” (Dits et Ecrits, París, Gallimard, 1994, t. II,
pp. 43 y 210)
Stéphane Haber y Emmanuel Renault hablan de biocapitalismo, modo de producción
basado en la mercantilización del cuerpo, como eje del desarrollo económico: https://www.cairn.info/revue-actuel-marx-2007-1-page-14.htm
También interesante: Vanni Codeluppi: Il biocapitalismo. Verso lo sfruttamento
integrale di corpi, cervelli ed emozioni. Torino: Ed. Bollati Boringhieri, 2008.
[ii] Seminario
14, La lógica del fantasma, clase del 10 de mayo de 1967.