El
pasado mes de enero trabajamos el caso de El
Hombre de las Ratas para
ver la relación entre la culpa y el deseo en la neurosis obsesiva.
Tras la lectura de las referencias al deseo y los pasajes del
historial clínico que dan cuenta de la culpa y la angustia en el
caso, tomamos algunas referencias de Lacan entorno a éste, así como vimos las similitudes en algunas viñetas clínicas de casos actuales de neurosis obsesiva.
Cuando
Freud publica el análisis de El Hombre de las Ratas aún no ha
desarrollado conceptos fundamentales que se juegan en el caso como
la pulsión de muerte y el superyó, tal y como podemos ver en las
compulsiones, en los martirios del pensamiento, en el goce que asoma
en la narración del tormento de las ratas - en la expresión del
paciente como “signo
de horror ante un placer del que no tenía la menor conciencia”
- y en sus relaciones de amor, en
los castigos, en los impulsos suicidas...
Una
de las primeras indicaciones es que el deseo obsesivo se encuentra
enlazado íntimamente con un temor obsesivo, algo terrible va a
suceder. “Hallamos, pues, un instinto erótico y una rebelión
contra él mismo”, un impulso a adoptar medidas defensivas.
Así, sitúa continuamente obstáculos para no acceder a su deseo,
hay un esfuerzo por evitar ese encuentro.
Lacan
apunta, en el Seminario Las
formaciones del inconsciente:
"Cuando
vemos a un obsesivo en bruto o en estado de naturaleza, tal como nos
llega o se supone que nos llega a través de las observaciones
publicadas, vemos a alguien que nos habla ante todo de toda clase de
impedimentos, de inhibiciones, de obstáculos, de temores, de dudas,
de prohibiciones",
y añade, en el seminario IV “La
estructura misma del deseo da siempre una nota de imposibilidad al
objeto del deseo humano, pero lo que caracteriza al obsesivo como tal
es que él pone el acento sobre el encuentro con esta imposibilidad.
Es decir, se las arregla para que el objeto de su deseo tome el valor
de significante de esa imposibilidad”.
En
El Hombre de las Ratas vemos la postergación del acto, las
inhibiciones y el pensar delirante como lo nombra Freud. Un ejemplo
claro es el conflicto sobre devolver el dinero: si lo devuelve,
sucede lo que no quiere que suceda, lo quiere devolver pero a quien
no corresponde, cuando parece que toma una decisión la anuda a una
condición imposible ("Tan
cierto como que mi padre y la dama pueden tener hijos, devolveré el
dinero a él.).
Encontramos una y otra vez, la impotencia y la imposibilidad del
deseo, y entorno a esto, se dibuja la angustia.
Freud
también anota que hay una angustia que corresponde a un deseo
pretérito y reprimido, en este caso, en relación al deseo de la
muerte del padre. Sitúa la fuente de este deseo hostil en la
emergencia de deseos sensuales para cuya satisfacción habría visto
en su padre un estorbo, deseo que resurgía en situaciones análogas
de intensos deseos amorosos. Pero encontramos también un añadido,
otro elemento común en esta repetición: la prohibición de un deseo
y el hecho de infringir un mandato. El
obsesivo soluciona su barrera frente al deseo (siempre evanescente)
colocando el lugar del deseo prohibido, imposible. Coloca en ese
lugar al Otro. Esta estrategia no permite en absoluto apaciguar el
deseo, extinguirlo, sino todo lo contrario: mantenerlo.
En
la clase titulada "El
obsesivo y su deseo",
del Seminario
5,
Lacan plantea que el obsesivo "ha
de constituirse frente a su deseo evanescente”.
Encuentra en la prohibición del Otro la manera de resolver la
evanescencia de su deseo logrando producir un deseo prohibido. "La
prohibición está ahí para sostener el deseo, pero para que se
sostenga ha de presentarse".
Míriam
Pérez.